En medio de esta era de éxtasis superheroico nerdo y mainstream, era cuestión de tiempo antes que algún genio creativo propusiese revivir a Supergirl. Warner asumió el desafío y pronto llega a la pantalla chica una nueva serie sobre la prima del Hombre de Acero.
Por Ale Turdó
Sería bueno que veamos esto como una advertencia, como un cautionary tale –según el término en inglés- o moraleja aleccionadora para comprender hasta dónde se pueden estirar los límites de esta moda de los superhéroes. ¿Recuerdan la burbuja económica del 2008, esa que tornó insostenibles las economías mundiales que se aferraban a un modelo que terminó cayendo por su propio peso? Existe un gran temor de que estemos pasando por un problema similar en medio de este hype superheroico. Desde hace un tiempo hasta hoy, todo producto que involucra a algún encapotado con superpoderes parece ser aprobado para producción sin pensarlo dos veces. Después de ver el piloto de Supergirl, este terrible presentimiento de que tal vez hayamos empezado a tirar demasiado de la cuerda se hace realidad.
Dejando las premoniciones fatalistas de lado, hablemos de la serie en sí. Kara Zor-El (Melissa Benoist), mejor conocida como Superchica, es enviada a la tierra a proteger a su primo Kal-El, mejor conocido como Superman, quien es enviado a nuestro planeta segundos antes. Si, el hijo de Kritpón a quien todos dicen que será el hombre más fuerte del Planeta Tierra necesita que su prima le haga de chaperona. La cuestión es que la nave de Kara sufre un desvío y queda literalmente boyando en un agujero negro, razón por la cual llega aquí bastante tiempo después, cuando Kal-El ya se ha convertido propiamente Superman. El Hombre de Acero tiene la suerte de ser el primero en encontrar a Kara cuando aterriza –después de que esta cae casualmente en territorio norteamericano, ¿dónde más?- y la entrega a una familia de confianza (Dean Cain, de Louis & Clark, y Helen Slater, la primera Supergirl) para que la críen. Todo esto resumido en no más de tres minutos en pantalla y abusando de efectos especiales hechos por computadora con un presupuesto a todas luces limitado.
La cuestión es que Kara crece para convertirse en una joven normal, desistiendo de hacer uso de sus superpoderes, al menos durante los primeros diez minutos del episodio piloto, claro está. Trabaja como asistente de una tirana de los medios de comunicación llamada Cat Grant, interpretada por una muy botoxeada Calista Flockhart (si, la de Ally McBeal) y vive con la sensación de que está destinada a hacer cosas “grandes”. Casi todos los diálogos de Kara son tan premonitorios como los colores rojo y azul de sus prendas en las diferentes escenas, por si todavía no captaron que es la prima de Superman o por algún motivo desconocen el título de la serie.
Pero en cuanto su media hermana se encuentra en peligro, Kara acude a su rescate tirando por la borda años de celibato superheroico sin pensarlo dos veces y es así como National City (cualquier similitud con Metrópolis no es mera coincidencia) descubre a Supergirl, su nueva defensora alienígena. Claro que su exposición pública atraerá a personas bien interesadas y también villanos ocultos, cautivos a la espera de que el guión los invoque para irrumpir sin mucho desarrollo previo dentro de la estructura narrativa.
Este episodio piloto de 45 minutos respeta religiosamente el famoso Camino del Héroe. Vemos a Supergirl negar su potencial, después aceptarlo, ponerlo en práctica, fallar al primer intento, aprender la lección y superarse gracias al mentor de turno –porque de nada sirve ser el segundo ser viviente más poderoso del planeta si no tenés a nadie que te diga tengo fe en vos– y finalmente vencer allí donde flaqueó inicialmente. De manual. Lo único rescatable de este paso a paso campbelliano es la musicalización de la secuenca de práctica, a cargo de Parliament Funkadelic y su “Bad Mamma Chamma” porque se puede actualizar y modernizar un relato clásico todo lo que quieran, pero la buena música jamás pasa de moda.
Nuestra Supergirl es tan contemporánea como le es posible. Con líneas de diálogo plagadas de alusiones al poder de las mujeres y la inutilidad del sexo opuesto, viviendo con la neurosis a flor de piel, con anteojos negros de marco grueso, sin ser una bomba sexual tetona y culona cual póster de gomería sino una chica como cualquiera… En fin, fiel representante de todo aquello que nuestra idiosincrasia siglo XXI intenta erguir como estandartes de lo que se supone es la mujer moderna. Por más que las mujeres verdaderas no necesiten ser todo esto para ser dignas de nuestra admiración.
En el orden del balance racial, tenemos a un Jimmy Olsen afroamericano, para que nadie se queje que dentro de esta urbe ficticia se representa la totalidad de la población como caucásica. El emblemático fotógrafo y amigo de Superman se muda a National City por pedido de este, para que le de una manito a su prima. A su vez, Kara tiene un compañero de trabajo, quién desgraciadamente cayó en la friendzone, y aparentemente esto le causó culpa a Kara porque también le revela su identidad secreta. Pero al final resulta bien, porque nadie se esperaba que un empleado de prensa tuviera habilidades de diseño textil para crear trajes de superheroína hechos de aleación de polímeros, ¡que suerte! Y de esta forma se convierte en la tercera persona que conoce la verdadera identidad de Supergirl en apenas 30 minutos. Porque eso de mantener secreta tu verdadera identidad es muy de los noventas.
A grandes rasgos, este piloto/capítulo introductorio deja planteados de forma algo atropellada quiénes serán los ayudantes y quiénes los enemigos, las subtramas y el tono general de la serie para su primer temporada. Si bien la gente de Warner tiene planificado su estreno para octubre de este año, desde hace meses el episodio piloto está flotando por la red de redes (léase: internet) debido a que se filtró cuando apenas habían pasado días de la presentación del primer trailer.
Warner dio a entender que en un futuro no muy lejano el universo de Supergirl podría cruzarse con el de Flash y Arrow, dos series también propiedad de la cadena. Movimiento astuto que sirve para asociar una serie nueva a otras dos ya establecidas y con una interesante base de seguidores. Lo productivo de todas formas sería poder evaluar esta nueva serie por sus propios méritos, dejando el hype de lado y en especial dejando por un momento de ser fans de “ser fans”, por inercia. Porque si seguimos así, creánme que la burbuja va a seguir creciendo… Y no quisiera andar por acá cuando reviente para ver las caras de miles de fanboys deprimidos.//∆z