Beauty Behind the Madness, el segundo disco de estudio de Abel Makkonen Tesfaye aka “The Weeknd”, hace cumbre en los rankings. Del mixtape y la calle a liderar los charts. ¿Who’s this boy?

Por Gabriela Clara Pignataro

De la oscuridad hacia la luz, del anonimato al hot chart, de la calle a Pitchfork: el nombre The Weeknd suena fuerte los últimos meses. Detrás de este juego fonemas que cobran sentido al tenerlos en la boca (weekend sin su n suena a weaken: debilitarse) se contonea Abel Makkonen Tesfaye, canadiense de nacimiento con orígenes etíopes.

Este joven con estirpe de seducción pop y densidad R&B comenzó a fines de 2010 publicando en youtube sus pistas bajo el seudónimo The Weeknd, las cuáles circularon en diferentes blogs under teniendo un fuerte impacto de boca en boca. Esta figura fantasmal fue cargandose de incertidumbre, una incógnita que capturó el interés de forma lateral en circulaciones sin sello aún cuando Abel ya había dado con un productor con el que habían trabajado algunos tracks que no lo convencieron.

El secreto, el enigma, el fetiche de hallar tapes perdidos en internet quebrando la cintura a las legalidades construyeron un potente personaje hoy mediático. Y decimos mediático, porque desde la juventud disidente de Abel (no tan lejana a sus 25 años) donde podemos imaginarlo escapando de su casa colchón a cuestas y vendiendo weed, conquistando chicas para tener un lugar dónde dormir (según sus propios dichos en las redes); salta a los escenarios y estudios de grabación pisteando y mixeando tracks con Lana del Rey, Drake, Ed Sheeran, M.I.A entre otros.

Pero esta aparición centellante en el mainstream no lo corre de su espíritu de productor indie, siendo XO su propio sello discográfico. Ahora bien, podríamos pensar: ¿Cuál es la novedad? Si del asfalto a la alfombra hay varias biografías del rap, r&B, pop y rock que transitan ese recorrido de ascenso transfiguracional y de status.

Pareciera ser que la sonora sordidez de los discos de The Weeknd viene a sacudir el panorama del Rhythm & Bass cuyo mainstage está habitado por Beyoncé, Rihanna, Justin Timberlake, Alicia keys y Bruno Mars en los últimos años. Lejos de hablar en términos de juicio categórico, la marea candente, rumiante y golosa de la escena se mancha de otra atmósfera con la sordidez de Beauty Behind the Madness.

El título del disco es narrativo y descriptivo a la vez de su concepto y sonoridad: la belleza detrás de la insanidad, porque las letras de Abel son sucias en el sentido de opacidad, porque ofrecen una complejidad de sentido que nos seduce a través de las melodías pegajosas like sticky fingers. Letras densas, llenas de habitaciones revueltas, sábanas manchadas, disparos, llantos en el teléfono, rutinas extenuantes de sexo y drogas. Vapor, humo nublando los ojos, movimientos de sentidos enrojecidos, músculos hinchados de sangre.

Un paisaje barroco y no por eso menos bello y cautivante como las circunvalaciones del amor, el que se dá y el que se esquiva existen por igual como en la vida real.

Heaven only lets a few in
It’s too late for me to choose it
Don’t waste precious tears on me, I’m not worth the misery
I’m better off when I’m alone

-Real Life

Con la espesura de ambiente de novela negra, toda pista alrededor de The Weeknd es un caso a revelar: su imagen gatillada en la tapa del disco, sus fotos fuera de foco y difusas circulando en internet bajo su nombre como tag de búsqueda constituyen un fenómeno casi literario en sentido simbólico.

Quién es, de dónde viene, cuál es su dolor, con quién se acuesta se preguntan los periodistas musicales del estrellato. Y otros detectives salvajes, nos preguntamos también debajo de todo aquello quién es ese chico.

Abel parece contestarnos, sin mirarnos de frente y ocupado en otra cosa: un chico con las zapatillas pegadas a la humedad del asfalto, pitando, fumando, pensando en dónde va  dormir esta noche con su locura.//∆z