Estos son los diez discos nacionales más destacados de 2019.
Por Candela Cebrero, Pablo Díaz Marenghi, Matías Roveta y Joel Vargas
Ilustración de Julieta Heredia
10- Matemática sentimental – Los Besos (Independiente)
Los Besos es el diario íntimo musical de una generación. Matemática Sentimental es, dentro de este diario, el primer registro del fuego del verano latente en los primeros calores de noviembre; la promesa de tardes soleadas con atardeceres tardíos. La profundidad del mar en las letras, melodías vivaces como las noches veraniegas. Sin escapar a su característico tono reflexivo, Los Besos logró fusionar todos y cada uno de los matices que habitan en la juventud argentina de diciembre a febrero, de “Sus palabras” a “Limeña”. Paula Trama, su vocalista, definió el nuevo trabajo discográfico de la banda como “una fantasía de vapor naranja” y qué mejor manera de describir al verano, con sus fantasías, promesas e ilusiones. Matemática Sentimental es, entonces, el intervalo entre la última página del año y la primera del próximo; blanca, vacía y expectante. Pero, a la vez, cargada de deseo y recuerdos. Fieles a su estilo pop pero mostrando una clara evolución musical constante, Los Besos ofrece un soundtrack perfecto que hace perdurar las altas temperaturas durante todo el año. Candela Cebrero
9- Frenkeltronic – Diego Frenkel (RGS Music)
Diego Frenkel no para de reinventarse. El otrora líder de la La Portuaria, al que alguna vez llamaron el David Byrne argentino, compuso Frenkeltronic. Un disco donde abandona el formato canción tradicional que tan bien le sienta. Hay baile, celebración, máquinas, introspección, sonidos loopeados, filosofía, ciencia ficción, fe y razón. Si hilamos finos en el álbum encontramos cositas que nos recuerdan a Kraftwerk, al Radiohead de Kid A y a la electrónica pura y dura. Frenkel es uno de los artistas más importantes de la escena del rock vernáculo porque no para de experimentar, su última producción es la prueba. No más palabras, pongamos play. Joel Vargas
8- Homerun – Paulo Londra (Big Ligas -Warner Music Latina)
¿Cómo hizo un pibito cordobés para ser la última gran sensación de la música latinoamericana? La respuesta es fácil: hits aptos para todo publico. ¿Eso solo? Claro que no. Londra tiene flow, y por qué no épica. Como él sentencia con una impostada arrogancia cada tema que hace está condenado para el millón. Su música está pensada para que la escuche desde un adolescente hasta cuarentones que van detrás de la última gran novedad. Su consagración como fenómeno internacional fue cuando Ed Sheraan, el artista más escuchado de Spotify en el mundo, lo invitó a cantar en “Nothing on you” de su última producción, No. 6 Collaborations Project, que cuenta con feats. de la talla de Justin Bieber, Bruno Mars, 50 Cent, Eminem, Camila Cabello, entre otros.
