Hoy se cumple una década de la muerte de uno de los más grandes músicos argentinos. ArteZeta homenajea a Norberto “Pappo” Napolitano con una selección de sus veinte mejores canciones. Es evidente que tuvimos que dejar varios temazos afuera, pero la redacción votó y esta es la primera parte de nuestro homenaje al Carpo.
“Algo ha cambiado” – Pappo’s Blues (1971)
Después de aportar su incipiente talento como guitarrista principal en diversos proyectos ajenos –Los Gatos y Los Abuelos de la Nada entre fines de los ‘60 y principios de los ‘70, más un fugaz paso por Manal en sus inicios-, Pappo finalmente decidió armar su propia banda: en los comentarios de la contratapa del vinilo original de Pappo’s Blues (1971) Jorge Álvarez reconoce su papel vital para convencer a Pappo a que aceptara ser solista y “se zambullera en su propio delirio”. El resultado es dinamita pura: “Algo ha cambiado” abre el álbum sobre la base de un riff demoledor de proto metal que da fecha de nacimiento al rock pesado en Argentina. Pero, sobre todo, esta es una canción fundamental por otras dos cuestiones: en la letra Pappo experimenta una suerte de renacimiento espiritual vinculado a su nuevo rol decisivo (“Voy a nacer de acuerdo a mi destino”) y en el solo del final se perfila como el primer gran violero argentino: un cóctel explosivo de wah-wah, distorsión y feedback en sintonía con el sonido psicodélico de Jimi Hendrix. Matías Roveta
“El hombre suburbano” – Pappo’s Blues (1971)
Pappo conectó con el primer rock argentino desde sus mismos comienzos -conoció de primera mano y compartió banda con tipos como Miguel Abuelo, Javier Martínez o Litto Nebbia- y de ese modo incorporó varias de las ideas contraculturales de la generación fundacional: el anhelo de dejar la ciudad y adentrarse en lo desconocido (su “Gris y Amarillo” que conecta con “Una Casa con Diez Pinos” de Manal y “Toma el tren hacia el sur” de Almendra), la vida bohemia y el deseo de romper con las vetustas tradiciones de una sociedad conservadora, conceptos en buena parte presentes en la letra de “El Hombre Suburbano”. Pappo acá dialoga a través de su guitarra en el lenguaje del blues y regala unos punteos exquisitos que remiten a Chuck Berry, para este clásico de clásicos que funciona como denuncia contra la vida rutinaria (“El hombre suburbano sigue su rutina sin darse cuenta que su vida terminará”) y atada a los designios del mercado (“Pero no se da cuenta su personalidad en venta está”). Matías Roveta.
“Adónde está la libertad” – Pappo’s Blues (1971)
El bajo paquidérmico, denso, de David Lebón, la batería -armónica, zeppelineana- de Black Amaya y la guitarra de Norberto Napolitano que se erige como una lanza que atravieza los corazones de los impávidos argentinos de la década del 70. “¿A dónde está la libertad?” se pregunta Pappo en esta canción de 8.42 minutos de duración que se convertiría en una oda del rock y el blues vernáculo. Una letra contestataria, introspectiva e innovadora para la época. Interacciones de guitarra y bajo que provocan el delirio de cualquier melómano. A los 5 minutos y monedas uno ya no sabe bien donde está, solo se deja guiar por los instrumentos de tres gurúes del rock. El blues en toda su expresión en esta obra maestra que cierra el Volumen 1 a toda máquina. No detenga su motor. Pablo Díaz Marenghi
“Llegará la paz” – Pappo’s Blues Volumen II (1972)
Ya en su segundo disco, el Carpo seguía ahondando y ampliando los sonidos que presentó en su primer disco solista. Desde el blues más autóctono de “Tren de las 16”, hasta el más melancólico y con destino de himno como “Desconfió”, “Llegará la paz” se plantea como la pata más dura y pesada del disco. En este tema, denso, pesado y atmosférico, Pappo está haciendo Stoner aun cuando no existía el género. Con el sonido de Black Sabbath como bandera, el trío (lo más pesado que se podía escuchar por estar tierras en ese entonces) condensa un sonido de maquinaria que luego seguiría explotando, sobretodo el su siguiente disco. Pappo es el mejor en lo suyo todo el tiempo, pero cuando se pone distorsionado y pesado, es el más personal y el más creativo. Nahuel Ugazio.
“Pobre Juan” – Pappo’s Blues Volumen II (1972)
Más allá del riff memorable, el solo destructor de bochos, el estribo que se te pega como chicle y la estructura simple pero eficaz de “Pobre Juan” también hay que prestarle vital importancia a la letra. En unas pocas líneas el Carpo dispara certero contra los “ideales” nefastos de la sociedad capitalista: individualismo, egoísmo y consumismo. “Camino por la calle y no comprendo lo caro que es vivir en libertad y cuando paso la gente me mira, y puedo ver mi cara y nada más.” Existencialismo puro. Joel Vargas.
