A pesar de la disputa entre los hermanos, Whitecross todavía guarda esperanzas de ver a los Gallagher nuevamente sobre los escenarios:“Ninguno de los dos ha descartado volver a reunirse algún día. Va a suceder, estoy seguro. Solo pensar en que nunca jamás volveremos a verlos tocar juntos es para mí imposible”, declaró. Martín Barraco

Llega un nuevo Encuentro Nacional de Mujeres y las calles se llenan de discusión sobre la categoría género. ¿Qué libro llevar para leer mientras el micro se dirige a Rosario? El primer hombre malo de Miranda July (Literatura Random House) puede ser una buena opción. La escritora también es cineasta, actriz, música y tiene una forma de retratar a las mujeres que se escapa de todos los estereotipos. La protagonista de la novela se llama Cheryl Glikman y trabaja en una organización que enseña técnicas de autodefensa femenina. Un día tiene que hospedar a la hija de sus jefes y su rutina se modifica. La joven le invade todo, hasta la cabeza. July construye una mujer con defectos, matices y manías tales como tener en uso un solo plato y un solo vaso para lavar lo menos posible. Ella es dueña de su destino pero no tiene nada en claro y trata de lidiar con esto. La novela parece tener mucho de autorreferencial y se lee en clave intimista. Ideal para pensar en un concepto de mujer dueña de su destino sin victimización. Ayelén Cisneros

Una escena puede dejar una huella en la historia del cine. Y en la construcción de lo masculino también. Es 1970 y Sandro interpreta al “muchacho” de esta película. El personaje trabaja  en las lanchas que transportan pasajeros por el Delta y su pasión es cantar. Hablando con un grupo de chicas que alquilan una casa por temporada (entre las que están Marta, la protagonista, y su madre) declama: “Todo lo noble es amor, dice mi abuela: la abeja en la flor, la lucha desesperada del dorado por no morir, el sauce acariciando con sus ramas el agua, todo”. El plano de su mirada descompone todas las partículas de las féminas. La madre de Marta pregunta quién es ese espécimen y la chica responde una frase que es un sello en la historia del cine nacional: “muchacho, mamá, muchacho” mientras lo mira irse. Cabe preguntarse si éste es el origen del concepto “chongo”. En la mirada y los movimientos pélvicos de Roberto Sánchez lo sexy cobra un nuevo significado. Un gitano, un chico de barrio también puede generar suspiros. La primavera, el Tigre, Sandro forman un campo semántico difícil de borrar. Ayelén Cisneros 

(la escena es desde el minuto 21.11)

El 21 de octubre Netflix estrena la tercera temporada de Black Mirror, serie británica creada por Charlie Brooker que fue bautizada por la crítica como la “The Twilight Zone” de la era digital. El gigante del streaming la compró debido al impacto que generó en la audiencia. Sus historias giran alrededor de la paranoia tecnológica. En el episodio 2 de la primera temporada, se construye un futuro distópico en donde las personas se encuentran recluidas, uniformadas, obligadas a consumir publicidades, comida chatarra y televisión basura. Además, están condenadas a pedalear eternamente en una bicicleta fija para ir sumando méritos (una especie de dinero virtual) que les servirán para abastecerse de todo: desde dentífrico hasta de un sombrero nuevo para el avatar que los representa en un mundo digital que se mezcla con el aparente mundo real. En una especie de “Got Talent”, el protagonista grita su desesperación con un discurso en donde no parece hablar del futuro sino del presente: “estamos demasiado adormecidos” dispara con un trozo de vidrio en su garganta. El final, desolador, conecta al espectador con lo más profundo de sus miserias y lo lleva a reconsiderar el pasar tanto tiempo frente a una pantalla. Pablo Diaz Marenghi