Por Miriam Maidana

En 1994 un sello nuevo nacía: Iguana Records, división de BMG. El sueño del Indie en Argentina, que fue muy efímero. Entre otros lanzamientos, un disco que mostraba a un cantante encintado con un bebé volando en sus brazos llegaba –a veces por el método puerta a puerta- a ser entregado en distintos órganos de difusión. Entre ellos, un programa nocturno en Rock & Pop.

Un día llegas a casa (¿será martes?) y descargas una pila de CDs y como siempre hacés tirás la cartera por el piso, calentás café, prendés la tele en mute y ponés un CD cualquiera, la pila es alta y tambalea, y te estás yendo a la cocina pero ya los primeros sonidos te van a los pies que vuelven tras sus pasos y el café se quema porque los oídos te arden: ¿quién canta esas melodías tan hermosas? Vas para atrás tirada en la alfombra, entre tus juguetes de verano encontrados y la ignorancia materna, entre eso que se graba en tu cerebro (te lo has preguntado tantas veces! Para que ser normal, para que ser social…) y ese viejísimo tema, ¿de quién era? Ah, sí, los Credence…¿quién cuernos graba un cover de los Credence? Son los primeros 90´s, ¡joder! El mundo está teñido de camisas cuadrillé, las guitarras distorsionan y los cantantes gritan. Estos no: la guitarra es finísima, el cantante afina, ¿qué está pasando? Con la cafetera hervida no podés hacer mucho, a escucharlo de nuevo una y otra vez.

El arte de tapa muestra un cantante aún flaco y con pelo largo, hipón te podría decir, elevando por los aires a un niño en un marco oscuro, raro (marrón, letras celestes, ¿a quién se le ocurre?) y la quinta escuchada ya no parás: ya estás saltando en la alfombra con ¡a la conquista de mi alma y al conflicto negación! Y en esos días de no celulares ni Internet (vieja y amada 386, con pantalla naranja) te tomás el trabajo de llamar a un contacto que a la vez te contacta con otro y otro más y el jueves los ves a los 4 subiendo la escalera y ahí nace una amistad entrañable con ese flaco (sí, sí…flaco) rubión californiano que resulta es el mismo que te has cruzado en el kiosco de Entre Ríos porque vive en av. Independencia y vos en Carlos Calvo, con la bolsita de las tías cargada de cerveza y te dice: “Hola, ¿en serio te gustó el disco?¡ Qué bueno! Te traje un regalo especial…” y ahí está la edición de Galería Desesperanza, uno de los discos de tu vida estampada en remera bordó de taller casero porque el cantante en esos tiempos estampaba tirado en el piso, como vos te pasaste semanas escuchando ese maldito y divino CD que cambió para siempre tu vida porque no, no fuiste a Massacre Palestina, no, y no le diste mucha importancia al primer disco, tampoco. Son momentos que quedan para siempre: son sensaciones (el café hervido aún se huele, lo juro), son impactos que marcan con tus recuerdos como ese es tan difícil crecer, alguien me habla…temo llegar a mí, o Mamá será la que en secreto a su hijo sanará, hoy me descubro sin mañana y sin tu amor.

Ah, claro, vos ya eras psicóloga y en ese momento casi que no ejercías porque trabajabas produciendo en radio, por eso recibías pilas de cd´s que te ocupabas de escuchar aunque sea una vez, claro.

¿Cuál fue la diferencia con Galería Desesperanza?

Y, lo que estoy contando: el café hervido, la alfombra, ese pibe californiano en Monserrat que se transformó en uno de los mejores amigos que tenés en la vida, y sobre todo la inolvidable sensación que vos ya no serías la misma después de Galería Desesperanza.

Ahí comenzaron tus giras: desde la presentación oficial (con Patricia y Pilar, luego esas picadas en el Bar Astral que ligabas gratis tras consumir ½ docena de cervezas), Santa Fe, Córdoba, Massacre y Los Ramones, Massacre y el Nuevo Rock Argentino, el casamiento de Walas y la Tori, las zapadas en el comedor de tu departamento minúsculo y esa noche en Dr. Jekyll donde tocaron El Hombre Normal a tu pedido y con dedicatoria incluida.

Con El Mamut también te tembló el piso, y no paraste de escucharlo por meses, y el café volvió a quemarse, pero ya lo esperabas: un año antes sonaba en tu living la primera versión de La Orquídea Negra, y La Reina de Marte te había enamorado, fue distinto: Galería era un disco más en una pila interminable, El Mamut fue un disco que amaste desde que se puso la semilla, lo mismo te pasó con Ringo. Pero la primera vez que te enamoras nunca se olvida, nunca….

Como escribiste una vez: “La música puede cambiar la vida, amigos. La música ha cambiado mi vida”.

Pd: en cinco años de producir en radio solo en poquísimas ocasiones me pasó de que un CD me conmoviera de tal modo de no poder parar de escucharlo: Galería Desesperanza (Massacre), Porco (Porco), Nuestros años felices (Reincidentes, luego Pequeña Orquesta Reincidentes), Acido Argentino (Hermética), Mentes Abiertas (BAHC) y algunos más sin dudas, pero no muchos.

Miriam Maidana es Psicoanalista, docente UBA e investigadora UBACyT. Fue productora del Heavy Rock & Pop y de Evitando el Ablande, por FM La Rocka.

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