La pregunta por la raíz profunda del sonido, los estudios en Berklee, las influencias avant-garde y los discos como mundos; todos temas de diálogo a fondo con el líder de Lulacruza.

Por Gabriel Feldman

Luis es en esencia un percusionista. Ya sea en su adolescencia como baterista de una banda de heavy o generando sonidos desde una laptop, como hizo después cuando empezó a interesarse por la música electrónica, todo se puede resumir en un primer impacto que genera movimiento y un sonido determinado. Entonces, si el sonido es algo físico, ¿qué efecto se quiere lograr? ¿Se consigue el efecto que se busca? ¿Dónde se siente? Estos interrogantes lo acompañaron durante sus años de estudiante, primero por Berklee College of Music donde se graduó como productor e ingeniero en sonido y música electrónica, y más tarde durante la realización de su maestría en la Mills College, academia por donde pasaron compositores experimentales y de vanguardia como Steve Reich, Pauline Oliveros, John Cage, y Fred Frith.

A su vez, esas mismas inquietudes son los pilares que lo ayudan a pensar la música de Lulacruza, el dúo que formó con la cantante colombiana Alejandra Ortiz tras conocerse en Berklee. Desde el 2003 editaron seis discos, expandiendo el particular universo sonoro que crearon en Do Pretty (2006), una exploración por las raíces de los sonidos del continente sudamericano (con el uso de sus instrumentos autóctonos, distintos ritmos tradicionales y hasta grabaciones de campo) trenzados con las nuevas tecnologías digitales.
Muchas de sus manías y mañas se pueden ver –y escuchar– de manera privilegiada en Esperando el Tsunami (2011), el álbum visual que grabaron con el director francés Vincent Moon durante su viaje de dos meses por el interior de Colombia. Un retrato íntimo de cómo el dúo se sumerge en los distintos paisajes hasta vibrar con el pulso de los lugares que visita y devolverlos transformados.

AZ: ¿Cómo definirías el trabajo y el rol del productor artístico?

Luis: Como productor te llaman porque hay algo en tu sonido que le interesa al artista. Pero siempre es un dialogo entre lo que escucha el artista y lo que escucha uno, lo que hace que cada proyecto sea diferente. Para mí lo más importante es saber interpretar lo que el artista quiere decir y llevar eso a su máxima expresión, a su mejor versión.

AZ: ¿Cuándo y por qué empezaste en esa tarea de productor, pensar la música en términos de producción artística?  

L: Empecé sin darme cuenta. En la banda de heavy metal que tuve de adolescente, además de tocar la batería, opinaba sobre los arreglos y las composiciones. Ahora me doy cuenta que eso era producir.  En ese momento también, gracias a bandas como Radiohead, le empecé a prestar atención al sonido mismo. Me puse a escuchar música electrónica y música experimental. Después de eso no había vuelta atrás y me metí de lleno.

AZ: ¿Cómo fue tu formación? 

L: Fui a estudiar a Berklee College of Music con la idea de ser productor. Allá terminé dos carreras, Producción e Ingeniería de Sonido y Música Electrónica. En realidad mi intención original era hacer la carrera de ingeniería y otra especializada en arreglos contemporáneos, pero las primeras clases de ingeniería eran compartidas con las de música electrónica y al encontrarme por primera vez con la computadora como herramienta y workstation cambié todos los planes. Las posibilidades con la compu me parecían infinitas, ya no necesitaba de un grupo de gente para probar las ideas que tenía y poco a poco me fui metiendo más en la música electrónica, el sonido, los sintetizadores e incluso la programación. Terminé ambas carreras, pero mucho más enfocado en la composición de música electrónica y las posibilidades del sonidos que en la de ser un productor “normal” (incluso gané un par de concursos a nivel nacional norteamericano de composición electro-acústica). En ese  momento la computadora personal era muy reciente y la carrera de ingeniería era muy clásica y te enseñaba a que algo suene bien. No se tomaban muchos riesgos. En cambio la música electrónica estaba en un momento de auge, donde todo era posible. Me sedujo mucho más el espíritu transgresor de la electrónica.

