Lo mejor 2022: Discos internacionales

Elegimos los discos internacionales más destacados de 2022. Hay para todos los gustos. Pasen y lean. 

Por Matías Roveta, Rodrigo López y Joel Vargas

10 – Everything Was Beautiful – Spiritualized

Un jardín frondoso y soleado, como visto a través de una mirada distorsionada y con los sentidos alterados; en el centro, el envase de cajita de medicamento que presenta a la banda, al nombre del disco y su duración. El arte de tapa de Everything Was Beautiful (2022) es simbólico y traza un link directo con Ladies and Gentlemen We Are Floating in Space (1997), la obra maestra de Spiritualized. Pero el golpe de efecto no es únicamente visual, sino fundamentalmente musical: entre ruidos futuristas de sintetizadores, una voz femenina anuncia el título del álbum en la apertura de “Always Together With You” e inevitablemente vuelve sobre la memoria el arranque de Ladies… La canción está construida con marcas de estilo conocidas -una balada espacial de guitarras limpias y que crece en intensidad hasta desembocar en un coro gospel- y deja en claro que Jason Pierce puede jugar con la nostalgia, pero sigue siendo un hábil fabricante de consumos (auditivos) ideales para viajar y fluir.

Ese efecto que causa su música parece estar presente en la frase “va a ser un largo viaje hacia abajo, el mejor que nunca tuviste” de “Best Thing You Never Had”, un rock psicodélico propulsado por los vientos y que sube la temperatura al exponer guitarras abrasivas en un primer plano de un modo parecido a como lo hacía “Come Together” en Ladies… En otros momentos del disco, Pierce baja la guardia y desnuda su corazón roto mientras los géneros de raíz son pasados por el habitual filtro lisérgico de Spiritualized: “Let It Bleed (For Iggy)” es una descarnada balada de blues que sangra por la herida (“Quería que fuera especial para vos, pero es solo una canción / Quería que estuviera cerca de tu corazón y dijera ‘cariño, me equivoqué’”) y “Crazy” es un country lento en el que brilla la tristeza de una steel guitar y que versa sobre las expectativas dispares en el contexto de una relación. El reverso de ese estado de ánimo desolado son el trance de guitarras superpuestas “The Mainline Song” o el caos sónico de guitarras y vientos saturados “The A Song (Laid in Your Arms)”, en la que Pierce canta sobre una dieta “de hongos y pastillas”.

Más allá de ocasionales compañeros de ruta, Spiritualized es el proyecto personal de Jason Pierce y Everything Was Beautiful surgió de las mismas sesiones (en las que el músico tocó y grabó la mayoría de los instrumentos) del notable And Nothing Hurt (2018). Ese disco marcó una vuelta de la banda a su mejor forma y es tentador pensar que el pulso aletargado de “I’m Coming Home Again”, con su letra sobre cerrar puertas para empezar otra vez desde un lugar conocido, puede remitir a este nuevo presente de plenitud.  Matias Roveta

9 – Fear of the Dawn y Entering Heaven Alive  – Jack White

En algunos pasajes de Fear of the Dawn (2002), Jack White parece continuar la búsqueda de Boarding House Reach (2018), un disco con experimentos extraños (el blues valvular mezclado con el hip hop y algunos tintes de psicodelia y funk) y en el que su guitarra a veces convive con sintetizadores de videojuegos. “Hi-De-Ho”, por ejemplo, comienza con una intro de guitarras pesadas y teclados espectrales que remiten a Black Sabbath, y luego Q-Tip rapea una melodía apurada a bordo de guitarras acústicas y climas orientales. “Into the Twilight”, por su parte, es un pastiche de coros robóticos, un piano jazzero y hasta la voz de William Burroughs sampleada, en el que la guitarra volcánica de Jack White lucha por encontrar su espacio.

