César Aira cumplió 70 años. Desde ArteZeta convocamos a diferentes voces para repasar su obra y su maquinaria narrativa. De yapa reseñamos (casi) todos los libros que publicó en el último año. 

Ilustración por Martina Mounier

 

Las tres cifras de César Aira

Por Ariel Idez 

En Las tres fechas, César Aira propone un curioso método para leer un texto: calibrar la fecha en la que fue escrito, la fecha en la que transcurre la historia y la fecha en la que es leído. Esas tres fechas funcionarían como un sextante, que marca la posición del libro en una constelación de tiempo, siempre variable y voluble, como el mar. Arribamos, ahora a otra “fecha” que concebimos trascendente (“Las fechas: importan”, diría Osvaldo Lamborghini). Los setenta años de Aira en este mundo. Si el sentido de un artista se trama en lo que trae, en lo que deja a su paso, aquello que no existiría sin él, lo que comúnmente damos en llamar “obra”, tenemos que hablar de ciento “y pico” de libros, en su gran mayoría las “novelitas” que César produce sin cesar mediante su sempiterna “paginita diaria” (curiosa dialéctica muy airiana entre lo microscópico del trabajo y lo estratosférico de sus resultados).

Una obra de tres cifras que se acumula por peso propio y, como un astro que aumentara exponencialmente su volumen, impone la fuerza gravitatoria de su masa al resto de cuerpos celestes de la literatura argentina, que circulan en su órbita. Alcanza con leer la primera novela publicada, Ema, la cautiva (1981) para comprender que se trata de un plan premeditado: crear una “ecología estúpida” que crece por acumulación y, una vez alcanzada cierta “cifra”, funciona por sí sola; dos libros de reciente salida: César Aira: un catálogo, de Ricardo Straface e Ideario Aira, de Ariel Magnus, dan cuenta de esa autonomía. El catálogo, el diccionario, la epigonía, el homenaje, la parodia, son algunas de las formas  en la que la obra airiana ya está reproduciéndose y continúa su expansión por otros medios, ajenos a la voluntad de su autor. Y, en el otro extremo de esa cifra están los libros en su existencia individual, cien títulos a una tirada promedio de quinientos ejemplares arrojan una cifra de cicuenta mil volúmenes (sin contar reediciones, ediciones en otros países ni traducciones), lo que multiplica las posibilidades de que un lector, cualquier lector, presente o futuro, pueda toparse con un “librito” de Aira, leerlo, y entrar a ese universo por cualquiera de sus portales dimensionales.

Así, ignoramos qué tendrá Aira que celebrar el 23 de febrero de 2019, tras forjar su página diaria. Nosotros, lectores, alzaremos las copas y las miradas hacia esa galaxia en perenne expansión cuyas constelaciones de estrellas titilantes siempre han de bañarnos con un nuevo brillo.


Un escritor ideal

Por Ariel Magnus

Aira es un escritor de ideas, y él lo sabe. En Cumpleaños dice que tiene que anotar cada una de estas ideas porque son “tan incoherentes que si no las anoto las pierdo, porque no hay ningún hilo que las una entre sí”. De ahí que una de sus “fantasías sin consecuencias” sea la de inventar un bloc “adaptado a la hiperactividad cerebral”. Sin embargo, remata, “todos esos fantaseos que uno tiene de ser el ingeniero de sus propias peculiaridades son vanos porque son metáforas de una realidad que sucede de todos modos: yo me hice escritor y mi bloc maravilloso, mi notación, son, tematizadas, mis novelitas.”

