Nuestros elegidos como mejores álbumes revelación de 2018.

Ilustración por Martina Mounier

Laika Perra Rusa – Marcha I

Dance punk militante en la era macrista, menos cancionero que sus antecesores pero más potente y arriesgado en cuanto a composiciones, con este disco Laika Perra Rusa logra cristalizar su propuesta de música electrónica al mejor estilo LCD Soundsystem o Hot Chip, curiosamente gracias a la mano de Shaman Herrera en la producción y mezcla. Pero lo más destacable de Marcha I es que se trata de un disco con ideas, donde los sonidos, los ritmos y las letras giran en torno a los mismos conceptos. Algo que no abunda en la tiranía de las playlists y los singles.

La primera de estas ideas es que no se puede hablar del presente de la Argentina sin conectarlo con un pasado. El disco, de siete canciones, arranca con intenciones explícitamente políticas. “El cuerpo firme de las bailarinas” tiene un sonido retro-pop que gira sobre la cultura de los años ‘90, desde Beatriz Salomón hasta el giro neoconservador. Sin respiro, al arrancar el segundo track, titulado “50.000.000.000”, se escucha un audio sampleado que habla de “un llanto colectivo”, “ley de punto final” y “marchas enormes”. Luego una joven cuenta que en los cumpleaños de 15, en los ‘90, se “usaba mucho la marcha”. La música crece hasta que estalla un dance punk acelerado, como los tiempos que vivimos, y anclado indudablemente en la coyuntura:“La revolución de la alegría cuesta / cinco, cero, cero, cero, cero, cero, cero, cero, cero, cero, cero / bocha de guita”. El número hace referencia a la deuda externa que tomó el gobierno de Mauricio Macri hasta antes del préstamo del Fondo Monetario Internacional. De este modo, en esas dos primeras canciones, el disco plantea sin mucha necesidad de exégesis el diagnóstico del presente: el macrismo es una reconfiguración del modelo neoliberal que fundió al país en los noventa.

El planteo más profundo que subyace es que el cuerpo es político, y de ahí la necesidad de militar por su liberación: dotándolo de salvajismo, alivianando la firmeza, transformándolo en diverso y desdibujando las diferencias de géneros, algo que se puede apreciar en la portada del disco. “Esta noche no es tu noche, paki”, advierten con sentimentalismo robótico a la Daft Punk en “La flecha”. “Algo se comenta en el barrio / algo que pasó y quedó / en el baño de un boliche / te encontraste al super ratón”, canta con algo de picardía Gastón Figueroa en “Bb”.

El hallazgo de Marcha I es que pone sobre la superficie la connotación política y social de la música electrónica, le devuelve su espíritu de resistencia y lo quita del lugar de mero esparcimiento, como generalmente se hacía en la Argentina. Satisface la necesidad de viajar al sonido, en el sentido que lo ve el crítico inglés Simon Reynolds, y al mismo tiempo establece su anclaje en la realidad práctica, como una banda de rock. Nadie podrá negar que se trata de un verdadero trabajo honesto. Ilan Kazez

1915 – Bandera

Aunque lo trabajaron a lo largo de todo un año, Bandera, el segundo disco de 1915, exhibe urgencia. La premura que puja por salir en cada track. Con menos tiempo para la orquestación que en Dual (2016), que era más conceptual desde lo sonoro, en el reciente registro hay más segundos y minutos invertidos en manifestar ideales y bajar una línea: esto somos y esto pensamos. Atentos a la coyuntura social, tanto local como regional, el quinteto que comandan Cruz Hunkeler (guitarra y voz líder) y Jeremías Alegre (batería) publicó una obra que se hace eco de las lucha de su generación y que reivindica el valor de la militancia real, no la virtual. De la que pone el cuerpo y copa las calles. Como reconocieron meses atrás en una nota, es un álbum en el que se pretende llegar a las personas a través de las canciones. Donde se intenta sentar una postura. Y queda claro desde el arranque, con “Policía”, donde arremeten de lleno contra los medios hegemónicos y las autoridades del orden. O en “El Enemigo”, en el que samplean el testimonio de una madre reclamando por la aparición de su hijo desaparecido en la última dictadura cívico militar. Ya se dijo mucho este año, pero vale recordarlo: nunca nadie se arrepiente de ser valiente. Lucas González