Pero, al mismo tiempo, el disco propone una vuelta a las bases: en “Taking me Back” (“Llevándome de vuelta”) las guitarras están procesadas con un barniz de modernidad, pero en realidad se trata de un rock arrasador basado en punteos como hachazos y el golpe duro en los parches. La canción que da nombre al disco y que incluye una idea recurrente en varios momentos del álbum (“En la oscuridad puedo apostar”, dice la letra) se centra en un riff granítico a toda velocidad, y en “The White Raven” White castiga con salvajismo las cuerdas de su guitarra y propone una relación física con su instrumento (algo que él mismo explica en el recomendable documental It Might Get Loud de 2008). “What’s the Trick” directamente suena como un outtake de los White Stripes a partir de su riff perforante y líneas de punteos chirriantes, y el reverso de ese sonido es la gran “Shedding My Velvet”: una balada zeppeliana en la que White hace dialogar su guitarra blusera con pianos eléctricos y con la que demuestra que también hay virtud en bajar el volumen y dejar espacios.

El contrapunto, en realidad, es Entering Heaven Alive (2022), que dejar fluir sus influencias folk y suena mucho más sutil y enfocado. Hay varios puntos altos en un disco inspirado, del que se destacan las florituras acústicas acompañadas por un órgano en “All Along the Way”, las delicadezas barrocas de violín y piano eléctrico en “Help Me Along” o el finger picking de la guitarra de “Love Is Selfish”. En “A Tip from You to Me” y “A Madman from Manhattan” Jack White recoge influencias clásicas –las palabras estiradas en el estribillo que recuerdan a Robert Plant en la primera, el costado acústico de Neil Young en la segunda-, pero Entering Heaven Alive no es un disco previsible y allí brillan el funk rock lisérgico (con algo de Sly Stone) “I’ve Got You Surrounded (With My Love)” y la psicodelia circense de “Queen of the Bees”. Tal vez, la mejor canción de todas sea “If I Die Tomorrow”, que se apoya en los rasgueos de la guitarra acústica y en la melancolía vintage de un mellotron como background para una letra reflexiva en la que White parecer lanzar algunas pistas sobre su legado: “Si muero mañana, ¿podrías encontrarlo en tu corazón para cantar? (…) Así que, si muero mañana, ¿sabrás exactamente qué decir hoy?”. Matías Roveta

8 – Nocturna – Javiera Mena 

Chile siempre fue un faro cultural en Latinoamérica. Su literatura, cine y música trascienden fronteras: Violeta Parra, Víctor Jara, Gabriela Mistral, Sebastián Lelio y Pedro Lemebel forman parte de una lista interminable de artistas que captan el espíritu revolucionario trasandino. En esta cadena, la cantante Javiera Mena juega las mismas ligas.

Desde el lanzamiento de su primer disco, Esquemas juveniles (2006), la cantautora de Santiago rompió la escena independiente con su electropop para las masas. Hoy es un ícono queer y una de las voces de los movimientos feministas y LGBTIQ+ en la región. Con el paso del tiempo, también se convirtió en un puente generacional, su música es la banda sonora de los millennials y centennials chilenos.

El 2022 lanzó su sexto disco, Nocturna, un tratado sobre el amor y un posible soundtrack de la noche de las grandes metrópolis. Tracks claves: “Diva” (con el ft. de Chico Blanco), “Sombras” y “La isla de Lesbos”. Joel Vargas

7 – Ants From Up There – Black Country, New Road

En algunos aspectos, Black Country, New Road tiene similitudes con Arcade Fire (la formación de mini orquesta, la aproximación a un sonido barroco y el uso intensivo de cuerdas), pero al mismo tiempo bastante más oscuridad y riesgo que la banda canadiense. En su excelente disco debut, For the First Time (2021), desplegaron un abanico amplio de influencias que iba de la furia post punk de Nick Cave and The Bad Seeds a las guitarras disonantes de Sonic Youth y los guiños jazzeros, pero en esta nueva entrega titulada Ants From Up There (2022) casi no quedan registros de esa impronta: luego del arreglo efusivo de violines y saxos en “Intro”, “Chaos Space Marine” mantiene ese mismo estilo que bordea el pop de cámara y en el que brillan los pianos saltarines y las cuerdas estridentes. Pero la virtud de esta banda es la actitud camaleónica y enseguida “Concorde” presenta alguna molécula de soul y perfila una extensa progresión de guitarras y mandolinas. “Bread Song”, cuarta en la lista, es una canción folk apuntalada por el finger picking de la guitarra y en la que el cantante Isaac Wood –con su habitual registro sensual que remite al mejor Jarvis Cocker- se desvive por un amor esquivo.

