En su segundo disco, el menor de los hermanos continúa con su búsqueda artística en solitario, ya alejado (aunque no tanto) de la intensidad de épocas pasadas.
Por Matías Roveta
Oasis se separó en agosto de 2009, después de una fuerte discusión entre los hermanos Gallagher (aparentemente Liam rompió una de las guitarras de Noel durante la pelea) que tuvo lugar en el backstage del festival francés Rock en Seine, minutos antes de tener que salir al escenario.
Lógicamente, ese show nunca tuvo lugar y, en los más de diez años que hubo en el medio, mucha agua corrió bajo el puente: tres discos sobresalientes de Noel como solista al frente de los High Flying Birds, la búsqueda de Liam por recuperar parte de la magia perdida con un previsible intento fallido de armar Oasis sin Noel (Beady Eye, que tuvo sus momentos pero pasó sin pena ni gloria) y finalmente el debut en solitario del menor de los Gallagher con As You Were (2017), un disco honesto y trabajado que sorprendió por lo parejo y por el nivel de las composiciones.
Porque después de todo –y más allá de gemas como “Songbird”, “Little James” o “I’m Outta Time”-, el rol principal de Liam en Oasis fue el de ponerle voz a las canciones de su hermano, una tarea que no es para nada menor, ya que su arrogancia (y su ego), su actitud de rockstar y esa voz inigualable –entre cascada y narcótica- fueron los ingredientes necesarios para que esos himnos de Noel llevaran a Oasis a ser (al menos por una temporada) la mejor banda de rock del mundo.
Y esa voz sigue estando más viva que nunca: basta con chequear en YouTube el reciente Unplugged de Liam, que se muestra enfocado en las melodías y sin sobreactuaciones al frente de una banda acústica. Dato no menor si se recuerda que, en parte, el conflicto con Noel arrancó ya en 1996 cuando el frontman se negó a cantar con Oasis en ese formato desenchufado luego de alegar anginas y, fiel a su estilo, se dejó ver luego durante el show en uno de los balcones del estudio de MTV tomando cerveza y fumando sin parar. Liam en realidad no quería darle un perfil intimista a esas canciones porque creía en el poder del rock and roll eléctrico, y sumó así un temprano capítulo a su histórico prontuario de buscarroña por naturaleza. Un diablo que se le suelta cada tanto, sobre todo cuando declara ante la prensa (“Soy el músico más importante de Inglaterra”, le dijo al diario español El País hace unos años, a propósito de la salida de As You Were), pero que no es para nada la constante de su obra solista.
Al frente de sus propias canciones, Liam bajó la guardia y se muestra honesto y vulnerable como pocas veces, tal vez como consciente de que, para poder dar con algo verdadero que saliera de él, tenía que cantar desde las entrañas y el corazón. Y resultó emocionante escucharlo pedirle perdón a quienes había lastimado en el pasado: “En mi defensa, todas mis intenciones fueron buenas” y “voy a ser el primero en decir que cometí mis propios errores, a veces perdemos el foco”, cantaba en “For What It’s Worth”, punto altísimo de As You Were. ¿La voz belicosa del brit pop pidiendo perdón? Sí, y había razones: aparentemente le estaba hablando a su ex esposa Nicole Appleton, de quien se separó luego de cometer una infidelidad, pero en el horizonte de posibles destinatarios también resonaban fuerte el nombre de su hermano y el amargo final de Oasis.
Porque, más de diez años después, Liam no parece haber superado el duelo del todo. Y en eso se concentra justamente lo mejor de su nuevo y excelente disco Why Me? Why Not. Sin entrar en comparaciones odiosas, es lo que alguna vez intentó Bob Dylan en Blood On The Tracks (1975): poner arriba de la mesa todos los sentimientos (a veces contradictorios) que lo invadieron luego de su divorcio con su esposa Sara (amor, odio, resentimiento, nostalgia, rencor, cariño). A lo largo del disco, Liam habla de cosas que se terminaron y cosas que aún pueden continuar, de amigos o amores lejanos que se van y vuelven, de superar el peso del pasado o de seguir atado a él. Puede estar hablándole a una ex pareja o a una amistad perdida, pero es tentador pensar en su hermano y en un futuro posible (o no) para Oasis. Para encontrar una referencia más cercana, puede citarse a Lennon (que, como es lógico, aparece como influencia más de una vez a lo largo del álbum) y su purga emocional durante sus primeros años como solista a principios de los ’70: Why Me? Why Not es la obra de un artista intentando ser sincero y luchando por ordenar sus pensamientos y sus demonios, que a veces chocan entre sí pero que casi siempre le dan cuerpo y sustancia a las canciones más viscerales que Liam escribió en su vida.
