Por Marcos Gras
Las remeras y el rock, las remeras y ser joven, las remeras y querer decir algo, gritarlo desde tu pecho cuando recién empezábamos a gritar. Hoy es común, hoy las remeras de rock se convirtieron en moda, hoy los padres van a ver rock con sus hijos, hoy los padres juegan a la play con sus hijos; pero hubo otra época, una no tan lejana, una donde tener una remera de rock en el pecho no era algo común. Donde cruzarse con alguien que tenía una remera de un grupo que te gustaba era casi una comunión interna, una especie de saludo fraterno de alguna secta fervorosa y oscura. Un tiempo donde las remeras de rock definían de qué lado estabas.
No puedo decidirme por una remera de rock como no puedo hablar de una banda de rock así que hablare de todas las que alguna vez significaron algo en mi vida y encontrará el lector que habrá remeras de rock y habrá algo que no es rock pero que en definitiva comulga con el rock.
Lo primero que viene a mi memoria es una de los Stones. Me llegaba a los talones (como todas las remeras de mi infancia) y la conseguí con mi madre el día que nos quisimos colar en el Vicente Calderón para ver la gira “Urban Jungle”. Años más tarde sería de los primeros 100 en sacar entradas para los Stones cuando vinieron a Buenos Aires pero esa es otra historia sin remeras y con palos y policía.
Mi madre es especial. Estábamos tirados muertos de calor, matando el hastío de un mundo sin aire acondicionado y sin cable cuando a eso de las 20 hs y 40 grados de térmica (aunque en España no existe ese rubro) mi madre nos dice: “¿Hoy tocan los Rolling, no?” (el recital era a las 21) ¡Vamos! Y allá fuimos con mis 14 años y mi hermana de 10 a ver si nos colábamos. No éramos los únicos: había como 200 locos más esperando que por algún milagro la puerta se abra ¿y saben qué? La puerta se abrió. Entramos y en el arrebato un argentino que se llamaba “Lalo” me regaló una remera con un monstruo azul icono de la gira que usé hasta entrados mis 20.
En otra ocasión estábamos en una marcha. ¡Otan no, bases fuera! Era la consigna. El calco que repartían (y que durante años usé en mi walkman) era una calavera yanqui disparando misiles por la cuenca se de sus ojos (sí muchachos, los 80 eran geniales). así que decidí robarle una remera a mi viejo para la marcha. Así es que usé mi primera remera de Iron Maiden, una que mi padre había usado en una de esa míticas giras llamadas “del dragón” en la que básicamente te la pasabas en un colectivo una semana para poder ver a Maiden o Judas Priest
En otra ocasión fuimos a ver a Pat Metheny a la casa de campo y ahí “El gordo” uno de esos padrinos que te da la vida me regalo la remera de la gira. Poco sabía yo que bancarme el frio de ese concierto haría que muchos años después Pedro Aznar se parara en una conferencia de prensa y me diera un abrazo mientras gritaba ¡qué aguante pibe, qué aguante!
Llegó Lennon y sus Beatles (lo siento, para mí es así) y mi amigo David, dueño de un descomunal talento a la hora de dibujar me regaló una remera de la caricatura de “Juancito” en Imagine, esa remera la use hasta que se rompió y solo la cambié cuando me compré una remera de The Doors.
Mi remera de Morrison me acompañó en todo mi periplo de rock argentino, la usé en el primer Obras de Divididos, el día que se cortó la luz en Obras y los Ratones terminaron haciendo acústico. La use cuando una compañera de secundario me invito a ver la banda de su novio y me regaló el demo de unos tales Babasónicos, o cuando fui a ver la banda que representaba un padre de una piba de México y me regalo el cd de unos “Piojos”. La usé cuando protestamos contra la ley federal de educación en la plaza y la usé cuando trabajé repartiendo volantes en la puerta de recitales. También cuando vi a Las Pelotas (que era como ver a Sumo) en Arpegios y Cemento o cuando trabajaba en el Condon club y tocaban La Renga, La Bersuit o tan solo venían Pappo, Botafogo y Juanse a zapar.
Usé esa remera el día que tiramos abajo las vallas del recital de Divididos en los bosques y que le costó un piedrazo a un amigo en la cara. Usé esa remera, o una similar ya no lo recuerdo, cuando fuimos a ver a Los Redondos a Obras y terminé dentro de un camión de la Bonaerense, cuando vimos a Los Decadentes, a Los Twist, a Hermética, a Los Fabulosos, a Dos Minutos y a El Otro yo; a Serú en River o a El Flaco en donde sea que tocara y como siempre usé esa remera cuando me quedaba con mis amigos hasta las 4 de la mañana escuchando a Charly en un pequeño bar a una cuadra de su casa donde tocaba todos los días para 15 personas y para quien quisiera escucharlo “¡Yo soy Lennon!” dijo Charly uno de esos días… Y le creí.//∆z
Marcos Gras: Clase 76. Poeta, padre, peronista, padrino y profesor. No en este orden pero sí con esa ambición. Ilustrador amateur, volante organizador, blaugrana desde el 82. Escribió y publicó los libros de poemas ¡No hay poemas tontos! y Semana laboral, es editor en Santos Locos poesía.
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