Esos estados de ánimo cambiantes se manifiestan también en las letras y así el desamor puede ser tomado con gracia en “Good Will Hunting” (un rock mutante en el que un riff circular de guitarra busca hacer pie junto a una batería pesada y que habla sobre una chica “con el estilo de Billie Eilish” que no devuelve las llamadas) o con profunda desolación (“Eres la única que he conocido que rompió el mundo tan silenciosamente”, canta Wood en “Haldern”). “Mark’s Theme” es una sentida melodía instrumental de saxo de Lewis Evans que se acerca al jazz y ofrece un respiro antes de la fabulosa triada final: primero la hermosa balada “The Place Where He Inserted the Blade”, luego el sutil mantra envolvente de guitarras y violines “Snow Globes” y por último la epopeya progresiva “Basketball Shoes”, que incluye breaks de violines alla John Cale y un final épico con distorsión y armonías vocales. El arte de tapa del disco muestra un avión de juguete encerrado dentro de una bolsa de plástico e imposibilitado de volar: Black Country, New Road, en cambio, se eleva cada vez más alto. Matías Roveta

6 – A Light for Attracting Attention  – The Smile

The Smile es el sorpresivo proyecto paralelo de Thom Yorke y Jonny Greenwood -junto al baterista Tom Skinner- que comenzó a cobrar vida durante los meses de la pandemia. De forma previsible, varios momentos del gran A Light for The Attracting Attention (2022) remiten a ese estado de confusión durante la cuarentena, pero también al sonido de Radiohead: la típica melancolía del falsete de Yorke, los habituales arpegios de Greenwood y las oleadas de cuerdas dan forma a “Speech Bubbles”, en la que el cantante habla sobre una ciudad que está en llamas y que “ha llegado la devastación”; “Free in the Knowledge” se sostiene en la fragilidad de los rasgueos acústicos y en fraseos de guitarras espectrales que recuerdan a “How to Disappear Completely”, mientras Yorke canta que “un día esto terminará” y que “fue solo un mal momento”.

Cuando a la ecuación se suma al productor Nigel Godrich, queda claro que The Smile viene indirectamente a reivindicar a las tres principales fuerzas motoras de Radiohead y que puede, además, servir como una interesante deriva para el público del grupo. El disco ofrece muchos puntos de contacto con distintos momentos de la discografía de la banda de Oxfordshire, desde el mid tempo cinematográfico de pianos y cuerdas “Pana-vision” al crescendo amenazante de sintetizadores ominosos y guitarras lúgubres “The Same”. Con su característica habilidad para reconocer un mundo en el que casi todo funciona mal y sin dejar de buscar un posible resquicio de luz, Yorke dice en la letra de esa canción que la gente se está cayendo, que hay mentiras por doquier y que los errores se repiten, pero que en el fondo todos buscamos lo mismo.

“The Opposite” y “Thin Thing” exhiben la destreza jazzera de Skinner y están construidas con enjambres de guitarras neuróticas de Jonny Greenwood -un sonido por el que ya había transitado en algunos pasajes de A Moon Shaped Pool (2016) y que en última instancia puede remitir a Robert Fripp-, y “You Will Never Work in Television Again” se acerca al punk rock y recupera la furia de “Bodysnatchers” de In Rainbows (2007). Pero el álbum también ofrece nuevos costados posibles del dúo Yorke-Greenwood y siguiendo esa línea es necesario destacar el funk mecánico “The Smoke”, la electrónica etérea “Open the Floodgates” o las reminiscencias afrobeat de “A Hairdryer”. Por encima de todo, apenas una canción parece describir el perfil inquieto de estos artistas: “We Don’t Know What Tomorrow Brings” es un rabioso post punk en el que Yorke canta sobre evitar la irrelevancia y la rutina, mientras deja en claro que no se sabe lo que traerá el mañana. Matías Roveta