En efecto, las novelas de Aira (no todas tan breves como haría creer el diminutivo) están repletas de ideas dignas de ser anotadas para que no se pierdan. Los libros suelen arrancar con alguna idea específica (desde salir por una puerta que arriba dice “Error” hasta quejarse de los lectores que se ríen leyendo sus libros, pasando por un santo que decide jubilarse o un hombre que aparece desnudo sobre un bloque de mármol sin saber cómo ni por qué) y suelen desarrollar alguna otra idea a lo largo de sus páginas, como la de un superhéroe cuyo máximo poder es no dejarse ver nunca, o la del gran filósofo de la antigüedad que se vale de un ghostwriter para escribir el tratado que lo hará célebre, o la del gran director de cine que llega a un festival acompañado por su anciana madre. Pero además de estas ideas globales y de aquellas ideas motoras y aun de las estructurales (hay libros armados alrededor de una catarata de agua que no termina de caer, o de una telenovela que se mezcla con la realidad sin distinción de niveles), en las novelas de Aira aparecen de pronto ideas más o menos incoherentes respecto del argumento, precisamente como en un bloc de notas al azar.

En Aira, una idea puede ser memorable por el objeto al que hace referencia, por la forma en que se la expone, por su relación con otras ideas de otros libros o simplemente por su belleza literaria, su “retorcimiento”. Aira ha convertido todo en una idea, incluyendo a su pueblo natal Pringles, su barrio de adopción Flores y hasta al escritor César Aira, que aparece en Embalse como un borracho cocainómano compañero de equipo de polo del Rey del España.


 El juego ‘Rousseliano’: la máquina narrativa de César Aira

Por Raúl Cuello

UNO_

“Un día de 1923, en la ciudad de Colón (Panamá), un escribiente de tercera salía del Ministerio donde cumplía funciones, al terminar su jornada de trabajo, después de pasar por la Caja para cobrar su sueldo, porque era el último día hábil del mes. En el lapso que fue entre ese momento y el amanecer del día siguiente, unas diez o doce horas después, escribió un largo poema, completo desde la decisión de escribirlo al punto final, tras el cual no habría agregados ni enmiendas. Para terminar de cerrar sobre sí mismo este lapso, debe decirse que nunca antes, en su medio siglo de vida, había escrito un solo verso, ni se le había ocurrido ningún motivo para hacerlo; tampoco volvió a hacerlo después. Fue una burbuja en el tiempo y en su biografía, sin antecedentes ni consecuentes. La inspiración quedó dentro de la acción, y viceversa, alimentándose una a la otra y consumiéndose entre sí, sin dejar restos. Aun así, no habría pasado de ser un episodio privado y secreto si su protagonista no hubiera sido Varamo, y el poema resultante la celebrada obra maestra de la moderna poesía centroamericana El canto del Niño Virgen.”

DOS_

“Todo lo que exige atención la disminuye. Eso define a la atención, como una actividad mental que no puede estar en dos lugares a la vez. Es un tanto contradictorio: para estar en todas partes no debe estar en ninguna. Hay fenómenos lingüísticos que sí pueden estar en dos lugares a la vez.”

TRES_

“A pesar del vértigo creciente, logró adoptar una postura de jinete sobre el cisne, que con las alas desplegadas había empezado a volar en círculos por las alturas del salón, seguido por todas las miradas y pronto también por un reflector, el único encendido. El aire vibraba al ritmo de un único grito que proferían todos, sin excepción, incluidas las mujeres (eran las que más gritaban):

—Puuu-to, puuu-to, puuu-to.

CUATRO_

“Si la carrera entre la obra de arte y la reproducción siempre la va a ganar la obra, y la va a ganar, merced al avance de las tecnologías de reproducción, por una ventaja cada vez menor, estamos ante una nueva versión de la competencia de Aquiles y la tortuga. Pero la reproducción se vuelve obra, y la obra reproducción, cuando ambas comprenden que lo que importa es la historia, el guión de la fábula, que mueve a ambas.”

CINCO_

“Mi Gran Obra tiene como prolegómeno infinito, justamente, la apertura de las puertas de la realidad. A una de estas ‘puertas’ (esta metáfora es inofensiva) ya me he referido: la perfección. De ahí la piscina. Mi cerebro: el campo de batalla.”

