Ni la policía ni la veda electoral pudieron detener al Turdera Fest Deluxe. La impronta de la última edición del festival itinerante fue federal, promoviendo el encuentro de bandas de diferentes puntos cardinales.
Por Joel Vargas y Nadia Sol Caramella
Fotos de Gisela Arevalos
Sábado por la tarde. Coordenadas y astros alineados en el festival que lleva el nombre de la localidad donde nacieron Los Brujos, hijos pródigos del nuevo rock argentino de los noventa. Por el escenario del nuevo Club Matienzo desfilan: Auto-piloto (Pergamino), Los Todopantalla (Santa Fe), La Otra Cara de la Nada (Misiones), Bort (Salta); Benigno Lunar (Córdoba) ; Cabeza Flotante (Ameghino); Callate Mark (CABA); Barco (Florida), Le Premier Enfant (Burzaco); Thes Siniestros (La Plata).
Cae la tarde y luego de una intervención policial la organización se ve obligada a cerrar el escenario B, pero la fiesta sigue sin problemas. La música es un radar y el Turdera Fest es el espacio de la mezcla. El sonido amplificado golpea el pecho de los presentes, un jardín de niños sensibles listos para reanudar la experiencia.
Tobogán Andaluz comienza su set con “Canción de navidad”, las energías fluctúan. En “Un tesoro en la avenida” las guitarras machacadas del principio disimulan la falsa calma, que pronto encuentra su quiebre en el estribillo: una ofrenda explosiva a los niños perdidos. Mimetizados con ese paradigma, los seguidores de Tobogán Andaluz se hacen sentir poniéndole el cuerpo a la furia de los acordes. No hay líneas, ni réferis que dividan la cancha, entre la banda y el público, la simbiosis es impecable.
A “Un tesoro…” le siguen “María juega a ser un avión” y “Siempre sueño las mismas cosas”, la simpleza de estas dos es tan compleja, que es mejor no intentar trazar mapas de lo que pasa, algo fluye, algo que proviene de un encuentro fugaz entre dos tiempos.
La última parada es “Lo que más quiero”. Gritos, abrazos, pogos que parecen abrazos. El desenlace es puro fuego: “ahora que incendiaste todo y le encontraste el gusto al odio” canta Facu Tobogán, y desde abajo las gargantas ya sin voz repiten: “no hay corazón que aguante contra tu canción”.
Lo de esta banda es curioso. El molde de sus canciones al parecer es simple, pero esconde un laberinto que en su centro resguarda un sentimiento alquímico, que se apodera de la festividad para asegurarnos una mirada distópica. Facu escribe ficciones desencantadas, sin embargo, puede reinventar la belleza de lo cotidiano, y hacer de ella melodías familiares como si siempre hubieran estado en el mundo.
Más tarde, Mi Amigo Invencible con una seguidilla de La Nostalgia Soundsystem (2013): “Los Pájaros”, “Me cuidé tanto” y “Esta casa” demuestran que tienen algo nuevo para ofrecer, digno de ser apreciado, a tiempo. El público baila en trance justo en el vórtice de un remolino. El set continua con dos canciones de Relatos de un incendio (2011): el hit “Hacernos extraños” y la bailable “Bahía do Point Olive”. A esta altura la figura del cantante y guitarrista Mariano Di Cesare crece con la intensidad del ritmo. La evolución del baile y el pogo decantó en la última canción: “Nada peor que la sed”. MAI es la superación del mal etiquetado “indie”, la apuesta de la banda mendocina es jugar con los géneros, expropiar diferentes texturas hasta explotarlas, estirar las melodías como chicle y armar un cúmulo de voces precisas.
Por su parte, Valentin y los Volcanes despierta una fibra intimista. La muerte es un fantasma que destila su esencia en frases mínimas, quién puede negar el tono oscuro de los tracks encantadores de Todos los sábados del mundo (2012). Un aviso que nos recuerda felizmente lo finitos que somos. Partiendo de esa premisa, qué se puede esperar de un show de Los volcanes, una banda madura que habla de temas difíciles conservando la frescura de la juventud.
Jo Goyeneche, el Hunter Thompson de La Plata, ya está subido al escenario, se ríe de sus contemporáneos. Un chiste rebelde con amor. El público acepta la ironía. Ya estamos listos.
