Presentando la edición doble que reúne sus dos discos, Los Campos Magnéticos deslumbraron en La Trastienda Club, exhibiendo sus logradas versiones en castellano de canciones de The Magnetic Fields.

Por Emmanuel Patrone

Fotos de Nadia Guzmán

 

 

No sucede todos los días que una banda nacional de origen independiente festeje que sus dos discos se agotaron y que, por consecuencia, decidan lanzar un álbum doble que reúna los trabajos editados para que vuelvan a circular en su forma física. Y, sin embargo, todos los que se juntaron esa noche del jueves 12 de abril en La Trastienda Club para presenciar un nuevo show de Los Campos Magnéticos, estaban allí con motivo de esa celebración. Lo diría el mismo Sebastian Rubin, uno de los tres mosqueteros de las traducciones al castellano de las canciones de Stephin Merritt y sus Magnetic Fields, promediando el espectáculo: en tiempos en el que el CD parece empezar a planear su retirada, que un grupo tenga que reeditar sus discos por falta de stock es mínimamente un hecho curioso y para encuadrar. Ya cuando el trío hizo su presentación en el teatro ND Ateneo en septiembre del año pasado, Alvy Singer había explicado cómo lo que había empezado como un juego, tocando en lugares pequeños, pronto se les había ido de la mano. Pues bien, este nuevo espectáculo pareció ser un acontecimiento más en esa fenomenal cadena.

“No te enamores de mí, mi vida, tan pronto”. La chacarera melanco-romántica en la que conviertieron a “Absolutely Cuckoo”, rebautizada como “Loco de atar”, sirvió –como suele hacerlo- como inicio del repertorio de Alvy, Nacho y Rubin, quienes recorrieron sus dos volúmenes reeditados con esas traducciones que llamaron la atención tanto de fans de Magnetic Fields como de aquellos que nunca habían oído hablar de la extensa obra de la banda liderada por Stephin Merritt. Y todo con su inoxidable set de instrumentos acústicos como herramientas de batalla (ukelele, guitarra acústica, cajón peruano, cello, etc.) y vistiendo sus prolijos sacos y camisas, como maestros de ceremonias de las canciones agridulces de amor y sarcasmo.

Entre chascarrillos de los integrantes que también tuvieron al público como cómplice (charlas sobre pañales de adultos, referencias a Alvy Singer como “sommelier” señalando su papel en las publicidades de Coca Cola Light, la expresión de deseo de ser estrella del stand-up de Rubin), y con la excepción distinguible de “Besando cosas” (la única canción de Merritt traducida por el grupo que no pertenece a Magnetic Fields), la lista de temas tuvo entre sus filas a prácticamente todas las canciones aparecidas en los discos, algunas que ya gozan de cierto status notable entre sus fans, como “No me quiero olvidar de vos” (“Voy a clavarme un Rivotril” es un argentinismo tan fuerte que es imposible no pensarla como una de las adaptaciones más ingeniosas), “Ya no te quiero más”, “Ya habrá tiempo para el rock n’ roll” (interrumpida por unos segundos en el show de La Trastienda por tentadas de Nacho Rodríguez), “Ropa interior” (en la que Nacho, entre yeites bluseros, ensayó el riff de “Post-Crucifixión”, es una especie de mini-homenaje a Spinetta) y “El galán de La Paternal”, que se encargó de cerrar el set pre-bis. También hizo su aparición la -por ahora- inédita versión de “Two Kinds of People”, titulada “Dos clases de gente”.

Como es costumbre, también hicieron su aparición invitados especiales. La Mentette Eugenia Brusa (presentada por Rubin como “alguien que viene a bajar el nivel de testosterona y subir el novel de belleza”) puso su voz para personificar a la monja que desea ser modelo, dominatriz y estrella porno en la versión de “The Nun’s Litany”, participó del momento engañosamente cristiano “Bésame con ganas”, extrañó a su amado en “Volvé de San Francisco” y fue la estrella de la telenovela de humor negro “Sí, oh sí”, además de contribuir con coros y algo de percusión en un par de canciones. A ella se le sumaron cooperadores fieles del trío, como Pablo Font en teclados, Facundo Cruz en bajo y Alfonso Barbieri en acordeón.

Para los bises, que llegaron hacia las 23 horas, el trío dejó los micrófonos para cantar parados en el extremo del escenario mirando al público acompañados sólo de un ukelele “Con quien bailar” y volvieron a ellos para terminar con la cachonda y adorable “Hagamos como los conejos”. El libro del amor merrittiano será grande y nadie lo podrá levantar, pero Los Campos Magnéticos demostraron, una vez más, que están dispuestos a seguir cantándolo.