Cinco fragmentos, cinco libros distintos; ¿qué los une? Un mismo autor. Ese autor —creo que a esta altura ya lo deben saber— es César Aira. Quizás todo lo que se pueda decir en este repaso no aporte cuantitativamente mucho al análisis de la obra de Aira; si esto es así, al menos nos quedan sus extractos de ejecución perfecta, en los que el autor hace gala de sus trucos. En cambio, si se pudiese decir algo ‘más’ (lo cual dudo, sinceramente) habría que, en primera instancia, aclarar que no tiene sentido separar al Aira ensayista del Aira escritor-de-ficciones. Si bien en Evasión y otros ensayos se toma el tiempo de disociar cada una de estas vertientes, con él su propia postura no surte efecto.

Las obras de las que se extrajeron los fragmentos son, en orden de aparición, Varamo (2002), Continuación de ideas diversas (2014), La guerra de los gimnasios (1993), Sobre el arte contemporáneo (2016) y El congreso de literatura (1997). El arco temporal que separa al primer libro —La guerra…— del último —Sobre el arte…— es de 24 años, tiempo que le sirvió a Aira para multiplicar exponencialmente su producción y, sin embargo, —y esto es lo verdaderamente interesante— no perder en calidad narrativa en el intento. ¿Cómo es que Aira hace lo que hace? Digo, ¿cómo es posible generar una incontable e incontrolable producción manteniendo estándares de calidad tan altos? Vamos a tratar de elucidarlo.

En primer lugar, si uno se toma el tiempo de leer detenidamente cada uno de los párrafos seleccionados, puede darse cuenta de que perfectamente pueden funcionar como entes autónomos. Si bien conectados a historias o a marcos teóricos determinados, el efecto de ‘autoabastecimiento’ de sí mismo se conserva, lo cual permite pensar que a la hora de escribir el foco de Aira está puesto al nivel de la frase. De esa manera —acortando el espectro— es más sencillo pensar qué palabra ubicar luego de cada palabra. Construir nexos entre frases se vuelve entonces un juego donde el ovillo se hilvana y en ese hilvanar crece. Una frase de Tarkovski que siempre repite Pablo Cappana se vuelve directriz en la toma de decisiones de César Aira, si para Tarkovski “una gota más una gota no forman dos gotas, sino una más grande”, para Aira una frase más otra frase se vuelve una frase más grande, es decir, se vuelve idea, pensamiento, acción. Pero cabe preguntarse, ¿es sólo pensamiento lo que mueve la maquinaria narrativa aireana? Podría incluso pensarse justamente lo contrario.

En más de una ocasión César Aira ha explicitado su metodología: escribe ‘una hojita por día’, atendiendo a temas que no sean ‘ni muy personales’, ni muy ‘ajenos’, su inventiva pasa por lo cotidiano, por el influjo de las obras leídas en la niñez/adolescencia (la tira cómica, las novelas de Salgari) y por la tendencia a la ‘desviación’: nunca se puede saber a priori en qué terminará una novela de Aira. También ha explicitado que su arquetipo estructural se compone tomando como modelo de ejecución la escritura de Raymond Roussel, las intervenciones creativas de Marcel Duchamp y los cuentos de hadas. ¿Son las obras de Aira ejemplos de escritura ‘mecánica’? No. ¿Cada uno de sus ‘libritos’ puede ser considerado un boîte-en-valise de la escritura, o una máquina soltera que se vuelve plausible de ser articulada a través de referencias gramaticales? No sé si tanto. Lo cierto es que hay algo de todo eso y a la vez no.

A modo de cierre (aunque nunca se puede hablar de ‘cierre’ ante la sombra de una obra perenne) me permití un juego á la Roussel: conecté oraciones y/o frases de los fragmentos que había seleccionado para formar algo nuevo. No sé si lo que se formó tiene sentido, pero en todo caso ¿debe tenerlo?:

Mi Gran Obra tiene como prolegómeno infinito, justamente, la apertura de las puertas de la realidad. Todo lo que exige atención la disminuye. Pero la reproducción se vuelve obra, y la obra reproducción, cuando ambas comprenden que lo que importa es la historia, el guión de la fábula, que mueve a ambas. Para terminar de cerrar sobre sí mismo este lapso —y a pesar del vértigo creciente—: estamos ante una nueva versión de la competencia de Aquiles y la tortuga.