En tiempos de singles, era necesario que Londra sacara un disco. Si bien recopila varias de sus canciones más conocidas (“Adan y Eva”, “Chica Paranormal”, “Por eso vine”) presenta nuevas como “Tal vez”, la prueba de que es un hitmaker. Ojo, a Homerun le sobran cinco canciones y por momentos se torna monótono pero aún así Londra es el número uno de la mal llamada música urbana. Joel Vargas
7- Lucy Patané – Lucy Patané (Independiente)
De amplia trayectoria en la escena independiente, Patané no contaba aún con un disco solista. Eso se terminó recientemente con el lanzamiento de su primer álbum cuyo nombre y apellido aparecen estampados en letras negras en la portada con una foto de ella misma dando un salto por los aires enfundada de su guitarra eléctrica. Hay en este trabajo efectos y programaciones donde se luce Mene Savasta en sintetizadores en temas como “Clavícula”, y pasajes en los que se cuela una influencia folk donde resuena, por ejemplo, Nick Drake, en canciones como “Ustedes” o “La osa en la laguna”. También se oye algo de jazz rock y progresivo con acordes abiertos spinetteanos en “Aterrizaje”, donde se licúa una influencia clara de los sonidos de los 60’s y 70’s. Ya no quedan, con una guitarra demoledora que arrasa con todo, funciona como el pergamino que avala el ADN rockero en las venas de Patané. Grabado por ella misma junto a Juan Ignacio Serrano y Tomás Pérez Campione, el debut en solitario de la cantautora argentina deja en claro que solo era cuestión de tiempo el que saliese a la luz su universo musical, con un álbum compuesto por letras sencillas y testimoniales a las que acompaña un vuelo poético preciso. Sus canciones hablan por ella misma. Como muestra, un extracto de la letra de “Ustedes”: «Y aunque no me escuchen, yo grito como un animal, desde la jaula / Y aunque no me miren, voy a iluminarlos como el sol». Pablo Díaz Marenghi
6- Caravana – WOS (Independiente)
Trap, hiphop, rap, música urbana. Llámenlo como quieran. Si el año pasado se decía que el crecimiento de este tipo de música era exponencial e inevitable, hay que decir que este fue el año de los pibes y las pibas tirando rimas en las plazas. ¿Cuántas veces se escribió la palabra flow o MC? La cosa es que, como en todo movimiento, uno encuentra variantes. Una vez que uno separa la paja del trigo encuentra a un pibe que gana competencias nacionales e internacionales y en sus improvisaciones suelta críticas al diario La Nación o al ex presidente Mauricio Macri. Ese pibe es Valentín Oliva, alias Wos, quien siguió el devenir natural de sus contemporáneos y también pasó del Quinto Escalón a la Red Bull Batalla de Gallos, luego a los simples y, por último, al disco. Caravana es su debut y allí arroja, entre otras cosas que tiene “un flow demasiado argentino/ demasiado duro duro pa’l mal gusto de tus amigos”. Y es cierto. Wos rapea como nadie. No falsea su voz, no abusa del autotune. No chamuya. No se la da de boricua. Habla de comprar birra en el chino (“No va a bajar”), despotrica contra la meritocracia (“Canguro”), llora por un viejo amor (“Okupa”) y se ríe de la rutina y la displicencia (“Luz Delito”, compuesta sobre el sample del riff de “Luzbelito” de sus amados Redonditos de Ricota). El Wos sigue, avanza y no para. Hace poco lanzó un simple con Baltasar Comotto y La Bomba del Tiempo llamado “Bolivia”. Nada es casual. Entre tanta lírica que no dice nada, bienvenido Wos. Pablo Díaz Marenghi
5- Cabildo y Juramento – Conociendo Rusia (Geiser Discos)
