Después de años de superproducciones cinematográficas, el universo de los superhéroes parece haberse estancado. Dos series lanzadas recientemente por streaming pretenden renovarlo.
Por Daniel Hidalgo
Viajes en el tiempo, perdedores de poderes tan sobrenaturales como absurdos, un simio mayordomo con inteligencia humana, un burro capaz de capturar un pueblo entero en su garganta y transportarlo a otra dimensión, padres complejos, hijos incomprendidos, héroes que de heroico tienen muy poco (casi nada) disputándose entre la renuncia y el anonimato, fábulas que parecen más sacadas de los libros de Philip K. Dick o de Douglas Adams que de la eterna revisión de la Superman de Richard Donner. Eso es parte de la oferta superheroica que nos ofrecen los servicios de streaming Netflix y DC Universe en un momento en que los personajes de mallas ajustadas y capas coloridas parecieran volverse monótonos y predecibles.
Si bien los superhéroes -esas caricaturas humanoides de características extraordinarias que beben de los mitos clásicos occidentales y de arquetipos literarios para enfrentarlos con un público masivo y en serie- se han convertido en el caballo de batalla de una industria cinematográfica que fabrica megaproducciones una decena de veces por año, lo que genera la sensación de un auge del género, esto resulta una idea poco correcta considerando que sus personajes más emblemáticos fueron creados a fines de los años treinta y que desde entonces han acompañado generaciones enteras a través de páginas de comics, merchandising y respectivas adaptaciones audiovisuales, tanto en el cine como en las series de televisión. No existe nadie en el mundo que respire y desconozca a Superman, a Batman, a la Mujer Maravilla o a Hulk.
El universo superheroico, dado a su masividad e historicidad, resulta de una diversidad enorme que encripta las problemáticas y tensiones de las sociedades y épocas que lo producen, y también es un muestrario de la calidad artística de sus creadores: hoy por hoy pocos podrían dudar de los méritos literarios de Alan Moore, Neil Gaiman, Frank Miller, Mark Millar, Grant Morrison o Garth Ennis, por nombrar algunos. Es por esta razón que, en plena época del streaming, los personajes de superpoderes no podían quedar ajenos a estas adaptaciones, dirigidas a un público más acotado, si se quiere, y con temáticas bastante más interesantes que sus símiles en el cine.Hace algunos días Netflix presentó su adaptación de The Umbrella Academy, comic creado por Gerard Way -conocido por ser la voz de la banda My Chemical Romance y reconvertido en un celebrado guionista de historietas, ganador de un premio Eisner-, donde se nos presenta a una suerte de marginales superheroicos, hermanastros con un pasado de célebres justicieros infantiles y un presente de resentimiento familiar, cuyo reencuentro se produce a raíz de la muerte del padre abusivo que ni siquiera se molestó en darles nombres, limitándolos a números del 1 al 7.
Los hermanastros descubren que el fin del mundo está cerca y que la única forma de evitarlo se vislumbra como un imposible: limar asperezas y trabajar en equipo. De ahí en adelante, la serie, desarrollada por Steve Blackman (Bones, Fargo, Legion), se centrará en sus infortunios, traumas infantiles, epifanías que no se cumplen, roles que se derrumban y secretos familiares, siempre de una manera tan fabulosa como divertida, con personajes entrañables como el niño viejo, número 5, viajero del tiempo y sicario empleado de una compañía que fiscaliza los eventos históricos, interpretado de forma impecable por Aidan Gallagher; Ellen Page haciendo de ella misma pero de una forma muy efectiva; el conflictuado, drogadicto Número 4, siempre a la deriva del exceso y el autoflagelo, encarnado por Robert Sheehan, a quien ya habíamos visto con superpoderes en la fantástica serie Misfits; así como a los villanos Hazel y Cha Cha (la cantante Mary J. Blige), tan peligrosos y sanguinarios como inútiles.
En la misma senda, y como spin off de su serie Titans, la novedosa plataforma de streaming DC Universe estrenó Doom Patrol, basada en una serie de culto de DC Comics que por estas latitudes conocimos como La Patrulla Condenada. De contenido más adulto o experimental, ligada al sello Vertigo durante gran parte de su existencia y recientemente a la filial Young Animals (que contó también con Gerard Way), la historia -con una premisa que se asemeja sospechosamente a lo que fue X-Men- fue creada a principios de los sesenta por Arnold Drake y Bob Haney y tuvo su periodo de gloria en los ’80, de la mano de Grant Morrison.
Como en The Umbrella Academy, acá también presenciamos una casa de acogida de seres de fuerza extraordinaria (pero carentes de ese extra en cuanto a sujetos) que están guiados por un tutor, the Chief (Timothy Dalton), un científico en silla de ruedas y especialista en milagros clínicos obsesionado con los seres extraordinarios.
Todos los personajes de esta patrulla representan alguna tragedia: el infiel piloto de carreras Cliff Steel (Brendan Fraser), que, tras un accidente automovilístico, pierde a su familia y su cuerpo, siendo su cerebro transferido a un cuerpo robótico y adquiriendo el alias de Robotman; la otrora diva de Hollywood Rita Farr (April Bowlby), que luego de entrar en contacto con una sustancia tóxica adquiere la habilidad de estirar su piel como goma; o el aviador Larry Trainor (Matt Bomer), que, en medio de una disyuntiva entre mantener a su familia o entregarse a una relación homosexual en una sociedad llena de prejuicios, se salva de una catástrofe aérea, es poseído por una fuerza de otra dimensión y adquiere el nombre de Negative man.
La serie se valdrá de estos trágicos personajes, incomprendidos, monstruosos, en constante conflicto con los cambios de sus cuerpos y sus extrañas habilidades, para presentarnos un delirio narrativo, en donde el absurdo y el sinsentido parecieran ser el motor que juega constantemente con los espectadores. Narrada por el villano Mr. Nobody (Alan Tudyk), que llena el relato de citas nerd y se divide entre la acción y la conversación con el público, Doom Patrol es una sitcom oscura, una joyita de humor negro tan hilarante como divertida, al mismo tiempo que un emocionante tributo a lo que son estos personajes en los cómics.
No es azaroso que los superhéroes de antaño estén de capa caída, que Batman se haya quedado sin alguien que lo interprete en el cine y que no haya películas de Superman ni de La Liga de la Justicia en el horizonte. Que Iron Man y el Capitán América estén pronto a colgar los trajes y que los proyectos más rentables hayan sido aquellos de personajes en segundo plano como Aquaman o Black Panther. Todo habla de una audiencia que está buscando otro tipo de relatos, y por esa razón estas series -con historias asombrosas, complejas e incómodas, con personajes carentes de épica y dotados de una ternura única- llenan tan bien ese anhelo. Después de todo, ¿qué es eso de ser héroes en un mundo que ya se cayó a pedazos? //∆z