Bajo este dominio puede pensarse a la literatura de Aira como un bloque inmenso de ladrillos hechos de palabras que permiten conjugarse, intercambiarse y acoplarse entre sí; en la obra de este autor la dinámica del encastre opera y permite la ejecución de —acaso— un juego interminable: la configuración del fragmento hecho de retazos no hace más que confirmarlo.


(Casi) Todos los libros que se publicaron de y sobre Aira el último año:

Diez novelas de César Aira. Selección y prefacio de Juan Pablo Villalobos – Literatura Random House  (2019)

Es recontra sabido que Aira es hoy nuestro único argentino nobelizable. O eso parece. O eso dicen. Por eso, no es extraño que alrededor de su canónica figura se amuchen y giren, como en una calesita mística, conversos y apóstatas, sacerdotes y monaguillos, pupilos y hermeneutas, herejes, inquisidores, cruzados, infieles. El culto al escritor nobelizable, con su ceremonial y sus fetiches. Fenómeno habitual de la literatura argentina. Ante su parca pero persistente ubicuidad de escritor consagrado, uno podría preguntarse: ¿quedará alguien que no haya leído a César Aira? ¿Hace falta todavía llevar, de puerta en puerta, su palabra? Seleccionadas y prefaciadas por el mexicano Juan Pablo Villalobos, Diez novelas de César Aira (Random House, 2019) bien podría servir como Devocionario o Buen Libro del Predicador aireano. Por algo no otra cosa que una conversión y sus efectos es lo que relata Villalobos en su prefacio: “algo iba a morir dentro de mí con el descubrimiento de la obra de César Aira, una manera de entender y de apreciar la literatura”. No sería extraño que estas diez novelas pequeñas publicadas entre 1989 y 2011 en pequeñas editoriales provoquen nuevas conversiones en nuevos lectores (o, al contrario, haga hervir nuevas bilis de abominación). Aunque son apenas diez postas en esa inabarcable, sonriente, irónica digresión que es la obra de César Aira, leerlas es una excelente forma de entrarle por primera vez a su desdén programático por la arquitectura narrativa, su puntilloso desprecio de la verosimilitud, su constante persecución del anticlímax, su preferencia insistente por la ocurrencia absurda, la desproporción, la paradoja microscópica, la divagación impredecible, la impostura, el capricho, la liviandad. Cristian Javier Franco 

Parménides – Literatura Random House (2006, reedición 2018)

Es sabida la obsesión de Andrés Calamaro por teorizar sobre la canción: sus usos y la composición. A lo largo de su obra es inevitable encontrar referencias y reflexiones. Con César Aira ocurre algo similar, pero con la literatura: sus usos y la escritura. El escritor priglense problematiza la figura del escritor en muchas de sus obras. Parménides (2006) es un gran ejemplo: Parménides, el filoso griego, quiere escribir un libro y contrata a Perinola, una suerte de ghostwriter, copista, amanuense, escribiente o como gusten llamarlo, para que lo haga por él a cambio de una paga. A lo largo del libro vemos cómo ambos personajes meditan cómo escribir una obra. “Escribir para otro implicaba borrarse a uno mismo como autor: malo para la vanidad, pero al menos rápido, como toda desaparición”, dice en algún lado el narrador de Parménides. Ahí tenemos la tesis central de este libro: la muerte del autor. ¿A quién le pertenece el libro? ¿Parménides o Perinola? ¿Ambos o ninguno? Joel Vargas

 

El gran misterio – Blatt & Ríos (2018)

