Tobogán Andaluz presenta su nueva placa. Un registro tan emotivo como ardiente, que los muestra en una nueva faceta, un nuevo calor.

Por Claudio Kobelt

La prisa, la urgencia, todo lo que quema y necesita ser dicho antes que las cenizas nos desborden, mientras las llamas aún arden altas y ansiosas, mientras el fuego todavía tiene sentido. El nuevo disco de Tobogán Andaluz desborda de ese calor de ansiedad, de ese sentimiento urgente y maldito que así como llega debe transmitirse, como una catarsis delicada  y pura, tan infame como bendita.

Este es sin lugar a dudas el registro más maduro, más adulto en la agitada vida de Tobogán Andaluz. Con un sonido mucho más claro y una evidente evolución a nivel compositivo, Tobogán da pruebas del crecimiento que ha tenido en sus últimos años de carrera y que este álbum tan bien refleja. No por nada la placa lleva por título el nombre del grupo, como si de un primer disco se tratara, como invitándonos a entrar nuevamente y por primera vez en su mundo de canciones; a ser parte involucrada, cómplice, miembros de este nuevo comienzo.

La triada del inicio con “Las Naves Espaciales”, “Seis de la mañana” y “Alfonsina en Marte” expone ese clásico núcleo Toboganiano de rabiosa ternura, ese frenesí dulce y poético de mosh y baile tomados de la mano. Las canciones presentan una fuerza y una claridad inesperada, un espíritu alternativo con la melancolía de los noventa y la vehemencia del hoy. Quizás sean estos los temas que más nos recuerdan al Tobogán Andaluz de Viaje de Luz, su disco debut, por su beat acelerado, su distorsión caliente, y sus estribillos contagiosos, imborrables, de esos para tararear hasta en los sueños.

Con “Orión El Cazador” el clima cambia, y la voz de Facu Tobogán (acaso el cóctel perfecto entre Maxi Prietto y Jo Goyeneche) se vuelve desgarrada, quebradiza, sincera, como un lamento poseído por algo más, por una fuerza sensible que ni él mismo puede dominar.  La voz invitada en coros de Mariano Di Cesare -cantante de Mi Amigo Invencible- otorga un matiz de romántica inocencia, y logra un delicioso contrapunto con el cantante Andaluz para esa tierna balada de lírica brutal. “Esperando la primavera” es un momento irremplazable, un instante único, un guitarra rebotando en los momentos, una carta directa de un hombre cansado, un pedido de atención.

“La Sociedad de Julieta” recuerda en cierto aire de la melodía a “Ella sueña las mismas cosas” y “Lo que más quiero”, temas icónicos de Viaje de Luz, pero envueltos ahora en una profunda languidez, con  otro discurso, otro ánimo.  El cierre con “Niebla de mi ciudad” es el resumen perfecto del disco: La energía del folk punk alimentando inflamable nuestros incendios perpetuos.

Tobogán Andaluz, el disco, apenas pasa los veinte minutos de duración total, y en ese breve periodo todo entra en combustión: las canciones, la energía, el lamento, la esperanza. Todo se evapora, se derrite en su propio calor, dejando al descubierto lágrimas y sonrisas, recuerdos y esperanzas, un latido centelleante de cruda, pura y salvaje emoción.//z