Algunos que regresan, otros que se cortan solos y otros que se juntan y se mandan un discazo. Elegimos estos cinco discos internacionales como los mejores del año.

Por Martín Barraco – Matías Roveta – Joel Vargas

 

 

 

 

 

 

Foo Fighters – Wasting Light

Después de la muerte de Kurt Cobain y la disolución de Nirvana en 1994, Dave Grohl se encerró en su casa de Seattle durante un año y lo único que hizo fue tocar en el garage con sus amigos. Así nació Foo Fighters. Y así se concibió Wasting Light. Producido por Butch Vig (Nevermind) y grabado íntegramente con cintas analógicas en el garage de la casa que Grohl tiene en Los Ángeles, el disco cumple con el objetivo que se había planteado la banda antes de editarlo: un sonido sincero, sin correcciones digitales y arrasador en su propuesta. A lo largo de sus 11 canciones hay hard rock, metal, redobles endemoniados y riffs punzantes. Pero una balada –“I Should Have Known”- ofrece el momento de quiebre: a la participación de Krist Novoselic en bajo, se le suma la desgarradora confesión de Grohl –a 17 años del fin de Nirvana- sobre Kurt: “No, todavía no puedo olvidarte”.

 

Arctic Monkeys – Suck it and See

El cuarto disco de Arctic Monkeys es un álbum concebido desde el Pop: suaves melodías por momentos más intensas pero que no terminan de explotar en “She’s Thunderstorms” y estribillos pegadizos en “Brick by Brick” y “The Hellcat Spangled Shalalala”. El resto de las canciones (por ejemplo “Piledriver Waltz y “Suck it and See”, que da nombre al disco) transita la misma senda, excepto por “Don´t Sit Down Cause I Moved Your Chair”. Ese sutil punteo de guitarras desata luego la tormenta que se prometía en “She’s Thunderstorms”, e invita a todos a bailar “La Macarena en la guarida del Diablo”. “Don´t Sit Down…” permite descubrir lo mejor del tracklist, que cobra mayor fuerza y hace relucir toda la potencia rockera de los Monkeys y la calidad de las letras de su cantante y compositor, Alex Turner.

 

The StrokesAngles

Cinco ángulos, un pentágono perfecto. Luego de cinco años de silencio The Strokes pateó el tablero y editó Angles, su mejor trabajo desde su excelente debut Is This It (2001).  Volvió la última gran banda del rock de la historia para reclamar su trono y desterrar a los usurpadores e imitadores de dudosa creatividad. ¿Pero cómo? ¿De qué forma? Con grandes canciones, compuestas por toda la banda y dejando de lado sus egos. Otra vez están haciendo de la suyas la voz gastada y magistral de Casablancas,  las guitarras obreras de Valensi y de Hammond Jr., y el tándem Moretti-Fraitture. La consigna es ser más retro rock que nunca, y las pruebas son “Under Cover of Darkness”, Taken For A Fool” y “Gratisfaction”.

 

Noel Gallagher’s High Flying Birds – Noel Gallagher’s High Flying Birds

El 2011 será recordado como el año en que se inició la era post-Oasis. Mientras que Liam se consagró hacia el rock and roll junto a Beady Eye, Noel Gallagher decidió optar por el camino inverso: abandonó la grandilocuencia del rock a escalas planetarias del último Oasis y resumió –en Noel Gallagher’s High Flying Birds, su debut solista- un puñado de hermosas canciones que resultan ideales para ser tocadas en un teatro, sólo con una guitarra. Justamente la acústica de Noel gobierna todo, pero también hay orquestaciones sinfónicas, coros épicos, vodevil y algunas de las conclusiones más interesantes que Noel haya escrito en años. La perla del álbum es “Stop The Clocks”, un inédito de Oasis que resume el concepto del álbum y puede despertar ilusiones: siempre volvemos a nuestro lugar de origen.

 

Lou Reed & Metallica – Lulu

Durante algún momento de este 2011, el lado oscuro de la fuerza ejerció su indominable poder y generó la reunión de dos pesos pesados : Lou Reed y Metallica. El resultado es Lulu, un disco diabólico y opresivo, oscuro en su lírica y destructivo desde el art-metal que atraviesa a los 11 tracks. Aunque –atención fans del metal- lo que permitió esta extraña cumbre fueron un par de lágrimas: James Hetfield y Kirk Hammett estallaron en llantos al leer la letra de “Junior Dad”, una las canciones que Lou Reed había compuesto para musicalizar las obras del dramaturgo alemán Frank Wedekind. A partir de ahí, los tipos duros de Metallica quedaron rendidos ante el magnetismo de Lou Reed y le dieron el marco sonoro apropiado a sus letras, entre cínicas y sarcásticas, para redondear una de  las colabraciónes más interesantes que se recuerden en años.