Esta novela breve (80 páginas) quizás no quede grabada como una de sus mejores obras. Sin embargo, el dato que resalta es que se trataría de su libro publicado número 100. Aquí, el prolífico autor, con su habitual prestancia para la novela narrada en primera persona y de breve extensión, retoma algunos tópicos clásicos de su obra: el mundo de la ciencia, la meta-literatura, el reconocimiento público, la autobiografía deformada, la comedia negra, lo bizarro. El protagonista es un científico prestigioso al cual todos lo reconocen como genio, quien está muy interesado en descubrir “el gran misterio” de las cosas. En síntesis, sería algo así como entender el sentido de la vida o fotografiar el origen del universo. Este genio de la ciencia confesará, también, que su cuerpo está unido a una especie de genio mágico, como los de los cuentos orientales, y este sería el por qué de sus descubrimientos magníficos; aquí radica el toque sobrenatural que aporta Aira a esta historia. Mientras se despliega una trama en torno a avances científicos algo toscos y al descubrimiento de los rayos X, el autor aprovecha para colar impresiones sobre las políticas públicas culturales en torno a las bibliotecas (las muestra como lugares vacíos, abiertos las veinticuatro horas y con un control estatal casi nulo) y delinea, como de costumbre, un entramado cotidiano: un divorcio, dos abogados enfrentados por escribir la autobiografía del famoso protagonista y una adopción. Vale destacar un trabajo fino en torno al lenguaje, el ritmo, la extensión de las oraciones y párrafos. Al igual que en novelas como El Mago, se pueden leer sutiles (o no tanto) guiños a la mirada de Aira sobre sí mismo. En este caso, la figura del genio científico podría ser una especie de burla hacia el permanente elogio popular al genio literario. Pablo Díaz Marenghi

Cumpleaños – Literatura Random House (2000, reedición 2018)

“Fuera de la literatura, me era en extremo difícil vivir, así que no deje casi nada afuera”, afirma ¿el narrador? ¿el autor? en Cumpleaños (2001). Un libro donde Aira, a raíz de cumplir 50 años reflexiona sobre su obra y vida, que en su caso funcionan como un espejo. La novela es una especie de autoficción, donde el narrador, el personaje y el autor se confunden. Es Aira y no lo es a la vez. La idea es poner en evidencia la tensión de las fronteras que existen entre estos conceptos. Es la respuesta aireana a la pregunta: ¿qué es un autor?

En las páginas de Cumpleaños también se pueden encontrar afirmaciones como: “Mi estilo es irregular: atolondrado, espasmódico, bromista; bromista por necesidad”.  Y la confesión de un ambicioso plan: “Empecé a desplazar el foco de atención a un proyecto totalizador del que mis trabajos literarios serían la preparación, el anuncio, el anzuelo. Las novelitas, que seguí escribiendo, a medias por inercia y a medias para perfeccionar la coartada, empecé a verlas como documentación marginal, y, en la medida en que seguía escribiéndolas, como un modo de entender mi vida. La vida del autor de la Enciclopedia. Porque ése es el nombre clave del magno proyecto: la Enciclopedia.” La muestra cabal de que quizás quiera llenarnos de novelas, escribiendo sobre todo y todos hasta que el aire se convierta en Aira. Joel Vargas

El mago – Literatura Random House (2002, reedición 2018)