¿Qué pasa con este cantautor que fue una de las revelaciones 2018 con su primer álbum y que en 2019, de la mano de Nico Cotton en la producción, forjó en este disco una batería de hits nutrida por el sonido del Fito Páez de El amor después del amor (1992) o del Charly García de Piano Bar (1984)? ¿Qué sucede con este pibe que, en tiempos de apogeo del trap y la denominada música urbana, destila reminiscencias del tango que mamó de su viejo (Leo Sujatovich, tecladista de Spinetta Jade), tanto en sus melodías como en el arte de tapa del disco y en la estética de sus videoclips? En su segundo álbum, Mateo Sujatovich da un salto de calidad notable desde el tratamiento del sonido y la composición. Acompañado de una banda potente, que refresca sus shows en vivo, sus nuevos temas funcionan como una suerte de amalgama entre lo nuevo y lo clásico, lo cool y lo retro, lo vintage y el arrabal rioplatense. En “30 años” compone un himno generacional millenniall mientras que en “Quiero que me llames” se nutre del funk y sonoridades como el funk y el motown (notables arreglos de vientos) para cantarle al desamor y a la incertidumbre. Hay algo de tecnopop en “Otra oportunidad” y un fino trabajo armónico en la balada mid tempo “Montaña infinita”. Su convocatoria crece (anunció un Gran Rex para 2020) y llama la atención, en tiempos de música urbana, que este pibe siga intentando hacer rock-pop a la vieja escuela y continúe aunando seguidores. Quizás sea una suerte de eslabón perdido. Bien por él. Pablo Díaz Marenghi
4- Dutsiland – Mi Amigo Invencible (Independiente)
Cada disco de Mi Amigo Invencible está destinado siempre a estar entre los más destacados del año. Algo muy difícil de lograr. Dutsiland, por momentos parece un disco de transición por otros un álbum donde alcanzan la quintaesencia de su sonido. Es ambiguo. Eso lo hace interesante. Porque uno sabe todo el potencial que tienen los mendocinos para componer trances sonoros y experimentar con el formato canción. Acá lo llevan al extremo, algo que siempre es bienvenido. Pero todos sabemos que se vienen producciones mejores que esta. Porque ellos siempre van por más. Mi Amigo Invencible es sinónimo de arriesgarse. Los artistas que trascienden son los que no repiten la formula del éxito. “Dame tiempo para comenzar, las cosas no paran de cambiar”, canta Mariano Di Cesare en “Fosil”. Y como siempre sus letras tiran postas, declaraciones de principios. El hit de Dutsiland es “Desayuno Continental”, una de esas canciones que cantamos todos en un puñado de luchitas con música de fondo. Joel Vargas
3- Piel – Acorazado Potemkin (Oui Oui Records)
“Mis ojos treparon por tu cuello / Una oración más, solo para verte volar / Mi llanto vuelve a aflorar como las migas del pan que dejaste caer”, canta en “Una oración más” Juan Pablo Fernández sobre los acordes dolientes de su guitarra y la suciedad de una base rítmica monolítica, sobre una historia de cambios difíciles de procesar y flashbacks que lastiman. En “El arca” el cantante habla sobre abrir las ventanas de la casa para dejar ir fantasmas y así buena parte de Piel es la conocida especialidad de la casa: canciones viscerales y necesarias para aprender a procesar el dolor. “Sheriff” es un tango-rock negro como un carbón, que parece consumirse pero sigue encendido como un viejo amor (“De vuelta estoy frente a tu cuerpo, no hay nadie que me diga que cambié, no hay nada que me diga que es distinto”), “A la encandilada” tiene un riff saltarín y Fernández habla sobre aceptar cuando algo se termina (“Remedio que cura mal, remedio que llega tarde”) y “María” es una balada oscura con arpegios lentos de guitarra, hermana menor de “La mitad” y “Las cajas” e ideal para armar un trío fatal de canciones sobre desamores con el clásico poder descriptivo de Juan Pablo Fernández, capaz de crear escenas de una cotidianeidad desoladora: “Una silla vacía, las manos que te acariciaban / Ese olor invisible como a la tierra mojada”. También en sintonía está “Calesita” –de lo mejor del disco- con un crescendo intenso de guitarras y que pone en primer plano el bajo denso de Federico Ghazarossian y los redobles desatados de Lulo Esaín, para dar con una historia pesadillezca sobre cruzarse a un amor en sueños y ser abandonado. Pero, siguiendo con la búsqueda de nuevos horizontes sonoros trazada en Labios de río (2017), Acorazado Potemkin juega a salirse del formato de power trío rabioso e incorpora otros matices – pianos de burdel en la mencionada “Sheriff”, el traqueteo tanguero de guitarras acústicas en “Pañuelos”, el colchón de cuerdas en la coda de “Vecino” o los climas orientales en “Umbral” – para perfeccionar su estilo y seguir siendo un canal a tierra en tiempos tormentosos. Matías Roveta
