Premiado por el Fondo Nacional de las Artes, el debut literario de Cascante reúne cuentos que bordean lo siniestro y lo fantástico con sutileza.
Por Juan Carrique
Hay misterios que no pueden resolverse, pero pueden transformarse en misterios mejores. Esto lo dijo Greil Marcus en Rastros de carmín y bien podría ser el lema del primer libro de Martín Cascante (Buenos Aires, 1975). Publicados en abril de este año por La Parte Maldita, los cuentos de La noche en otra parte se ubican en el umbral de lo fantástico y trasladan al lector a una dimensión incierta hecha de alucinaciones, metamorfosis y superstición. Acá no hay secretos ni enigmas, sino personajes excedidos por el entorno que se debaten entre la vida y la muerte, la vigilia y el sueño narcotizado, el castigo y la salvación. Personajes que vivencian el enrarecimiento de su mundo y descubren su destino al mismo tiempo que el lector.
Desde “La mujer esquimal”, el primero de los catorce cuentos, se asiste a una cotidianidad alterada que hace del desconcierto el motor de la narración. Un hombre se separa de su mujer y se instala en la quinta de un amigo en las afueras. Cuando despierta sucede algo extraño: “El ojo izquierdo me muestra el techo de machimbre, el ventilador herrumbroso de la habitación de la quinta de Vidal, en donde estoy acá y ahora. El derecho mira a una playa de piedras oscuras, parpadea para defenderse de un viento frío que lo irrita y lo seca. (…) Flotan unos témpanos a la deriva. La tarde se cierra sobre el mar y lo ennegrece. Una mujer esquimal está ahí.” Entre la alucinación lisérgica y la alegoría, el autor construye una historia de amor sencilla e inquietante: ¿qué le pasa a este hombre? Nadie lo explica, pero los indicios están.
Algo similar ocurre en “Mis pies sobre la tierra”, quizás el cuento más logrado del libro por su precisión narrativa y su belleza visual. Una mujer sale de la ducha y ve a un toro que la está mirando al otro lado de la ventana. Lo observa y sólo piensa en una cosa: “Debo encontrarme con él. Me está esperando. Yo lo sé.”. Después comienza a seguirlo por las calles empedradas del pueblo en dirección a la catedral. El espacio es casi ensoñado. Ella es consciente de que lo que sucede no tiene lógica, sin embargo “a nadie le llama la atención un toro suelto andando por la calle”. Caminan juntos, juegan a embestirse, ella lo monta, almuerzan en un parque y, mientras tanto, “el cielo se va poniendo cada vez más oscuro”. Nuevamente surge la pregunta: ¿ese toro existía o no era más que la parábola de una relación amorosa? La prosa de Cascante desplaza las preocupaciones interpretativas a un segundo plano y coloca al lector en un lugar de placentera vacilación.
Familiarizado con la tradición del realismo mágico –la cita de Elena Garro elegida como epígrafe lo explicita: “Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente.”–, Cascante tiende a colocar a sus personajes en situaciones insólitas y siniestras que son vividas con normalidad. En el pueblo de “El dolor hablado”, el Intendente manda a enterrar hasta el cuello a Pedro, el afilador, y aunque no se sabe el motivo, nadie se opone. Como si lo no dicho no fuese algo a descifrar sino el punto de fuga para que personajes en principio vulgares se atrevan a tomar decisiones que les cambien la vida. En “Los defectos del cuerpo”, por ejemplo, un adolescente deprimido por su inmensa fealdad recurre a Urât, un rumano que “trabaja con gente rara”, para que lo ayude. Después de pasar algunos días en su casa y “llenarse de optimismo”, descubre que Urât es un sádico coleccionista de criaturas monstruosas que pretende embalsamarlo. ¿Cómo podrá salvarse el joven? Con un giro sutil sobre el final, el cuento es una muestra de la gracia narrativa de Cascante: el autor se divierte cuando escribe.
Sin embargo, no todos los relatos tienen este aura fantástica. En “Leones de mármol” y “Las cruces”, Cascante evita introducir elementos sobrenaturales y se dedica a narrar historias de crimen y castigo. Incluso “Drown”, que comienza de una manera desconcertante (“No lo supe hasta ahora, pero el control sobre mi propio destino empezó a fallar en la Navidad de 1984, cuando una ardilla cruzó súbitamente el sendero del Central Park por el que yo caminaba bien entrada la noche.”) y progresivamente enlaza escenas cada vez más delirantes, no deja de ser un cuento realista cuyo tema de fondo es la superstición y la venganza.
Distinguido con el primer premio del Fondo Nacional de las Artes en 2016, La noche en otra parte es un libro que intranquiliza. Cascante empuja al lector a habitar una zona de oscuridad y acechanza. Una zona donde algo siempre está por suceder, y poco importa si a la postre ocurre o no. Una zona donde el misterio no se explica, se experimenta. //∆z
La noche en otra parte, de Martín Cascante
Ediciones La Parte Maldita, 2018
134 páginas.