El Almuerzo, de Javier Torre, narra el encuentro entre el represor y algunos hombres de la cultura, quienes, con la tibieza que obligaba la época, reclamaron por escritores desaparecidos. Grandes actuaciones, el papel de los escritores en el Golpe y el secuestro de Haroldo Conti.

Por Agustín Argento

Jorge Luis Borges (Jean Pier Noher), Ernesto Sábato (Lorenzo Quinteros), el presidente de la SADE de aquel entonces, Hugo Ratti (Roberto Carnaghi), y al sacerdote Leonardo Castellani (Pompeyo Audivert) se sentaron a comer con Jorge Rafael Videla (Alejandro Awada) y el secretario de Presidencia, José Villarreal (Arturo Bonín), el 19 de mayo de 1976. ¿El objetivo de aquel almuerzo? No se sabe muy bien. Por un lado, Videla gira sin profundizar, como si fuera un disco rayado, sobre “el rol de la cultura en esta nueva etapa de la Patria”; por el otro, los escritores se sumen en falsos halagos para con el Presidente defacto, sin decir mucho tampoco.

La intención de Torre, al parecer, no es la de desmenuzar aquel polémico encuentro ni la de presentar un ensayo sobre estas personalidades y la dictadura más sanguinaria que conoció Argentina. Tampoco muestra una honda investigación sobre el suceso. El realizador de El juguete rabioso (1998) y Lola Mora (1995) se apoyó en las grandes actuaciones de todos los intérpretes para demostrar que esa comida poco tuvo de interesante y que su papel en la “reorganización nacional” careció relevancia.

Videla se muestra como un ser mezquino, obtuso y carente de cultura, quien constantemente indaga a sus invitados sobre qué lugar debería ocupar la cultura en la Nación. Algo tan vago y amplio que sólo provocaba respuestas de cortesía por parte de sus interlocutores. Awada, quien logró meterse en la piel de jefe del Ejército, muestra a un personaje al que le cuesta salir del discurso pre armado y, en contraposición a su soltura para la represión, está cohibido ante semejantes invitados.

Profundizando la versión de Borges como una persona confiada en su inteligencia con mensajes cifrados en la literatura, el autor de Funes el Memorioso contradice a Sábato en dos puntos: la relevancia del Martín Fierro como obra nacional y el papel de los escritores como hombres de las artes. A pesar de esta discusión, Borges trasmite, con sus códigos, el mismo contenido que el colega más joven. No hay que catalogar a los escritores, quienes, con la palabra, lejos están de ser bandidos.

De esta manera, y sin mencionar a ninguno los desaparecidos, el escritor más importante de Argentina pidió, entre líneas, que no se los persiga. De forma más directa, y por ello con mayor temor, Sábato y Ratti se animaron a viva voz a rogar por la reaparición con vida de amigos y conocidos suyos del ámbito de la literatura, que habían sido detenidos de forma ilegal. Castellani, interpretado de forma sutil por Audivert, deja pasar el almuerzo, durante el cual intercede de forma escueta y concreta, para pedir directamente y en forma privada a Videla por Haroldo Conti (Jorge Gerschman), secuestrado una semana antes.

Esa es la historia paralela que se desarrolla lejos de la Casa Rosada. Mientras todos degustan sus ravioles y toman vino, Conti aparece torturado y golpeado, al borde la muerte. Emerge como una contradicción natural y obvia, en una época en la que todo pasaba por los subsuelos de la vida y de la conciencia. Sin entrar de lleno, Torre da pinceladas de lo difícil que pudo haber sido para estos hombres aquella comida llena de tensión, en un ambiente oscuro que se debate entre los protagonistas.

Las declaraciones posteriores de los invitados, con corteses elogios para con su anfitrión, pueden estar enmarcadas en ese pacto tácito para la aparición con vida de sus colegas. O en el miedo propio a sufrir alguna pena. Sería una injusticia vincularlos directamente con el apoyo al Golpe, sobre todo porque durante todo el Siglo XX, las asonadas militares fueron las variables de ajuste de la política nacional, con apoyo de grandes sectores de la sociedad civil, que ya se habían acostumbrado.

Pasado el Golpe, Sábato integró la CONADEP y Borges se fotografío con Raúl Alfonsín presidente. Videla, fue preso. Al funeral de Sábato fueron miles de personas y los libros de Borges están en las vidrieras de las librerías de Inglaterra y Alemania. A Videla lo enterraron en secreto. La represión fue juzgada y sentenciada. Se puede decir que la cultura también, aunque, para beneficio de todos, terminó sobreseída.//∆z