5 – MOTOMAMI – Rosalía

De MOTOMAMI  ya se ha dicho casi todo lo que puede decirse. Como disco conceptual, es por completo invencible: a lo largo de sus 16 canciones, Rosalía despliega un sentido y profundo collage emocional que hace las veces de estructura para un relato que viaja por todos los confines de la psiquis de la artista. Sonoramente estamos ante un trabajo muy complejo, plagado de detalles y de laberintos experimentales que la encuentran revisitando al flamenco, al rap, al trap, al pop más experimental y orquestal, al avant-garde y hasta al reggaetón originario.

El impacto inicial de “SAOKO” es suficiente como para conmover al oyente y también para explicarle de que va la música del futuro: la española deforma y extiende su voz con el autotune y se devanea sobre un beat distopico, pesado, lleno de actitud; al mismo tiempo, los coros hacen extensas las raíces flamencas y el breve intervalo jazzero nos lleva a un tiempo en el que las cosas eran más simples. Canciones como “LA FAMA” y “BULERÍAS” le permiten a Rosalía lucir sus agudos, jugar aún más con los límites vocales y abrazarse a la tradición que corre por sus venas. Abrazo que también se hace presente en mezclas más audaces como las desgarradoras y sombrías “CANDY”, “COMO UN G” y “SAKURA”; y en ese viaje emotivo hacia sus primeros años llamado “DELIRIO DE GRANDEZA”.

Seguramente la opinión al respecto de las gemas de MOTOMAMI sea variada, algo que es lógico debido a que cada canción es un significante abierto en constante construcción, evolución y cambio. Pero es difícil no posar la mirada en el fuego que se inicia con el reggaetón alternativo de “CHICKEN TERIYAKI” o en el ensayo personal sobre piano que es “HENTAI”. Ni hablar del minimalismo bailable –pero muy oscuro y conflictivo– de “BIZCOCHITO” y “MOTOMAMI” ni de ese perdón entre lágrimas, lleno de angustia,  que representa “G3 N15”. El laboratorio sonoro se hace cada vez más inabarcable con “DIABLO”, una canción cercana en lo conceptual al mumble rap, y “CUUUUuuuuuute”, un viaje en el que lo analógico y digital se entrelazan por completo. El desafío a la norma vigente se redobla con la conversión de un ejercicio literario simple en un momento lleno de personalidad (“Abcdefg”) y con una exquisitez sensual, arriesgada y absoluta como “LA COMBI VERSACE”.  Rodrigo López 

4 – Un verano sin tí – Bad Bunny

Como exponente central de la tercera generación del reggaetón puertorriqueño, del reggaetón O.G, Bad Bunny logró revolucionar al género y generar un impacto sonoro y cultural similar al de los grandes íconos. Tomando como base el respeto por la tradición una incansable capacidad de experimentación e innovación, el oriundo de Almirante Sur dejó en claro desde el primer momento que era capaz de manejar y combinar todos los registros emocionales y que nadie podía cruzar el trap con el reggaetón como él.

Después de haber mantenido el trono durante los años de pandemia con una tríada tan ecléctica como notable (YHLQMDLG, LAS QUE NO IBAN A SALIR y EL ÚLTIMO TOUR DEL MUNDO), Benito Antonio Martínez Ocasio elevó la apuesta a la millonésima de la mano de Un Verano Sin Ti: desamor, dolor, nostalgia, fiesta, aceptación y superación. Seis ejes sobre los que el puertorriqueño elige plantarse líricamente, trabajando la idea –totalmente cierta– de que el verano siempre es el peor momento para tener el corazón roto.