Terminé la carrera sintiendo que todavía me faltaba más por descubrir, que recién empezaba. A partir de los premios de composición me ofrecieron becas para varias maestrías y terminé yendo a Mills College en California, una universidad con un programa de música electrónica muy avant-garde. Pasé de ser el transgresor en Berklee a ser el más “pop” en Mills. Aprendí mucho en ese tiempo, no tanto en lo técnico (Berklee ya me había formado bien en ese aspecto) como en lo estético. Me enfoqué en la composición y en cómo la música nos toca y afecta. La pregunta que siempre me hacía era: ¿es exitosa esta composición? ¿Logra el efecto que busca? Esa misma pregunta se podía aplicar a cualquier tipo de música, desde un cuarteto de cuerdas o una canción en guitarra, hasta una composición algorítmica electrónica o una improvisación de un cantante pegando un micrófono contra el piso. Me ampliaron la visión de lo que es música y salí inspirado y con herramientas para crear, desde lo técnico, hasta lo conceptual y lo estético.

AZ: ¿Te acordás cuál fue el primer disco que te disparó la atención a nivel audio/producción?
L: Creo que OK Computer de Radiohead fue el primero que no sólo me atrajo por su sonoridad, sino que me hicieron pensar en el proceso, en el cómo. ¿Cómo hicieron esto? Y eso para un productor es fundamental. Empezar a preguntarse es empezar a producir (en la cabeza).

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AZ: En Lulacruza, por lo general, la melodía se desenvuelve en un paisaje, cada disco de acuerdo a su tiempo y temática. Si tuvieses que definirlo, ¿cuál dirías que es tu búsqueda cómo productor?

L: En Lulacruza juego dos roles, soy el artista y el productor. Y aunque la mayoría de las canciones las trae Alejandra, puedo plasmar mis ideas propias, y mi propia expresión y composición musical. Como artista, Lulacruza nace de un gran interés de hacer música ritual, música transcendental. Porque para mí la música tiene el poder de conectar con el espíritu, de hacerte bailar como en tribu, de hacerte recordar, de hacerte reír. Como productor, Lulacruza nace de buscar la manera de hacer música electrónica de la tierra, que tenga raíz, y que evoque más al pasado que al futuro.  Pero no teníamos ni idea cómo hacer eso. El primer disco, Do Pretty! (2006) fue un trabajo artesanal. En ese entonces Lulacruza todavía no tenía una identidad musical, nació más de conceptos y anhelos que de géneros e inspiraciones. Forjar la identidad de Lulacruza era muy delicado, cada elemento fue agregado con mucha intención y reflexión. Tardamos muchísimo. Con el pasar de los discos esa identidad se fue consolidando y expandiendo.

En Soloina (2008), por ejemplo, el paisaje era más invasivo, en Orcas (2015) es más parsimonioso.

L: En Soloina veníamos de tocar muchos conciertos donde improvisábamos mucho y queríamos capturar el sonido selvático y más libre que sucedía en vivo. También veníamos de escuchar mucha Tropicalia de Brasil, la música psicodélica de los años 60, Iqaros y cantos Cofanes ceremoniales (grupo indígena de Colombia y Ecuador). Todo eso siento que entró en el disco. Mientras más se fortalecía la identidad de Lulacruza, más sonidos eran permitidos en su paleta sonora, sin comprometer su esencia. Lanzar el EP de remixes Canta (2009) le introdujo a la identidad del grupo sonidos estrictamente relacionados con el tecno, sonidos que de entrada parecían ir en contra de la búsqueda de raíz pero que resultaron enriqueciendo el sonido. Y así surgió Circular Tejido (2011), un disco que se basa en arpegiadores, sintetizadores y un montón de elementos del dance.


Orcas es una vuelta a la canción, más desnuda e íntima. Es nuestro disco más maduro, se toma el tiempo que necesita y las canciones tienen peso por sí mismas. El concepto a nivel producción era el de crear un disco que cambia depende del sistema por donde se escuche. Queríamos un disco que en parlantes pequeños sea folk, un disco casi acústico, pero cuando ese mismo disco se escucha en parlantes grandes hay unos bajos electrónicos, rítmicos y enormes. En ese sentido cada disco es un mundo, y con Lulacruza siento que tengo la posibilidad de re-crear nuestro sonido sin perder nuestra identidad sonora. Creo que como productor lo que hago es buscarle un ecosistema a la canción, le busco un lugar para que habite. Pienso los sonidos como entidades que dialogan y reaccionan entre sí.

