En este libro, el filósofo y ensayista francés Eric Sadin esboza una aproximación teórica sobre la necesidad de una nueva perspectiva de análisis: la antrobología. Ahora, que ya no somos sólo hombres, sino que vivimos con un embodiment tecnológico que es una versión cuantificable de nosotros mismos ¿cómo abordar nuestra relación con el mundo?
Por Alan Ojeda
No es ningún misterio para las ciencias humanísticas y sociales que, desde hace unas décadas (sobre todo desde el 2000 en adelante) las categorías de corte humanístico que habían sostenido toda su estructura teórica se han vuelto inútiles. A principio de los 90’s Donna Haraway publica su libro Ciencia, cybrogs y mujeres, dentro del que se encuentra el “Manifiesto para cyborgs: ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX”. La categoría cyborg como reemplazo de la vieja categoría “ser-humano”. Ya desde el final de la Segunda Guerra Mundial la pregunta sobre lo humano volvía a transformarse en un imperativo. Sin embargo, Primo Levi confiesa: “Sí, cuando fui liberado, lo que dominaba era la vergüenza de ser un hombre”. Esa idea queda resonando en la mente de un Deleuze que, en una entrevista con Toni Negri dice: “no hay Estado democrático que no esté comprometido hasta el alma en esta fabricación de la miseria humana. Lo que nos avergüenza es que no tengamos ningún medio seguro para preservar, ni tampoco fuertes razones para liberar devenires, incluso en nosotros mismos…”. Es decir que, desde la mitad de siglo XX hacia adelante, ser un humano es, más que una condición transitoria, una fatalidad.
La humanidad aumentada comienza con una extensa referencia a 2001: Odisea en el espacio. ¿El punto de partida? HAL: 9000, el sistema de inteligencia artificial que conduce la nave en su viaje a Júpiter. HAL ya no es el resultado de la visión antropomórfica del hombre sobre la tecnología. El tecno-narcicismo ha girado hacia otros lados, abandonando la forma humana (que es, quizá, un impedimento más que un beneficio) y diluyéndose en una red-incorporal que se vuelve más fuerte cuando más información adquiere, llegando a calcular no solo la probabilidad de que algo suceda dentro del sistema, sino también aquellos factores externos no integrados al sistema informativo. Velocidades de cálculo inalcanzables para el humano, ubicuidad, una existencia sutil, una consciencia de red, incluso toda la información sobre nosotros que nosotros mismos somos incapaces de leer. Todo eso existe en un mundo paralelo, el “ciberespacio”. Un mundo igual al nuestro pero expandido infinitamente por la capacidad de procesamiento de datos, se construye y se expande cada día. ¿La puerta de acceso? Un smarthphone, un reloj inteligente, zapatillas con sistema de recolección de datos, una notebook.
Esta nueva relación hombre-máquina necesita de una nueva ciencia-técnica: la antrobología. Implica una antropología robótica que permita explorar al hombre en su condición de cyborg. Sin embargo, cabe aclarar, hay relaciones de poder que lejos de estar disueltas, se han hecho más fuertes. No podemos afirmar que somos dueños de nuestro doble-cibernético. De hecho, no somos dueños de nada y toda nuestra información (BIG DATA) es continuamente filtrada y apropiada por el Estado, los organismos de seguridad y las empresas. Es acá donde la antrobología se une al problema de la hipótesis cibernética del control que ya ha analizado Tiqqun. El caudal de información sin precedentes que experimentamos en nuestro siglo ha permitido direccionar el marketing, mejorar el control y seguir nuestros pasos mejor que cualquier agente de la CIA. ¿Es posible pensar una antrobología sin una hipótesis cibernética? ¿Es la hipótesis cibernética, desde su deseo por una humanidad cuantificable y predecible, la primera teoría antrobológica del control? El libro de Sadin nos otorga algunas puertas de acceso que nos veremos obligados a profundizar. Mientras, podríamos hacer una pregunta ¿Son los hackers los héroes que necesitará el siglo XXI para lograr una antrobología de la liberación?//∆z