In Corp Sanctis explora en su segundo disco las diferentes vertientes del rock psicodélico con pinceladas de electrónica y algunas reminiscencias al rock nacional más clásico.
Por Pablo Díaz Marenghi
Se definen como “Rock psicodélico” pero su repertorio navega por sonidos cercanos al space rock, el progresivo, el rock de guitarras, la electrónica y el rock hippie de los años sesenta. In Corp Sanctis, conformado por Jerónimo Alderete en guitarra/voz, Agustín Fadel en batería/sintetizaador, Santos Ventura en piano/sintetizadores/guitarra/voz, Alejandro Zambrano en bajo/voz y Marcos Micozzi en sintetizador/guitarra crea en su segundo álbum, Libres van (2016) Scatter Records, once canciones que exploran los diferentes matices de su universo: algunos instrumentales, otros con letra, sus paisajes delinean un imaginario propio. Su sonido es difícil de encasillar pero no hay dudas de que es innovador y logra diferenciarse tanto de las propuestas más bolicheras, como las más rockeras o las más pop. Aunque, por momentos, puede pasar por cualquiera de las tres: invita a bailar en alguna pista de baile con “Pulsar”, a cerrar los ojos y contemplar las olas en el verano con “Distinta Realidad” o a rockear con un riff bluesero y serpenteante en “El magistrado”. Este grupo da un paso más en la madurez con una segunda placa que apuesta por la experimentación y la búsqueda de sonoridades clásicas.
Según rezan los créditos, es un disco grabado “en casa” y masterizado por Andrés Mayo, un ingeniero sonoro cuyo currículum impacta: ganador de dos Grammy Latinos en 2008 y seis Premios Gardel a la Ingeniería de Audio en 2005, 2006, 2008, 2009, 2011 y 2013. Además, trabajó con artistas de renombre como Luis Alberto Spinetta, Pedro Aznar, Gustavo Cerati, Les Luthiers, Andrés Calamaro, Charly García, Jaime Roos, Attaque 77, Fito Páez y siguen las firmas. Su toque se percibe en la prolijidad que abarca la totalidad del álbum: lejos del primer disco, El Magistrado (2014), más ruidoso y old school. Su primer tema, “Testar”, es el inicio del viaje: una pieza instrumental que parece el soundtrack de un video juego o de una película de ciencia ficción espacial. Diferentes capas de sintetizadores que se funden y hacen las veces de prólogo de la obra. Luego de un prefacio cósmico, el disco prosigue con “Nave de plasma”, como evidenciando la continuidad de un viaje. Es aquí donde aparece una de las claves de su estilo: una hibridación entre lo viejo y lo nuevo. El canto de Jerónimo Alderete, lleno de ecos y reverbs, parece por momentos un loopeo de Pastoral o alguna otra banda clásica del rock nacional, sumergido en un tempo stoner y electrónico, con reverbs, guitarras pesadas y un riff que recuerda a “The Trooper”, de Iron Maiden. “Por que estamos tan distantes / de este mundo? /Por que es tan difícil de entender? /Libertad” cantan en el tema que da nombre al álbum, “Libres van”, y coquetean con el synthpop o la música más electrónica. Aquí In Corp Sanctis muestra una faceta más bailable, por la que oscilan durante todo el álbum: sus canciones se balancean entre lo digno de ser bailado, la contemplación y el trip lisérgico. Como el caso de “Valhalla”, en donde lo bolichero se acrecienta, aunque se nutre de ritmos casi letárgicos, con riffs de guitarra que irrumpen para cortar una aparente apatía.
“Distinta realidad” es, quizás, el tema más rockero del disco y uno de los más logrados. Aquí ya no hay tantos sintetizadores, sino, más bien, la electrónica se vuelve un insumo en función del rock. El bajo marca el pulso de la canción -mucho más melódica y rítmica- y la letra le canta a un lugar común de la canción popular: el amor trunco. “Pienso que las cosas, no tendrían que cambiar, me pregunto si algo de esto es real, por qué nos distanciamos?”. En “Paradoja Singular” el grupo vuelve a virar el rumbo y a olvidarse del rock para construir una melodía digna de Kraftwerk y una letra bastante punk: “Miramos al mundo, necesitamos entender que no hay un final, todo es lo mismo” y dan rienda suelta a los sintes. “Pulsar”, otro tema instrumental que corta el disco, retoma el imaginario cósmico; la batería y el bajo interactúan y los sintetizadores van marcando diversas texturas ruidísticas. En “Despertar”, el bajo de Zambrano vuelve a cobrar protagonismo. La guitarra riffea suave, alla Clapton. Algunas bases electrónicas de fondo, similares a lo hecho por Gustavo Cerati en Bocanada, se entremezclan con una letra poética. “Desperté y te vi reaccionar, sin pensar que no hay algo más, ya que aquí sola ya no estás”. Lo electropop se potencia sobre el final del disco. “Vox Concientie” podría confundirse con un tema de Daniel Melero. La guitarra puntea el comienzo de la melodía, en otra de las canciones más logradas del disco. “Morir es dormir, soñar es vivir, en razón” cantan mientras la batería irrumpe con fuerza y los coros se funden con los sintes.
El final del álbum está a la altura, con algunas rarezas. “El magistrado” parece un rock de Pez, con una sonoridad rockabilly, estrofas al palo y un estribillo propio del rock progresivo. “Luna eres” es una canción instrumental y acústica. Parece ajena a la obra. Mientras la guitarra arpegia y las voces armonizan sin verbalizar letra alguna, se escucha un ruido acuático de fondo intermediado con golpes de batería. Es una canción que parece ajena a la obra. ¿Dónde está lo electrónico, lo bailable, lo rockero, lo progresivo que recorre las diez canciones anteriores? ¿Es acaso una muestra de hasta donde puede llegar la experimentación y la libertad en esta banda? Sin dudas, dentro de la versatilidad de la escena emergente actual, In Corp Sanctis renueva sus credenciales de madurez y solvencia en su segundo álbum y se construye como una propuesta destacada dentro de la escena psicodélica. Al igual que el título de su nuevo disco, ellos libres van.//∆z