Claro que no por ello tiene que dejar de disfrutar, algo que queda comprobado por la nostálgica “Moscow Mule” y la liberadora “Después De La Playa”, dos temas en los que se refuerza la conexión con la raíz sonora de América Latina. La invitación es a un viaje por momentos lleno de incertidumbre (“Un Ratito Más”, “Yo No Soy Celoso”), aunque  también con algunos tramos de desahogo (“Neverita”, “Dos Mil 16”, “Ojitos Lindos”) y otros de mayor esperanza (“Party”, “Aguacero”, “Otro Atardecer”, “Agosto”)  ¿Hay lugar para un sonido más pesado y clásico? De eso se encargan “Me Porto Bonito”, “Tití Me Preguntó”, “Tarot”, “Efecto”, “La Corriente”, “Un Coco” y “Andrea”; todas ellas mantienen un halo introspectivo y reflexivo, pero desatan la fiesta sin tregua ni límites.

Una vez decidido a superar el mal trago amoroso, Bad Bunny juega un poco en las cercanías del beach rock (“Me Fui De Vacaciones”) y extiende la fiesta hasta mucho más allá del amanecer con “Callaita”. Así, el conejo logra responder a la pregunta de cómo seguir adelante y el círculo cierra a la perfección, permitiéndole volver al comienzo pero con las heridas ya curadas y con su mirada resacosa puesta en el sol que de a poco asoma por la línea del horizonte, encima del mar. Rodrigo López 

3 – Mr. Morale & The Big Steppers – Kendrick Lamar

Nunca va a alcanzar con una sola escucha para comprender el sinfín de significantes que flotan, interactúan y evolucionan dentro y entre los discos de Kendrick Lamar. Lógicamente, Mr. Morale & The Big Steppers es una obra de arte integral que plantea un claro antagonismo con los tiempos que corren. El artista abre una nueva etapa en su carrera: la de un predicador que tiene mucho para decir acerca del pasado, presente y futuro de su comunidad. Hay una clara búsqueda de un lugar más alto para así poder conseguir la claridad que le permita mantener los pies en el barro. La unidad del cuerpo y del alma en la tierra, allí donde todo comienza y termina; la esencia misma del Carnaval, una clara representación de la celebración popular por excelencia, de ese lugar en el que los límites se borran para dar lugar a un sincero abrazo comunitario.

Un abrazo cuyo punto de partida fue “The Heart Part 5”, canción en la que nos (re)encontramos con un Mesías plagado de cicatrices, que estaba de vuelta para poner el cuerpo por todos sus hermanos y hermanas. Con el Black Lives Matter en el centro de su mirada crítica y analítica, Kendrick Lamar plantea una reflexión histórica tan cruda como poderosa. Un recorrido crudo y sincero por una dolorosa realidad y una dura crítica hacia ciertas cuestiones que siempre hicieron mucho ruido en el Hip Hop y en la Comunidad Negra.

Hay varios fantasmas que recorren el disco y uno de ellos es el insoportable peso de la corona. En ello también reside una negativa a convertirse en un símbolo potencialmente comercial de todos los raperos que intentan hacer “rap consciente” ni en uno que lo asemeje con la figura de un salvador. Otro de ellos es el de como las cicatrices del trauma hogareño pueden llevar al conformismo respecto de un sistema igual de opresivo.

Claro que la familia es punto nodal de un disco que es doble 100% conceptual: la primera parte representa esas fuerzas y conflictos que lo llevaron a las reflexiones posteriores. Aceptar, resistir y luchar contra el dolor para sobrevivir a la hostilidad más pura es una experiencia que está en el corazón de muchas familias de la comunidad. Llegar a la cima sobreviviendo y sin olvidarse del lugar del que uno vino. Kendrick Lamar es el Hip Hop porque es realidad pura. To live by the gun es pertenecer sin tener que fingir un pasado de pobreza, opresión, lucha y resistencia; simplemente pertenecer.