Medalla Milagrosa – Fantasía Peligro

Fabián Tripi abandonó su álter ego Yoimpresionista cuando se encontró con Marcos Díaz (ex Bosques, esporádico Sué Mon Mont). Juntos le dieron una estructura más sólida a un grupo de canciones claustrofóbicas. Sus primeros registros, los epés Pasadizo y Vida Pasada –ambos del 2017–, sirvieron como carta de presentación en clave lo-fi, sin embargo en Fantasía Peligro, el esperado álbum debut, compaginan una simbiosis entre un sonido de alta calidad con las raíces más despojadas, logrando un disco de guitarras reverberantes y vértigo pop. Entre mensajes ocultos, teorías conspirativas, una impronta cyberpunk-retrofuturista y una retórica enigmática trazada sobre la ciencia ficción y la figura de Carl Sagan, los Medalla Milagrosa conjugan distintas tonalidades sobre una paleta amplia de géneros que muta dentro de cada canción: saltan de una base kraut (“Fuerza débil”) a una marea shoegazer (“La guía”), definen un pasaje climático espeso con un estribillo pop glorioso (“Amateur”). Hacia el final, un kraut envolvente choca con una fuerza psicodélica y noise en el único track que no escribe Fabián, “Transeuntes” (letra por Vanesa Pagani), cerrando uno de los discos más logrados del año. Juan Martín Nacinovich

Salvapantallas – SMS

Salvapantallas es: “una imagen que se activa de manera automática en una computadora encendida cuando no está siendo utilizada”. La definición aceptada por la RAE parece poco romántica para definir a la nueva parejita estrella del indie pop.

Pero si se piensa en los lugares que quedan vacantes frente a la suspensión de toda actividad, la elección de este nombre no parece errarle al punto. Salvapantallas, la pareja cordobesa que comenzó su carrera haciendo furor en las redes sociales cantando covers de artistas archiconocidos (Fito Paez, Charly Garcia, Nito Mestre), definitivamente vino a llenar un nuevo espacio en la escena musical argentina: a renovar todas las góndolas abarrotadas de estímulos de la generación postmillenial. Para los que no los cono

cen, los Salvapantallas son Zoe Gotusso y Santiago Celli, dos cordobeses de 20 y pocos, quienes hace dos años lanzaron este proyecto que hoy está presentando, en una gira sudamericana, su primer álbum, SMS —el título, fiel a su generación—, producido por el también cordobés y artista, Juan Ingaramo. “Soy tranquila, tengo un grupo de amigos muy sano, estoy rodeada con gente que me cuida. Piso la tierra con los dos pies.” dice Zoe para la La Voz de Córdoba, luego del festival La Nueva Generación (noviembre, 2018) donde los “Salva” (como ellos se refieren a sí mismos en sus redes sociales) tocaron, y Zoe pudo también cantar junto a Emanuel Horvilleur y Louta.

Santiago y Zoe se conocieron en el 2016 en las redes sociales y a las dos semanas ya tocaban juntos en un escenario de Córdoba. Dicen que admiran a Jorge Drexler, quien también colabora en su primer disco, y tiene una canción titulada Salvapantallas: un canto romántico a alguien especial, pero también a la vida, que habla del inexorable paso del tiempo y de la inevitable transformación de las cosas menos como un fatalismo que como una esperanza: “Brindo por las veces que perdimos las mismas batallas” dice la canción cuya letra navega en una melodía onírica que le va como anillo al dedo a la sorpresiva ternura de esa voz masculina.