Es habitual que sus libros se estructuren en torno a una pregunta. ¿Qué pasaría si en un supermercado chino te dieran el vuelto con objetos que abren puertas a mundos desconocidos? ¿O si un joven que se inscribe en un gimnasio para mejorar su apariencia se ve inmerso en un enfrentamiento delirante y apocalíptico? En el caso de El mago, publicado originalmente en 2002 y reeditado en 2017, la pregunta es: ¿Qué pasaría si existiera un mago cuyos poderes fueran reales? Es decir, si la magia no fuera tan solo una ilusión sino una posibilidad real y tangible. Tal es el interrogante que despliega Aira en esta novela breve, fiel a la extensión que caracteriza su inagotable factoría. 144 páginas le alcanzan para contar la historia de Hans Chans, un peculiar ilusionista cuyo talento oculto, y a la vez martirio, es la capacidad de realizar cualquier truco de magia que se le ocurra. Desde materializar objetos de la nada, como heladeras o hasta dinero, hasta levitar. Lo curioso, y el atractivo de esta historia, es que el mago vive este poder oculto con desdicha y pesar. Un narrador omnisciente relata las dudas y miedos de Hans Chans, que, a lo largo de su vida, se convirtió en un mago mediocre para no llamar demasiado la atención y para disimular sus habilidades sobrenaturales. Cuando es invitado a un congreso de magia en Panamá, decide que esa será su oportunidad para lucirse como nunca antes. En el medio, conoce a un joven e inesperado admirador en aquellas tierras lejanas. Mientras interactúan, Aira utiliza este encuentro como excusa para construir un relato sobre los propios miedos, la inseguridad y la auto censura. Sobre el final, la novela da un giro rizomático que provoca la risa socarrona del lector aireano promedio. El mago es una novela que profundiza sobre la mirada del otro que, como dijo el filósofo Jean Paul Sartre, puede convertirse en el verdadero infierno. Pablo Díaz Marenghi

Prins  – Literatura Random House (2018)

Cualquier coincidencia con la realidad ¿es pura casualidad? En las primeras páginas de Prins el narrador, un escritor de novelas góticas, se jacta de ser el “payaso de la literatura” porque los críticos lo destrozan, y hasta lo acusan de plagio y hasta con poca imaginación por la gran cantidad de títulos suyos que hay en el mercado. ¿Seguir escribiendo o no? Esa es la duda que parte al medio a nuestro “héroe”. Aunque la obra del escritor pringlense escapa de las interpretaciones y sobreinterpretaciones solo bastan unas pocas líneas para darse cuenta que esta es una novelita que discute con cierta parte del mercado literario: escritores, editores, libreros y lectores que critican su estilo. A Aira le interesa desentrañar los modos de producción del arte y, a partir de sus libros, dar la discusión en el campo de batalla. No es inocente la elección de que el protagonista sea un escritor de novelas góticas, sirve para problematizar cómo el mundillo de las letras trata a los géneros, mal llamados, “menores”. La parodia, como ya nos tiene acostumbrados el autor, es el modo de abordar estas discusiones. Prins es, dentro de su vasta y dinámica obra, un libro al que hay que volver para entender cómo Aira recurre a los edificios teóricos que adscribe: el surrealismo, el absurdo, la posmodernidad y el humor. Joel Vargas

Un filósofo – Iván Rosado Editorial (2018)

El comienzo de esta novela corta es simple, conservador y, a la vez, irreverente: “Había una vez un filósofo que era muy lento con las ideas”. ¿Qué clase de filósofo puede ser lento con las ideas o la elaboración de conceptos? Tal es el personaje en el cual se centra el autor pringlense para contar una historia que reúne los principales condimentos del vasto universo que supo forjar: exageración, ribetes paródicos, viajes, neurosis, dudas, misticismo y algunos toques de sexo. Al igual que en El Mago (2002) o, más precisamente, en El congreso de literatura (1997), este personaje es invitado a un congreso y se muestra inseguro de sus dotes cognitivos. A la vez, se verá envuelto en un entramado criminal y misterioso. Por momentos, caerá preso de la paranoia, como cuando teme contagiarse de algún virus intrahospitalario en un delirio similar al del narrador de Cómo me hice monja (1993). El autor se toma el tiempo para colar alguna crítica social, como cuando menciona el aumento exponencial de la pobreza en el país (vale recordar que esta novela fue terminada en julio de 2015). Hay momentos para las metáforas grandilocuentes, otra marca registrada, como cuando describe la cadencia de una relación sexual como “la gesticulación de un bebé furioso” o a pezones erectos como “los dedos de un mono”. Esta novelita funciona, sobre todo, para problematizar la figura del genio, otro habitual tropos que estructura la obra de este autor. De este modo, teniendo en cuenta sus pergaminos y sus eternas candidaturas al Premio Nobel de Literatura, se vuelve inevitable pensar que Aira no hace otra cosa que, por medio de algunos artilugios ficcionales, narrarse a sí mismo. Pablo Díaz Marenghi

