Inspirada en hechos reales, la mini serie inglesa Peaky Blinders es un drama gangsteril de principios de siglo pasado que se luce por las buenas actuaciones y una estética muy cuidada.
Por Alejo Vivacqua
La Birmingham de 1919 es un lugar asediado por la violencia, en el que conviven las apuestas ilegales, el contrabando y las peleas entre pandillas. En los bajos fondos de la ciudad reinan los Shelby, una familia que maneja los principales negocios de la zona y que se hace llamar Peaky Blinders, por la costumbre de llevar cuchillas en la parte delantera de sus boinas.
Los tres hermanos varones son quienes llevan adelante los asuntos familiares. Arthur, el mayor, es el que manejaría el clan si no fuera porque no logra controlar sus impulsos violentos. John es el menor, un fiel defensor de la causa que lucha por mantener a cuatro hijos tras la muerte de su esposa.
Cillian Murphy se pone en la piel de Thomas, el despiadado jefe del grupo y líder cerebral que posee la suficiente frialdad para organizar el peor de los crímenes. Condecorado por el ejército por su actuación en la Gran Guerra, Tommy mitiga con el opio los recuerdos trágicos que le dejó el combate.
Pero como todo líder, el hermano del medio busca expandir el negocio. Su ambición pone en riesgo la continuidad de la pandilla cuando desaparece un cargamento perteneciente al gobierno inglés. El mismísimo Winston Churchill toma cartas en el asunto y envía a un oficial a poner orden en Birmingham. Interpretado por Sam Neill, el inspector Campbell -conocido por sus métodos crueles- llega dispuesto a limpiar la ciudad de delincuentes.
No menos importante es mencionar a la tía Polly, la matriarca de la familia que aparece en acción cuando las papas queman. Esta mujer, que hizo crecer los negocios mientras los hombres estaban en la guerra, parece ser la voz de la conciencia de sus sobrinos, la única a la que escuchan.
La historia de los Blinders no tendría tanto peso sin el contexto que atraviesa la serie. En sólo seis capítulos se narra un momento en la historia de la Gran Bretaña devastada anímicamente por la guerra, un conflicto bélico que atormenta a una legión de combatientes que tuvo que volver a su casa y retomar su vida. Hay un clima revolucionario en el aire de Birmingham, con el triunfo bolchevique acechando y el nacionalismo irlandés que juega su parte. Una época que es caldo de cultivo para el hampa, con huelgas obreras y borrachos tirados en las esquinas.
A pesar de ser un drama de época, la anacronía musical juega un papel fundamental: Nick Cave, Tom Waits y Jack White, entre otros, le ponen color al relato. Sin la pirotecnia de las producciones yanquis, los ingleses demuestran una vez más que saben hacer buenas series, y que no hacen falta más que un par de capítulos para contar una buena historia. La sobriedad nunca les quedó tan bien. //∆z