¿Por qué tienen éxito las canciones de Salvapantallas? Porque se transmiten con amor, dulzura y calma, como dice la vocalista del dúo. Por la espontaneidad del vínculo entre ambos (dice Santiago en una entrevista para Imneuquén.com), la naturalidad y conexión que se nota a la legua y en cada video o escenario que comparten. Son canciones que hablan en general del amor, uno de los temas más misteriosos y controvertidos para la raza humana desde que el tiempo es tiempo. Y que aluden a todos los temas que sacuden desde las entrañas a sus seguidores: la ansiedad frente a los mensajes de Whatsapp que no llegan, la importancia de ser auténticos y sin culpas, el poliamor (el deseo de ser libres pero estar juntos: no perder nada y quererlo todo), la necesidad de “soltar” el pasado, y que si hubo amor, que haya también un buen final.

Todos dicen que esta es una generación perdida, donde la extinción de los vínculos “verdaderos” será (y es) el insoslayable legado de las redes sociales. Por suerte, surgió este duo para contradecir todo eso. Para traer, en ancas de una voz de terciopelo y una guitarra certera, la paz y la ternura que combatirán el frenesí apocalíptico de toda una generación. Gracias a todos los ciberdioses por los Salvapantallas. Agustina del Vigo

Conociendo RusiaConociendo Rusia

Mateo Sujatovich tuvo que sangrar para hacer el disco debut y homónimo de Conociendo Rusia, su flamante alterego. Con 27 años y 15 de carrera, echó sal sobre sus propias heridas y transmutó el dolor de una separación en siete canciones de tinte confesional. Una pluma que asume una primera persona clara y directa, que dialoga con la obra de autores concisos y sensibles, caso Mariano “Manza” Esain (Valle de Muñecas) y la Rosario Bléfari de Suárez. Hay una honestidad que por momentos roza la brutalidad. “Me dicen mis amigos que lo nuestro no era cierto”, canta Sujatovich en “Loco en el desierto”, tema que además de inaugurar el tracklist fue escrito junto a Julián Ares, de Nidos. La dupla, que el año pasado formó Testigos, también firma “Cicatriz”, un blues agónico y amargo (“Cuánto tiempo más voy a mentir, ya no quiero subsistir así”). Sin embargo, en “Bruja de Barracas” también hay lugar para la redención: “Fin de la historia, es nuevo empezar. Reza mi cuerpo, poder arrancar”. Mientras que en “Juro”, a ritmo de una base electrónica, el músico opta por quitarse las penas a fuerza de movimiento. Porque no hay mal que dure 100 años, ni pesar que no se quite bailando. Lucas González

Boedo – Todo el día en casa

Una típica casa porteña de antaño con techos altos y puertas gigantescas, amuralladas por postigos, que conectan todos los espacios sobre el piso damero de baldosa. Así parece ser el búnker ideal que eligen los Boedo para pasar Todo el día en casa (2018). Hernán Monti Molinari, tecladista de Pyramides, agarró todas sus inquietudes y las trasladó a este primer EP junto a Julieta Heredia en guitarra y coros, Julieta Lima en batería (bajo en Temporada de Tormentas) y Juana Muschietti en bajo y voces, también a cargo del diseño y arte de tapa. “Todos los chicos y las chicas” rompe con la estructura de estrofa-estribillo con una introducción kraut: la base machacante de batería y bajo que da lugar al dialogo entre guitarra y teclado, hasta desembocar de un tirón en una letra acongojada (“Y no estar mal, venir acá./ Y no estar tan metido en mi cabeza/ sólo me falta practicar/ el salir un poco afuera”). “Todo bien, te quiero” y “Cosas del motor” se complementan a través de un tratamiento de corte alternativo con terminaciones de rock-pop, mientras que “Río de enero”, una pieza instrumental de alto vuelo, retoma el pulso motorik mientras evoluciona sobre la marcha. Un interesante primer paso para Boedo. Juan Martín Nacinovich