“Sucio y desprolijo” – Pappo’s Blues Volumen III (1973)
Nadie pudo acercárseles. Ni Divididos con su sonido; ni Pampa Yakuza y Bicicletas con sus insólitas readaptaciones; ni Charly con su delirio Say No More. El único que sostuvo ese riff asesino de tres notas en su versión fue Juanse y tampoco arrima. Sucede que, como dice Juan Carlos Pelotudo, esh imposhible. La alquimia del trío que grabó Vol. 3 hace de “Sucio desprolijo” un standard del rock argentino. Pero un standard intocable. Si los temas que se vuelven clásicos por sus formas, letras, significado, etc., son luego reversionados hasta ganar aquella categoría, lo de esta gema es la excepción que confirma la regla: el Monte Everest del rock pesado argentino o, mejor, el Monte Rushmore tallado con las jetas de Lorenzo, Rufino y Napolitano. Hay algo de barrilete cósmico en la interpretación (que, escúchenla, ni siquiera es técnicamente perfecta), en especial desde el cierre de la introducción, donde de golpe todo explota. La voz de Pappo es ideal para esa letra brillante, aunque alcanza el (anti)clímax no en los versos, sino en el grito de seis “No” previo al descomunal solo de dos vueltas. Los últimos alaridos –“¡Es eficaz!”– entre un bardo inenarrable, quedarían cortos a la hora de calificar lo que les salió: un grito que no podrá ser repetido nunca con la misma intensidad. Santiago Segura.
“Sándwiches de miga” Pappo’s Blues Volumen III (1973)
Quizás el tema más lindante con el metal del Volumen 3 de Pappo. “No puedo evitar que vengan hacia mí los sándwiches de miga” frasea Norberto Napolitano y uno se lo imagina extasiado en LSD y demás drogas de diseño, arpegiando -como podía- su viola y observando como varios triples de jamón, queso y lechuga volaban a su alrededor. Sin embargo, Machi Rufino -su compañero en aquella etapa de Pappo´s Blues- aseguró en varias entrevistas que ese mito es falso: Pappo no tomaba ácidos en esa época. Machi, además, compuso la melodía de esta canción que pasó a la historia como una de las letras más bizarras del rock vernáculo. Su melodía, más cercana al hardrock que al blues, impacta por su consistencia y su efectividad. Pablo Díaz Marenghi
“Caras en el parque” – Pappo’s Blues Volumen III (1973)
Una viola que te atraviesa, te recorre de pies a cabeza. Sentís su crepitar sobre tus vértebras hasta que se te hiela la sangre. No es por nada que el Volumen 3 de Pappo´s Blues es considerado por críticos y fanáticos como “el mejor”. Esa tendencia a la objetividad -muchas veces inalcanzable en el mundillo del rock- parece coincidir en que Pomo y Machi -los futuros co-equipers del Flaco Spinetta en Invisible- fueron los mejores partenaires del Carpo. Qué mejor muestra de dicha galaxia blusera que “Caras en el parque”. Un lamento existencialista hecho canción. El fantasma de Albert Camus deambula por los 3.48 minutos de duración. Un sonido blusero hasta las tripas. De los mejores temas del disco. Pablo Díaz Marenghi.
“El brujo y el tiempo” – Pappo’s Blues Volumen III (1973)
Un riff omnipotente domina, conquista. Abre la compuerta de un bucle sonoro. La verba del Carpo desnuda una vibra mística, un dilema ancestral. Y cuando creías que estabas enganchandísimo el solo te termina de engatusar. Esta joya es del discazo Volumen 3 del año 1973. Hay una canción de Motorhead, “Damage Case”, de Overkill (1979) que tiene la misma estructura y el mismo riff pero con el tempo más acelerado. Las malas lenguas dicen que Lemmy Kilmister lo plagió al Carpo, otros afirman que es una influencia. Hay que remitirse a los datos concretos, son conocidos los viajes iniciáticos de Pappo por Inglaterra, sus zapadas con Lemmy -entre otras leyendas del rock como John Bonham- y su presencia en la génesis de Motorhead en un recóndito sótano ingles. ¿Casualidad? ¿Causalidad? ¿Influencia? ¿Plagio? Nunca lo sabremos. Cosa é mandinga. Joel Vargas.
“Fiesta cervezal” – Pappo’s Blues Volumen IV (1973)
A mediados de los ’70 hacía calor en el rock argentino, un gran juego de la silla en el que nadie se quería quedar parado. Proyectos nuevos emergen, y casualmente Pappo y Spinetta hacen un enroque. Machi y Pomo, hasta entonces dos de las patas de Pappo’s Blues, pasan a sumarse al nuevo proyecto de Luis, Invisible. Mientras que David Lebón y Black Amaya -provenientes de Pescado Rabioso- se enlistan junto al negro Medina e Isa Portugheis -ambos dos de la Pesada- en el flamante combinado del Carpo, con Billy Bond como productor. Amigos, cerveza fresca y que siga la fiesta. Gabriel Feldman.