En ese sentido, las primeras tres canciones son fundamentales. Sobre un riff abierto que podría pertenecer a Keith Richards, matizado con un yeite de armónica que puede remitir al primer Oasis, Liam comanda en “Shockwave” un rock and roll con furia vengativa: dice que lo atacaron en la oscuridad, pero que ahora está llegando como una “fuerza de choque” para volarte la cabeza, que se siente libre y que las luces están “otra vez sobre él”. ¿Una declaración sobre cómo ya está recuperado del post-Oasis?
Pero enseguida baja un par de cambios e insiste con alguna chance más en “One Of Us”, que combina la fórmula bitpopera conocida de rasgueo de guitarra acústica + colchón de cuerdas, pero con un poco más de aventura al incorporar citas al gospel (atención a ese cierre hermoso con la voz lejana de Liam mezclada con los coros femeninos), y en donde el cantante habla de algo que parece terminado pero en realidad no tanto: “Vamos, yo sé que querés más / Vamos, abrí la puerta (…) Vos dijiste que íbamos a vivir para siempre”. Sí, “Live Forever”, la canción que escribió Noel para Oasis en 1994.
Y el sentimiento perdura en “Once”, una sentida balada que es puro Lennon, cuando Liam canta “oh, yo recuerdo cómo solías brillar en ese momento”. Pero la nostalgia se corta en seco en el estribillo: “Solo podés hacerlo una vez”, dice el mancuniano, como dejando en claro que el tren pasa solo una vez y que mejor mirar para adelante. En solo tres canciones Liam condensa lo mejor de la obra y desnuda sus batallas entre atesorar o soltar algo.
“Ahora que te encontré, no te vayas”, dice Liam a bordo del pop de guitarras sixties “Now That I’ve Found You” sobre hallar algo (o alguien) que haga bien, pero al rato confiesa en otro tema que, si bien “nada real puede desaparecer”, en realidad “nada dura para siempre”, como si todo el tiempo estuviera intentando analizar los dos extremos de un abanico posible. La canción en cuestión es “Meadow”, otro de los puntos altos y que es pura lisergia beatle con su atmósfera de órgano, la voz procesada de Liam que invoca al espíritu de Lennon y un solo de guitarra con slide que remite a George Harrison. Esas citas obvias al ADN musical del cantante relucen en varios pasajes más: en “Alright Now” vuelve el combo Lennon/Harrison, en “Halo” suena un piano machacante en plan Jerry Lee Lewis (algo que Beady Eye intentó en “Bring The Light”) mezclado con los Beatles psicodélicos y “The River” es un rock and roll huracanado lleno de guitarras procesadas que suenan como la furia de un dique roto, y en donde Liam surfea la marea con la chispa encendida (“¡No le creas a las celebridades ni a los parlamentarios chupadores de dinero!”) y recupera un tono que recuerda la amenaza de “Gas Panic!”
Pero Why Me? Why Not también incluye un poco de riesgo. El disco permite individualizar algunas influencias no tan previsibles, como por ejemplo la posible referencia a Bruce Springsteen y “Downbound train” en “Be Still” (con otra carga autorreferencial al incluir en su letra la historia de cómo el cantante se recuperó de una depresión con los consejos de su madre) y, sobre todo, “Gone”, que suena como la banda de sonido ideal para un posible western dirigido por Guy Ritchie. Liam canta confiado y seguro de sí mismo –algo que se repite en la canción que da título al disco, en donde le pide a los oyentes directamente que dejen llenar su corazón con Why Me? Why Not– y le habla a un amor que terminó: “Antes de irme quiero decirte cómo me siento / Te di la oportunidad de vivir una vida que valiera la pena vivir”. Porque ese ego desmesurado aparece cada tanto y es tentador pensar que está hablando del valor de sus canciones. //∆z