Para arrancar, “Piedras al lago”. Nos sugieren que nos quedemos cerca como para no desperdiciar ni un centímetro. A esa hora el Turdera Fest es un éxito. Los Volcanes lo saben, en el fondo Facundo Baigorri se apodera del ritmo pegándole a su batería, con la impronta vital de un joven Rimbaud.
No sabemos a quién le declara la guerra “Piedras al lago” pero evidencia lo mal que la pasamos a veces solo para conservar un poquito de amor. El set list continúa con “100.000 reflejos”, “Los rayos del verano” y “Pequeña Napoleón”. Una tríada imperial llena de cotidianidades: noches de caos, viajes en tren y cazadores bajo el sol. El sonido obliga, somos el público que transita las postales que esta banda nos ofrece, y con la cabeza al ritmo del tacho y las guitarras de “Los rayos de verano”, aceptamos el periplo. De pronto, somos la abeja que ve a lo lejos a ese amigo joven para siempre.
En el medio del movimiento del mar de los presentes, alguien lleva una remera desteñida y un casco de moto negro, colocado desprolijamente, como lo requiere tremenda escena, él se mueve frenético, invitando al próximo movimiento: “Los chicos de Orense” y “Baila conmigo”. Jo Goyeneche invita al escenario a su amigo Facu Tobogán, pero este se hace esperar. Comienzan a subir otros autoconvocados, se acumula una pequeña multitud de descosidos dispuestos a hacer coros, hasta que por fin llega el momento de Facu Tobogán y Nacho Acevedo de La otra cara de la Nada. El caos perfecto para una fiesta, que llega su clímax en “El gran hombre de este planeta”, mosh, corazones al palo y el final: “Parque cerrado”. “Ya fue pensamos lo mismo”, la banda se despide, alguien del público mira hacia atrás como queriendo tocar a todos con una mirada. Ya está hecho, un dialogo tácito, disfrutamos la erupción compartida, el reflejo colectivo, fuimos un volcán encendido,
Por suerte la noche no termina en ese instante, llega el turno de Viva Elástico que nos engatusa con su corto pero contundente set. Arranca con el arsenal de guitarras de “Complejo Adolescente” y repasa varios de los hits de Agua, Sal y Fiebre (2012) como: “El Dato”, “La Traición” y “Hoy lo que quiero”. Histrionismo y extroversión son algunas de las palabras claves que definen cada show de la banda. Ale Schuster, enfundado en una casaca de los Red Sox de Boston, famoso equipo de beisbol, despliega todos sus recursos. Se desliza por el escenario, haciendo gala de lo aprendido de la academia Madchester y del mito sagrado del pop argento: Federico Moura. Hasta se anima a nadar sobre el público, moshdeluxe en “El Festejo”. El final de la lista es sometido a votación popular, Ale Elástico pregunta: “¿Oh, Oh, Oh o Las Motos?”, el público responde cantando: “Las motos son una revolución…”.
Schuster es una de las últimas grandes esperanzas del rock argentino, su garganta poderosa y sus canciones levemente desenfrenadas lo certifican. Afuera la policía espera para entrar en escena, pero deciden quedarse en la vereda dispuestos a cuidarnos de nosotros mismos. Tanto palermitano suelto podría herirnos de muerte con el brillo de sus zapados lujosos.
Casi llegando al final de esta edición, Los Reyes del Falsete irrumpen con “El Gran Cohete”, se empieza a desatar la última gran oleada de movimiento. No dan respiro, “El Rayo” y “Contale el mundo” son los arrebatos que roban el aliento del público. Un tema nuevo ratifica que Tifa Rex es uno de los mejores bateros de la nueva escena independiente, Precisión, virtuosismo y desfachatez. En “Mi Chica”, El Nica y Juanchy Manchy dialogan con sus violas, hablan ese lenguaje digno de descifrar. Emiliano Livelli, guitarrista de Bort, es invitado para cantar “Los Niños”, un clásico de esta época. “Tengan conciencia de quién van a votar” dice El Nica, luego de una versión oscura y bardera de “Yabrán”. Y como no puede ser de otra forma el show termina con todos los músicos que desfilaron por el escenario del Matienzo bailando “San Jorge” la cumbia nacional y popular.
La música es un radar, convoca a lo convocado, somos el aire que hace posible el sonido. Y el Turdera Fest Deluxe es una posibilidad de reunión, un antecedente para generar encuentros federales. Ya es tiempo de salir al cielo nocturno, el mar de los presentes ahora es agua serena que fluye con destino incierto sobre el asfalto.