Malajunta Malandro –  El Amor No Muere Y Vos Te Querés Morir

“Crecí con mucho rock nacional, que tiene la temática del mensaje, más allá del jolgorio, tratar de tocar el corazón de la gente y acordarse de los demás. Suena diferente a la cultura del trap, que es plata y todo eso; yo soy humilde y vivo en un barrio humilde, entonces hablo de eso”. Las palabras son de Matías Ezequiel Mansilla, alias Malajunta, uno de los referentes actuales de la música urbana, el rap, el trap y el hip hop. Ritmos consolidados como el sonido que interpela a los jóvenes hoy en día tanto o más que el rock, emergiendo en las calles y consolidado dentro del movimiento freestyle y las batallas de gallos. Tal como canta en “Ahora Quieren Pan”: “No hay putas ni oro pero hay barrio cien por cien”. Conformó un imaginario alejado de la principal vertiente del trap local, un emulo de la escena estadounidense. Este año lanzó su primer disco, luego de una tonelada de singles, en donde incluye nuevas composiciones y otras ya conocidas. Allí cuenta historias de amor románticas y aporta su particular óptica para retratar las vicisitudes de su barrio, Las Tunas, ubicado en lo profundo de la Zona Norte no cheta, en las afueras de los barrios privados. Lo describe en “Tu Chacalito”: “Ahí vive este malandro/ Entre el arrollito y el campo/ Y tu GPS gritando / en zona peligrosa esta entrando”. Calles de tierra, marihuana prensada, botellas cortadas y “Brahma polar” conforman el imaginario de Malajunta, quien construye su propia simbología divergente al canon del trap contemporáneo. Se permite la ironía hacia los traperos actuales y aporta frescura a la arena local. Programaciones y bases hiphoperas/electrónicas sencillas funcionan como el colchón necesario que amortigua los versos filosos de Malajunta, quien también curtió el freestyle, pero supo alejarse cuando vislumbró cierta moda. Pese a esto llegó a las tapas de los suplementos de rock. Él, que tenía al Indio Solari como ídolo en su adolescencia, que se imaginaba cantando en grandes estadios y que siempre fantaseó con construir un mensaje propio.  Pablo Díaz Marenghi

El Zar – A los amigos

El dúo de pop-rock formado por Facundo Castaño Montoya (voz) y Pablo Giménez (guitarra) lanzó A los amigos luego de ganar la última edición de la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires. Su segundo álbum, al igual que Círculos (2016), logra una mixtura de épocas al fusionar una impronta retro que flota entre los ’70 y los ’80, y sonidos digitales contemporáneos. En primera instancia, las canciones nacen desde una computadora, pero a la hora de grabar en el estudio los protagonistas ejecutan todos los instrumentos (completan Matías Verduga en batería, Nicolas Garay en guitarra y Baltazar Oliver en teclados y programaciones). Ahora, con banda completa, El Zar suena más sólido y compacto. Entre beats rítmicos, redobles y finos ornamentos, A los amigos despliega un abanico de virtudes propias e influencias interesantes que parten de una ascendencia cercana a Gustavo Cerati, con un pie en Bocanada y otro en Siempre es Hoy, líneas de guitarras electrónicas á la Ratatat y una voz aterciopelada, de corte spinetteana, que recorre con protagonismo toda la placa. Pasan de una canción disco ochentosa (“La inmensidad”) a una balada épica (“Los chicos no entienden”). Goyo Degano de Bandalos Chinos aporta su voz en “Pensarlo de nuevo”, quizás el hit máximo del disco, que viene acompañado con un videoclip donde conviven estimulantes y vampiros que coquetean con la impronta de Only Lovers Left Alive (2013) de Jim Jarmusch. Juan Martín Nacinovich

Rosalía – El mal querer

El mal querer es un álbum conceptual, está inspirado en La Flamenca, una novela occitana de autor anónimo del siglo XIII que cuenta la historia de un amor tóxico, peligroso y oscuro. Por eso es importante escucharlo en orden. En tiempos donde la escucha random y las listas de Spotify son moneda corriente, Rosalía propone que apreciemos una obra en su totalidad.  Este disco fue la tesis de ella para obtener el Título Superior de Flamenco en la Escuela Superior de Música de Cataluña.  En una entrevista afirmó: “Pensaba en desarrollar sobre todo un concepto de directo partiendo de un marco flamenco, pero que no tuviera nada que ver con un espectáculo tradicional de flamenco”. Algo que logra con creces, trabajando con dos géneros que parecen opuestos, el flamenco y el pop. Logra una química impensada e hipnótica. Joel Vargas