Es por todo esto que Mr. Morale & The Big Steppers es una magistral y elevada declaración de principios. Sus pies bien hundidos en el barro se fusionan naturalmente con el virtuosismo. Una obra compuesta por dieciocho canciones en las que el diálogo histórico e ideológico entre el soul, el góspel, el R&B, el jazz y el funk, genera una multiplicación infinita de fronteras sónicas que siempre descansa en la columna vertebral de la Black Music. Y con la voz como el instrumento más versátil y poderoso: cambios de tono, tempo y ritmo al por mayor, anclados en una habilidad cuasi imposible de empatar en los tiempos que corren. Virtuosismo y barro, sinónimo de Kendrick Lamar. Rodrigo López 

2 – Harry’s House – Harry Styles 

Harry Styles es el rey del pop mundial. Desde hace años el ex One Direction venia disputando ese trono y con Harry’s House lo consiguió.

En su primer disco Harry Styles (2017) nos regalaba el temazo “Sign of the Times”, un clásico instantáneo. Pero todavía no había explotado lo mejor que saber hacer: fusionar diferentes géneros en una sola canción. En Fine Line (2019) hay de todo: el soft rock “Golden”, la balada “Fine Line” y el hitazo radial “Watermelon Sugar”. Aunque todavía faltaba un disco más para que muestre todo su potencial Harry’s House.

Tarea para el hogar, elijan la plataforma que quieran. Escriban Harry Styles en el buscador, seleccionen Harry’s House. Pongan play. El comienzo con “Music For a Sushi Restaurant”, avecina todo lo que se viene. Un discazo. Lo mejor “As it Was”, guiños ochentosos y un estribillo pegadizo. La canción que resume la esencia Styles: resignificar el pop contemporáneo, tomar lo más destacado de la retromanía y convertirlo en el futuro. Joel Vargas

1 – C’mon You Know – Liam Gallagher

Tras la disolución de Oasis en 2009, era fácil pensar que las cosas para Liam Gallagher iban a resultar complejas: ya sin el aporte creativo de su hermano Noel, y tomando además como referencia la posterior irregular experiencia de Beady Eye, su futuro artístico era una gran incógnita. Pero el cantante se encargó de sorprender a propios y extraños con dos notables discos solistas –As You Were (2017) y Why Me? Why Not. (2019)- y de a poco fue recuperando con justicia su lugar en la historia: “Sad Song”, punto altísimo de su MTV Unplugged, era una gema olvidada de Oasis y originalmente cantada por Noel con la que Liam dejó en claro que, si bien su hermano era el motor compositivo, con el aporte de su inigualable voz esas canciones podían convertirse en himnos. Completando el círculo y dando forma a una parábola fascinante, Liam tocó a principios de este año en el predio de Knebworth y empardó en convocatoria a su anterior banda.

Pero, más allá del peso de la voz, lo que invita a explicar esos niveles de masividad descansa en la calidad de sus discos. C’mon You Know tiene algunas irresistibles marcas de estilo clásicas, desde la psicodelia beatle de “Don’t Go Halfway” a la balada con cuerdas “To Good For Giving Up” y el rock granítico “Everything’s Electric”. En la canción que da nombre a la obra, sobre un machaque de guitarras y pianos, Liam confiesa su buen momento, recoge el guante de la euforia post pandémica y celebra el rencuentro con el vivo (“Vamos a bailar toda la noche (…) Ponete de pie si te sentís vivo”).  Pero el álbum también abre surcos de experimentación y ahí se destacan los pasajes de reggae en “I’m Free”, el drama sinfónico “Moscow Rules” y los guiños a los Arctic Monkeys en “Diamond in the Dark”. Ese balance perfecto entre legado y actualidad se traduce en una de las mejores canciones que Liam escribió en toda su carrera: “More Power” es una emotiva balada electroacústica con coros de niños que parece fusionar a “Mother” de John Lennon con “You Can’t Always Get What You Want” de los Stones y en la que el otrora frontman pendenciero se muestra vulnerable, reconoce errores y abraza un presente lleno de aciertos.  Matías Roveta