AZ: Comentabas la importancia que le das a como el sonido afecta al cuerpo. En una entrevista también lo pensabas entorno a exploraciones de cómo psicoacústicamente nos afecta órganos e ideas. ¿Me podés contar un poco más de estas experimentaciones?

L: El sonido es algo físico. Existe en el espacio, tiene un tamaño y hace vibrar a la materia. Cuando escuchamos música, las ondas nos traspasan, no tenemos manera de bloquearlas. Así como hace que vibren las paredes, también nos hacen vibrar los líquidos, los huesos y los tejidos internos. Esto es verdad no sólo de mí música pero de todas las músicas. La diferencia es que uno puede producir con esta intención. Eligiendo colores y sonoridades no solamente por su rol “musical” pero también por su materialidad.
Recuerdo haber ido a un concierto de Sunn O))) en California. Al escenario salieron dos personas con guitarras y unas túnicas que les tapaban las caras, detrás de ellos dos inmensas torres de amplificadores de bajo. Empezaron a tocar y todo el edificio empezó a temblar, las cosas se caían, la estructura del edificio rugía. La gente se acostaba en el piso o contra la pared para sentir las vibraciones. Era una música puramente física, extrema. Pero toda la música pasaba en las frecuencias más bajas, no había nada en los medios y los altos, y uno podía tener una conversación normal, sin gritar. Era rara la sensación. Nunca sentí tanto volumen en mi vida, y por momentos uno entraba en pánico, ¿esto me está haciendo daño? Su música era efectiva, lograba lo que quería, nos hizo cuestionar incluso que se considera música. Fue impresionante.

Me parece importante preguntarse cómo se siente la música en el cuerpo. Y esto va más allá de los arreglos, los acordes, el groove, la letra, la emocionalidad, la mezcla, etc. ¿Cómo realmente se siente la música? ¿Dónde se siente? ¿En qué parte del cuerpo? ¿Se siente en la corona o se siente en el pecho? ¿O en las caderas? ¿Y esa sensación es placentera? ¿O es disonante? La única manera de empezar a ver el sonido como algo material es encontrándolo en el cuerpo.

AZ: ¿Se tiene en cuenta a la hora de pensar un álbum el hecho de que tal vez el formato en el que más se termine escuchando sea vía streaming por alguna plataforma o la propia descarga de los archivos?

L: Si, yo creo que hoy en día el formato es más corto, los discos tienen que ser cortos. Incluso a todo artista nuevo le recomiendo que arranque con un single o un EP, que no hay necesidad de hacer un disco entero de entrada. El oyente tiene muchas opciones a la mano, hay mucha oferta musical, y entonces te tienen menos paciencia, especialmente a un artista nuevo. Al oyente lo tenés que atrapar en una canción y dejarlo con ganas de más. Que el disco termine antes que el oyente lo apague. Si quieren más, que lo pongan de nuevo.  Pero igual nunca me hacen caso. El artista sigue enamorado del disco. Yo sigo enamorado del disco.

AZ: ¿Un disco o canción que te llena de orgullo haber participado?

L: Lo que más me gusta es escuchar sin querer  algo que hice varios años atrás porque siempre me sorprendo a mí mismo. Cuando uno trabaja en algo, lo escucha miles de veces y conoce cada detalle. Con el tiempo uno se olvide y es como volver a descubrirlo. Creo que recién en ese momento, cuando escucho mi música pero como si no fuese mía, me lleno de orgullo.

AZ: ¿En qué proyectos estás trabajando ahora?

L: Acabo de terminar de producir el disco de Corina Lawrence, una chica de Misiones que está por lanzar su disco debut. Es un disco ecléctico que pasa por el rock, la cumbia, el son, y más. Me encantó trabajar con ella en eso y siento que el disco está buenísimo. También estoy colaborando con Sofi “Toti” Trucco de Fémina en su disco hip-hop solista, que es muy divertido. Acabo de terminar un remix para Paloma del Cerro bastante arriba. Y esta semana empezamos a imaginarnos el próximo disco de Lulacruza.

AZ: Si tuvieras que darle algún consejo al escucha como para tener una experiencia más intensa con la música, ¿cuál sería?

L: El oído es un musculo que se puede entrenar y refinar. Si uno le pone atención a lo que escucha cada vez hay más para escuchar. Es infinito y enriquecedor. Todo es música, es cuestión de escucharlo como tal. Lean John Cage, y escuchen Mucho Indio.//∆z