Un sueño realizado – Emecé (2001, reedición 2018)

Hace un par de años Planeta lanzó su “Biblioteca Aira”, el plan era reeditar algunas obras, y al poco tiempo Random House hizo lo mismo. El universo aireano es tan amplio que pueden coexistir varias colecciones en diferentes sellos, ya sean multinacionales o independientes. Dentro del plan de Planeta, una de las novelas apuntadas para que vuelva a estar en librerías era Un sueño realizado (2001). Al consultarle a Aira, les dijo que primero tenía que revisarla porque creía que iba a encontrar muchos errores pero le pareció perfecta así como estaba, no se atrevió a tocarle ni una coma.  ¿Por qué habrán elegido Un sueño…? Con el correr de la lectura, la respuesta se decanta. El absurdo, el recurso aireano por excelencia,  se hace muy evidente. Aquí entra en juego el pacto de lectura, a la hora de leer un libro de Aira hay que hacer concesiones, todo puede pasar. La gran ambición aireana podría ser que el lector también construyera la novela. ¿Importa contar cuál es el argumento de Un sueño realizado? Hay un tipo privado de su libertad, un delito, una cárcel, un amor y mucha pero mucha angustia. Joel Vargas

 

Canto Castrato – Literatura Random House (1984, reedición 2018)

“Todos los cuentos de Copi, y los capítulos de sus novelas, serán párrafos únicos, y toda su ficción será un continuo”, escribió Aira sobre Copi alguna vez. ¿Les suena familiar? Es el mismo procedimiento que aplica Aira: pase lo que pase el relato sigue. El continuo es la matriz de su narrativa. Es formal, cómo está construido el relato, y génerico: sus novelitas de una página a la otra pasan de ser realistas a fantásticas bruscamente. Un ejemplo del tránsito de géneros es Canto Castrato. Otra vez un artista es el protagonista: el Micchino, un cantante de opera italiano del siglo XVIII. Es uno de sus libros cosmopolitas. La acción no transcurre en Flores ni en América Latina sino se da en Europa: desde Nápoles a San Petersburgo, pasando por Viena. Es una novela de aventuras, pero también hay una narración epistolar y también presenta rasgos del espionaje y también hay realismo decimonónico y también…. Ese hibrido de géneros, es el encanto de la obra de Aira. Joel Vargas

 

El juego de los mundos – Emecé (2000, reedición 2019)

Este libro presenta una particularidad dentro de la obra de Aira, tiene un subtitulo: Novela de ciencia ficción. Está puesto ahí para que sea un ordenador de lectura. Qué raro, ¿no? Aira poniéndole una etiqueta a uno de sus libros, diciéndonos cómo habría que leer El juego de los dos mundos. ¿Es una trampa? ¿una broma? Sí y no. Pasan cosas del mundo de la ciencia ficción: hay una realidad distópica donde los libros son materia muerta y los jóvenes están obsesionados con “Realidad Total”. Un juego donde el objetivo es destruir planetas y especies. Mejor lo decimos en criollo: juegan a ser Dios. El narrador piensa, reflexiona y esboza una teoría: “Realidad Total” quiere reinstalar la idea de Dios en la humanidad. Una figura y un concepto ya abandonados. Pero también El juego de los mundos se pregunta cómo será escribir en el futuro, cómo va a ser la literatura: ¿un arte residual? ¿un juego que destruye planetas? Otra vez vuelve a aparecer la problemática de la escritura: sus usos y costumbres. Aira puro. Joel Vargas

 

Ideario Aira, de Ariel Magnus – Literatura Random House (2019)

