Mustaine encontró la banda: con Chris Adler y Kiko Loureiro a bordo, Megadeth vuelve a brillar en Dystopia como supo hacerlo en los viejos buenos tiempos en los que reinaba el thrash.

Por Juan Alberto Crasci

Es simple: Megadeth es el capricho de Mustaine. No por nada es conocida como “La sinfónica del Colorado”. Por las filas de la banda han pasado muchos guitarristas, bateristas y bajistas. Casi todos han fracasado en el intento de seguirle el ritmo al difícil Mustaine, o de entregar trabajos que puedan equipararse a los clásicos Rust in Peace, Countdown to Extinction o Youthanasia. Y por eso, es la banda de andar más desparejo de las cuatro grandes del thrash estadounidense –cuarteto completado por Metallica, Slayer y Anthrax–, aunque, sin lugar a dudas, es la mejor de ellas. La más personal, melódica, afilada. La máquina perfecta del riff trasher y ganchero. La creadora de himnos que se corean –con sus letras modificadas– en muchos estadios ya no solo de Argentina, sino del mundo. La que vivió de ese puñado de clásicos y transitó sus últimos quince años de carrera de forma errática, entre cambios de formación y discos flojos. Entre Risk (1999) y Super Collider (2013) hay siete discos dispares, con aciertos y errores, pero sin el brillo característico del período clásico de Megadeth.

¿Qué depararía este 2016 para el Colorado, con la edición de Dystopia, el decimoquinto álbum de la banda? Aunque el alejamiento de Chris Broderick y Shawn Drover a fines de 2014 presagiaba cierto alivio, también generaba aun más incertidumbre. Y la cosa parecía ponerse peor cuando se confirmó como guitarrista a Kiko Loureiro –proveniente de la banda brasileña de power metal, Angra– y tiempo después a Chris Adler, de Lamb of God, como baterista. Nadie podía dudar de las cualidades artísticas y técnicas de esos músicos, pero sí se ponía en tela de juicio la pericia de ambos para el género. ¿Podría Loureiro adaptarse rápidamente al thrash filoso del Colorado? ¿Y qué haría Adler, acostumbrado al groove de las tendencias un tanto más modernas del metal yanqui?

Bueno, para sorpresa de todos, Loureiro y Adler vinieron a poner las cosas en orden. Dystopia es, quizás, el mejor disco de Megadeth desde los clásicos Countdown… y Youthanasia. Las guitarras son las grandes protagonistas del álbum. Los riffs se suceden uno tras otro con potencia, solidez, frescura y virtuosismo. Loureiro pareciera haber nacido para ser el guitarrista que reemplace a Marty Friedman. Haberlo sabido antes… Loureiro no sacaba un buen disco con Angra desde 1999. Desde su primer solo, en el tema “The Threat Is Real”, deja en claro que llegó para quedarse.

A Megadeth le volvió el alma al cuerpo. Las canciones suenan duras, poderosas, un tanto alejadas del costado más melódico del grupo, y se reafirman segundo a segundo en el machaque característico del género. “Dystopia”, el tema que da nombre al disco, recuerda a los grandes clásicos de la banda, como por ejemplo “Hangar 18”. Si bien Mustaine baja unas tonalidades su voz, no por ello pierde fuerza o personalidad. Se suceden de manera muy efectiva los temas “Death from Within”, “Bullet to the Brain” y “Post-American World”. No hay demasiadas sorpresas, salvo algunos pequeños efectos en la voz. También abundan extensas intros arpegiadas con reminiscencias árabes, como en “Poisonous Shadows” o en el instrumental “Conquer… or Die!”, en el que vuelven a brillar las guitarras. ¡Qué bien Loureiro, por favor! Se nota la mano del brasileño en este disco. Virtuoso, técnico y extremadamente expresivo, conjunción difícil de encontrar. “Lying in State” es el track más rápido y demoledor del disco, cercano a las piezas más duras de Rust in peace. “The Emperor” es el tema débil de la placa, que bien podría ser un lado B o insertarse con éxito en Super Collider o en alguno de los discos anteriores del grupo. “Foreign Policy”, cover de la banda punk Fear, cierra la placa de manera victoriosa. Cabe recordar que Lee Ving, cantante de Fear, acompañó a Mustaine en su proyecto MD.45, que cuenta con un solo disco, titulado The Craving, del año 1996.

“Dystopia” no revoluciona el género ni propone grandes extravagancias para lo que es –y necesita– una banda como Megadeth, pero sí los devuelve al lugar que la banda no debió abandonar.

Hace unos años Mustaine comprendió que la forma de que Megadeth continúe vigente era reincorporando a David Ellefson al puesto de bajista. Esa vigencia se terminó de confirmar recién ahora, en el 2016,  con el ingreso de Loureiro y Adler.  Quizás esta sea la mejor formación desde los gloriosos tiempos de Nick Menza y Marty Friedman. Solo queda esperar que el Colorado permanezca en este capricho. //∆z