Se esperaban dos posibilidades: el fracaso absoluto o la vuelta gloriosa. Ninguna de las dos ocurrió. Pink Floyd volvió con dignidad para realizar un homenaje a Richard Wright.

Por Alan Ojeda

The Endless River propone un viaje sonoro de música ambient, en el que los instrumentos y la individualidad de sus notas se diluye en la corriente de sonido para asomar ocasionalmente de forma dramática, como un grito o un lamento. El álbum esta basado en grabaciones inéditas de las sesiones de The Division Bell (1994), de las que participó el tecladista y vocalista Richard Wright.

El músico Oliver Messiaen tiene un concepto que sirve para analizar lo que pasa en el disco. En una conferencia que realizó en Kyoto en 1985 habló de un concepto muy útil, que es el de “personajes rítmicos”. Messiaen dijo: “Supongamos una escena teatral. Tres personajes están sobre el escenario: el primero actúa, lleva la escena, el segundo está mudo, el primero actúa sobre él, el tercero asiste al conflicto sin intervenir, observa y no se mueve. De la misma manera, tres grupos rítmicos están presentes: el primero aumenta, es el personaje atacante; el segundo disminuye, es el personaje atacado; y el tercero no cambia nunca, es el personaje inmóvil.” Algo similar sucede en The Endless River: la guitarra de Gilmour que siempre va al ataque es el personaje principal; la batería de Mason establece un diálogo ocasional con los solos infinitos de guitarra y rara vez se hiergue para establecerse en primer plano; mientras tanto Wright está ahí, presente, testigo de todo, con su sonido acusmático y envolvente, dándole materialidad y densidad al espacio auditivo.

Si bien todas las canciones parecen componer una sola historia, como nos tenía acostumbrados la banda con sus elaborados discos conceptuales, la duración de algunos tracks es inferior a los dos minutos, lo que impide que el viaje siga de forma continua. Cuando la guitarra llega a su punto álgido y el río de sonido parece llevarte al límite del vértigo, todo termina.

Sería absurdo reclamar mayor calidad de sonido o decir que han producido un mal álbum: ha pasado por las manos de David GilmourYouthAndy Jackson y Phil Manzanera y no cabe duda que es difícil que algo se escapara de tantos oídos prodigio. El problema, básicamente, es la duración. El formato ambient requiere extensiones similares a “Shine On You Crazy Diamond” en una versión sin pausas de la parte 1 a las 9, es decir alrededor de 25 minutos. La extensión es fundamental para el efecto envolvente de la escucha atenta. Quizá, sólo por no estar mezclado como una sola unidad de 52 minutos, es que este disco difícilmente llegue a equipararse otros trabajos anteriores.

David Bowie ha puesto la vara muy alta en lo que se refiere a la vuelta de los héroes del rock. Es un momento de “a todo o nada” pero tratándose de un homenaje con una melancolía que nos retrae unas décadas en el pasado, no se puede esgrimir ninguna queja. Nadie puede decirte como tenés que despedir a un amigo.//z

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