Algunos eruditos en la obra del escritor pringlense han dicho que no tiene ningún sentido establecer un orden o una suerte de cartografía de semejante obra. Para el lector novato, la inmensidad de la producción de César Aira (más de cien títulos y sumando) suele resultar inabarcable. ¿Por dónde empezar? Ariel Magnus es, junto a Ricardo Strafacce, uno de los que intentaron una suerte de recorrido, una visita guiada por la literatura aireana pero bajo un prisma peculiar: un diccionario de ideas. Así lo explica en el prólogo: “nace de la idea de seleccionar las mejores de estas ocurrencias doblemente sorpresivas, por su contenido pero también por su aparición inopinada, para terminar de darles la autonomía que su genialidad merece”. De ese modo, el autor recorrió la obra de Aira por completo, seleccionando conceptos, creaciones o puntos de vista sobre la existencia y ordenándolos de la A a la Zeta.

“Una idea puede ser memorable por el objeto al que hace referencia, por la forma en que se la expone, por su relación con otras ideas de otros libros o simplemente por su belleza literaria, su retorcimiento”, amplía Magnus sobre qué entiende él por la virtud de una ocurrencia. Este peculiar diccionario abarca por completo ese abanico, demostrando la genialidad de la inventiva de Aira y su absoluta displicencia hacia lo canónico. Lo esperable, en sus obras, se vuelve inesperado. Aquí se intercalan descripciones minuciosas de su ADN geográfico (Coronel Pringles y Flores) con inquisiciones delirantes tales como: un conflicto a partir de cuál es el órden indicado para contar un chiste, clones del escritor mexicano Carlos Fuentes, Bob Esponja, gauchos, caramelos que explotan en la boca, leyendas sobre el Diablo en Buenos Aires, extraterrestres, helados que hablan, un guión televisivo o una Corporación Mundial de Filósofos.

El ideario, además, reúne máximas en las que Aira despunta también su talento como crítico y ensayista. En su “Ley del relato”, sentencia: “cuando menos importante es un hecho, más cuesta contarlo”. Y dice sobre los lectores que “se diferencian de los coleccionistas en que sus sueños siempre se hacen realidad”.

Dijo el escritor, crítico y docente Martín Kohan, interrogado sobre Aira en un artículo: ” Combina sofisticación con sencillez y señala una tradición: la de la excepcionalidad”. Otras palabras que funcionan para describir la obra del autor de La Guerra de los Gimnasios son la parodia y el delirio, enmarcándose en una tradición literaria argentina que lo emparenta con los Lamborghini, Alberto Laiseca, Néstor Perlongher, Fogwill y, más acá en el tiempo, Sergio Bizzio o Daniel Guebel. O bien, como afirma el poeta y becario del Conicet Carlos Surghi en un ensayo, “la experimentación en Aira está relacionada con una premisa propia de la filosofía del arte: la finitud de la expresión, el carácter evanescente de las formas, la descomposición del carácter trascendente de todo sentido”. Pablo Díaz Marenghi

César Aira, un catálogo, de Ricardo Strafface – Mansalva (2018)

¿Cómo abordar la obra de Aira? ¿Cómo hacer un mapa de un territorio tan inmenso? Ricardo Strafacce lo hizo: diagramó un catalogo de sus primeros 100 libros. Su método es lo más interesante, primero los dividió en Novelas, Relatos, Diarios, Teatro, Ensayos, luego en cada categoría los ordeno alfabéticamente y escogió una página de cada uno. ¿Una sola? Sí, una sola. Cada una de ellas capta la esencia del libro en cuestión. Y además da un pantallazo general a cómo piensa, narra y construye César Aira. Es un libro ideal para cualquiera que se precie de ser un acólito del priglense. En César Aira, un catálogo, no hay textos críticos de Strafacce, él decidió que la obra de Aira hable por sí sola. Una operación aireana, hacer que un autor haga una suerte de crítica de su obra sin que él quisiera ni se lo hubiera imaginado. Joel Vargas