2- Recuerdos – Nicki Nicole (DALE PLAY Records)
“Casi sin querer lo mio se destaca”, canta Nicki Nicole en “Wapo traketero”, una de las mejores canciones de la cosecha 2019. Y como bien dice ella, su aparición en la escena trapera pateó el tablero. Recuerdos, su primer disco, parece una colección de grandes éxitos. Algo muy raro para ser un álbum debut. Decir que Nicki hace trap no es preciso, ella va más allá de la monotonía del género y de la fascinación que tienen por el autotune. No suena como otros artistas de la escena de la mal llamada música urbana. Su secreto está en las melodías, por momentos remiten al R&B, por otros a un pop muy bailable que se emparenta con el sonido de Dua Lipa. Recuerdos tiene estribillos pegadizos con letras que hablan del desamor y le mojan la oreja a la misoginia de varios artistas contemporáneos. En una era donde todo parece sonar igual, ella es autentica. Joel Vargas
1- Alto Miedo – El estrellero (Pontaco)
En noviembre de este año y en sintonía con la edición de Alto Miedo, Juan Irio -cantante, bajista y compositor de El Estrellero- dio algunas pistas para descifrar el sonido del nuevo disco de la banda con una serie de tweets desde su cuenta personal: “Resulta que cuando El Estrellero empezó a armar Alto Miedo, nos dimos cuenta que tenía perfumes de ‘rock nacional’”, fue una de sus entradas en esa red social. Allí también dijo, por ejemplo, que compuso “Pitillo” con la voz de Federico Moura en la cabeza, sobre ese pop rock elegante con fraseos de sintetizadores y en donde reluce una de las mejores armas de El Estrellero: el interplay siempre complejo de las guitarras de Lautaro Barceló y Alejo Klimavicius, ambas con roles solistas. Más tarde, en una entrevista con la revista Ultrabrit, Irio profundizó en su idea al mencionar que le resultaba gracioso pensar en “Terror blanco” –que abre el disco con cuotas de misterio y amenaza, guitarras que surfean la mezcla, teclados chillones y una letra que parece inspirada por la ciencia ficción- cantada por el Indio Solari o que “Sé por tu amor” le remitía al Calamaro de Hotel Calamaro (1984). Pero más allá de esos guiños al rock argentino fundacional –parte determinante del encanto de Alto Miedo-, El Estrellero abre otros abanicos sonoros posibles: “Desconectado” tiene una clara influencia de una cita permanente en Irio (la intro alla Beach Boys a partir de armonías vocales cristalinas, arreglos de cuerdas y clavicordios) y “Nueva Atlantis” suena como si los Pink Floyd de Syd Barrett hubieran sido pasados por un filtro moderno, con pasajes de calma, ensoñación, viaje musical y esa carga de neopsicodelia que también tiene un poco del Soda de Dynamo (1992). Y hay inspiración y destreza musical en todas las direcciones, como por ejemplo toda esa parte instrumental de “Ok, amigo” (con ambas guitarras desarrollando pasajes melódicos, sintetizadores con climas chinos, coros armonizados y con carga épica como sostén para el mejor solo de guitarra del disco) y alguna referencia para pensar en la difícil Argentina modelo 2019 (“Este clima colonial no se puede prolongar”, dice la letra de “Mordisco”). Alto Miedo es el salto de madurez y pico creativo de una banda que lucha por seguir y que no tiene techo a la vista. Matías Roveta
Bonus track: Ca7riel y Paco Amoroso
Si este dúo hubiera sacado un disco sería el mejor de 2019. Pero lanzaron una catarata de singles, uno mejor que el otro. El hit “Ouke”, la lisérgica “Ola Mina XD”, la lyncheana “Mi sombra”, por citar algunos. Una de las claves de su éxito es que experimentan con el idioma, juegan con las palabras, crean su propio dialecto. Todo lo que hacen tienen un por qué, sus letras y videos lo deslizan (“Mc Fly”, “Cono Hielo”). Usan al trap, lo bastardean y lo parodian. Se infiltraron en una escena banal, superficial y misógina. La sacudieron. Se la jugaron políticamente y, en tan solo un año, llenaron Obras. Algunos dicen que son los nuevos Illya Kuryaki and the Valderramas. Se equivocan, son Ca7riel y Paco Amoroso: irreverencia y locura extrema. Joel Vargas