Tras doce años desde su último disco, con el retorno de Jay Lane en la batería, el trío más extravagante de California consumó Green Naugahyde.

Por Gabriel Feldman

En los ’90, con la explosión de la música alternativa, muchos grupos pasaron del desconocimiento absoluto a encabezar los festivales más importantes. Primus, un trío bastante singular de rock, no fue la excepción, y luego de la salida de sus dos primeros discos Frizzle Fry (1990) y Sailing The Seas Of Cheese (1991) alcanzó el reconocimiento mundial. Incluso los videos de los singles “Tommy The Cat” y “Jerry Was A Race Car Driver” rotaban y rotaban en la pantalla de la MTV, haciendo que la popularidad de la banda continúe extendiéndose. Así, estos californianos con un estilo muy propio, mezclando funk, metal y un sentido del humor sólo comparable al humor e ironía de Frank Zappa, logró convertirse en una de las bandas más emblemáticas de ese período.

Pero después de la salida de Antipop (1999), la banda en ese entonces constituida por Les Claypool en bajo y voces, Larry LaLonde en guitarra y Tim “Herb” Alexander en batería, se llamó a un descanso. Durante el hiato, sus distintas partes de dedicaron a sus proyectos paralelos, pero en el 2003 la banda se rejuntó. Pese al interés de Claypool y LaLonde por continuar con Primus, “Herb” Alexander no tenía muchas ganas de seguir y dejó la banda en el 2010. Con el re-ingreso de Jay Lane, quien había sido el baterista de Primus durante el final de los ’80 pero se alejó antes de la salida de Frizzle Fry, los aires se renovaron y la idea de un disco nuevo se concretó. Pasó mucho tiempo (doce años es mucho tiempo), pero escuchando los resultados parece un disco que bien pudieron haber grabado durante los ’90 y el paso del tiempo un mero dato de color.

Como ya nos tienen acostumbrados, una pequeña intro, un preludio exactamente (“Prelude To A Crawl”), es la antesala perfecta para “Hennepin Crawler”. Luego de que la guitarra navegue sobre la emulsión del bajo en ese minuto y monedas, el primer golpe de la batería hace que empiece la función. Es todo lo que se puede esperar de Primus: funky, Claypool con esa voz entre nasal y caricaturesca tan particular que tiene y la guitarra y el bajo prestándose el protagonismo (¡y qué protagonismo!) ¿2011 o 1989? ¿Dónde carajo estamos? Y en sintonía con las reminiscencias, para confirmar que las cosas no cambiaron tanto, nuevamente se hacen presente las historias de pescadores y el mar; una marca registrada desde la salida de “John the Fisherman” en Frizzle. En “Last Salmon Man”, cuarta parte de las crónicas del pescador, Claypool nos narra la historia de Jimmy, que pese a la escasez de salmón, recuerda la promesa que le había hecho a su padre moribundo diciéndole que persistiría, continuaría con el linaje familiar y, contra las preocupaciones de su padre, no se convertiría en el last-salmon-man del clan Macgonagle.

Es más, se podría dar por descontado cómo va a sonar el disco y sólo hacer mención a las líricas tan particulares. Nadie más que Claypool podría lamentarse de cómo hoy en día se hace todo en China en una cuasi opereta bastante desquiciada que bien podría ser el soundtrack de esos intermedios lisérgicos en las películas de Disney (“Eternal Consumption Engine”); contarnos que mientras todos prefieren a Clint Eastwood, él prefiere ver las películas de Lee Van Cleef y llama al recuerdo de aquél héroe del western norteamericano (“Lee Van Cleef”); o, bajo un manto más oscuro tras una guitarra retroalimentada, narrar las peripecias de una amiga con la heroína sentenciando en el final, a modo de racconto, con una ironía y un tono infantil-inocentón que a más de uno no le haría gracia: “Jilly’s on smack and she won’t be coming back for the holidays” (“Jilly’s On Smack”). Como un niño jugando nos canta que Jilly cayó en la heroína y no va a volver, así de simple (descontando que lo repite extensamente a lo largo de la canción). Es que Claypool verdaderamente no canta, más que cantar, cuenta, narra. Pero mientras el particular bajista nos deleita con sus historias y nos hipnotiza con su bajo, junto a él hay dos músicos fenomenales. Jay Lane se muestra preciso, extremadamente ajustado se podría decir, y aunque puede sonar un poco rígido a veces, es él quien se encarga de sostener la estantería cuando Claypool y LaLonde se despachan con sus solos y nos hacen despegar. “Tragedy’s A’ Comin’” es un buen ejemplo: la batería bien ajustada mientras LaLonde riffea, entrando en diálogo constante con el bajo de Claypool y turnándose en unos solos deleitables y sin desperdicio. Por su parte, “Moron TV”, con las líneas de bajo capitaneando, la guitarra llenando los espacios y un intermedio que rememora (¿y homenajea?) a Rush, no hace más que mejorar seguida de “Green Ranger”. Sublime. Para el final queda “HOINFODAMAN”, en donde el humor no se pierde en una mezcla entre su faceta más heavy con locuras made in Primus; los desvaríos de “Extinction Burst”; y a modo de cierre, así como una pequeña intro nos dio la bienvenida, el final recae en los 58 segundos de “Salmon Man”, un guiño gracioso a la tercera canción del disco a modo de epílogo.

No sé si será considerado uno de los discos del año, ¿a quién le importa acaso? Pero sin dudas es uno de los mejores regresos. Es más, para aquél que nunca haya escuchado Primus, luego de escuchar Green Naugahyde, quizás le pique el bichito. Tras doce años Primus se muestra inoxidable e igual de aceitados que en sus mejores épocas.

AZ Recomienda: “Hennepin Crawler”, “Tragedy’s A’ Comin'”, “Moron TV”, “HOINFODAMAN”