CA7RIEL – LIVRE

En tiempos donde el trap es el género del momento y casi todos los artistas suenan bastante parecidos, la irrupción de CA7RIEL en la escena es algo a destacar. “Acá hay mucho trap, mucha mierda, que me gustaría que cambie. Como nadie lo hace, me lo pongo al hombro.”, sostiene CA7RIEL en una entrevista. Su último disco, LIVRE, es poderoso. Hay rimas certeras y un mestizaje de géneros: house, rock, funk y siguen las firmas. Básicamente todo lo que suena en la cabeza de CA7RIEL . Una bomba. Joel Vargas

Agrupación Capitán – Agrupación Capitán

Tras dos años de juntarse a zapar y explorar colectivamente en busca de un sonido característico, ex miembros de D.I.E.T.R.I.C.H. (Hakinen), Pommez Internacional (Nicolás Suboldi) y Furies (Federico Abuaj) se juntaron para formar Agrupación Capitán (completan Julián Vey, Nicolás Teubal –también en Isla de Caras– y Damián Escalona). El viaje que proponen gravita de forma estimulante entre lo cósmico y el amor fraternal. Primero por la mezcolanza de ritmos latinoamericanos, beats electrónicos y folklore, todo enarbolado sobre una ascendencia afrobeat. Segundo, a través de sus letras, inspiradas en un viaje que hicieron Suboldi y Vey por el noroeste argentino. Allí documentaron los cantos primitivos autóctonos, como las bagualas y las vidalas. “Fueron ciertos los caminos que/ nuestra sangre hoy hermana/ fuimos lo que hemos sabido ser/ con esta voz”, cantan en “Hermano”, el segundo single adelanto. La voz acompaña, por momentos fantasmagórica, por otros de manera etérea, aunque siempre elevada. Hay un novedoso brío de vitalidad en Agrupación Capitán, de cierta energía sensorial. Definitivamente hay que verlos en vivo. Juan Martín Nacinovich

Morada de Pájaros – Por ahora

En 2016 Morada de Pájaros se metió de lleno en la escena independiente con su primer larga duración, El Principio del Círculo. Lejos de los sintetizadores, instrumento por excelencia en aquella época (¡hacer memoria!), el sucesor del EP homónimo y debut de 2013 apelaba a la canción de autor y a una sonoridad desprejuiciada. Del folclore a los valses, pasando por la bossa nova. Todo estaba permitido. Dos años después, y bajo la tutela artística del cada vez más cotizado Nahuel Briones, que ofició de productor, guía y parangón emocional, el grupo lanzó Por Ahora, disco que profundiza lo alcanzado, pero que se anima y da un paso más. Si en el trabajo anterior la dupla vocal que conforman el guitarrista Julián Márquez Pintor y la acordeonista Natalia Sabater es, junto a las letras de ambos, uno de los puntos más logrados del quinteto, la premisa ahora pasó por expandir ese universo y sumar voces, como la de Mateo de la Luna (actual Cuerpo) en “La pérdida” o la de Eugenia Brusa en “Hemos construido lo mejor”. Lucas González

Wos

La lengua fluye desde tiempos inmemoriales. Antes de la palabra escrita, la oralidad era el motor de las culturas. Las tradiciones, las historias, los mitos se pasaban de boca en boca. El hip hop, es un gran ejemplo de cómo la oralidad sigue presente en estos tiempos. El flow, la imaginación y la memoria. Todo eso tiene que tener un buen MC, un buen rapero. Wos cumple con todo eso. En diciembre del año pasado ganó la Batalla de los Gallos y se convirtió en el rey del rap argentino y su última esperanza. Dijimos que la memoria era importante para ser un gran rapero, y verlo a Wos criticando a Clarín, La Nación y al macrismo demuestra que lleva la memoria de los pueblos. Pero Wos no se queda quieto, lanzó dos singles, “Andrómeda” y “Purpura” producidos por Nico Cotton y Louta. Es menester escucharlos. Joel Vargas