A fines de los ’70 los Stones se reinventaron y editaron uno de sus mejores discos: Some Girls. Los efectos se sienten hasta nuestros días.

Por Matías Roveta

Los discos de los Stones suelen ser como los buenos libros de historia: en cada uno de ellos se puede rastrear qué estaba sucediendo con la cultura rock en cada momento. Esa capacidad de Mick Jagger y Keith Richards, de absorber todo lo que flota en el aire al momento de entrar a grabar y apropiárselo con total frescura, siempre fue uno de los aspectos más interesantes de la discografía Stone. Some Girls (1978) -para muchos su mejor álbum y el más vendido hasta la fecha con siete millones de copias- no podía estar ajeno a lo que se respiraba en el mundo durante 1977.

Cuando los Stones entraron en octubre de ese año al Pathé Marconi Studios de París para grabar Some Girls, Inglaterra se estaba prendiendo fuego: los Sex Pistols ya tenían listo su Never Mind The Bollocks y los Clash ya habían editado su disco debut: The Clash. Al otro lado del Atlántico, los Ramones estaban cocinando el que sería su mejor disco, Rocket to Russia.

Jagger sentía la necesidad de subirse a la nueva ola de tendencias y quería que el próximo disco de los Stones se acercara a la agresividad punk. Por su parte, Richards, fiel a las raíces bluseras, se oponía a esa idea. Acá entonces un primer punto: si Exile on Main Street (1972), por la naturaleza salvaje de su grabación, había sido el disco de Keith, Some Girls fue entonces el disco de Mick.

Justamente canciones como “When The Whip Comes Down”, “Lies” o “Respectable”, son de las más crudas y rápidas que los Stones hayan grabado jamás. Este fue también el disco en el que más tocó la guitarra Mick: en “Shattered”, Jagger comanda con su Telecaster la armonía de tres violas disparando los mismos power chords en simultáneo, algo característico del punk. Pero había más: si en el Reino Unido todo ardía por el punk, en Estados Unidos, donde vivía Mick, la última expresión del funk –la música disco- invadía las pistas de cada boliche. “Miss You” fue, además de un clásico de todos los tiempos, la canción donde Jagger resumió su experiencia en la noche neoyorquina.

Pero para reivindicar aún más su figura legendaria, el mejor tema del disco fue escrito por Richards. En “Beast of Burden” (una conmovedora canción que Keith le dedicó a su entonces pareja, Anita Pallenberg), montado sobre un tierno riff tocado con pedal de phase, Richards sintetiza casi seis años de vida en el infierno: durante la década del setenta había caído víctima de una feroz adicción a la heroína, había perdido un hijo y esperaba la resolución de un juicio por tenencia de drogas, por el que podía ir tres años preso. Para 1977, se estaba recuperando, había iniciado una cura de desintoxicación y estaba con las energías recargadas. “Quería volver y demostar que todo aquello por lo que había pasado había servido de algo”, explicó Richards en una entrevista de 1983 con el periodista Vic Garbarini. Si Some Girls se convirtió en uno de los mejores discos en la historia del rock se debió, entre otras cosas, a que fue el álbum que significó el gran regreso de Richards.

Las sesiones en el Pathé Marconi de París fueron de las más productivas en la historia de los Stones. Allí, entre octubre y diciembre del ’77, y enero y marzo del ’78, se consolidó definitivamente la formación de los Stones que todos conocemos y que dura hasta nuestros días: Mick, Keith, Charlie y Ronnie. La participación de Ron Wood –que estaba en la banda desde 1975- resultó decisiva: instruyó a Jagger en la guitarra, participó en los créditos de las canciones y, con su habitual energía positiva, medió entre Jagger y Richards para alivianar tensiones. La banda zapó durante horas y horas, aceitó su química y produjo una interminable lista de grandes canciones. Algunas pasaron a formar parte de Some Girls, otras nutrieron a discos posteriores como Emotional Rescue (1980) – “All About You”- o Tattoo You (1981) – “Start Me Up”, “Hang Fire”, “Black Limousine”- y otras permanecieron durante décadas como tesoros ocultos. Hasta ahora.

Nuevamente con el productor Don Was, que había trabajado con los Stones en la reedición de Exile on Main Street del año pasado, Jagger y Richards escucharon horas de cintas de grabación de las sesiones del ‘77, regrabaron partes de guitarra y añadieron voces y pianos para redondear versiones de perlas inéditas como “Claudine”, un rock estilo Chuck Berry que pobló varios piratas de la banda, o “Do You Think I Really Care?”, un temazo que iguala sus mejores estándares de country rock, como “Dead Flowers” o “Let It Bleed”, con Ron Wood luciéndose con la pedal steel guitar. También hay citas directas al ADN Stone (el groove blusero de “So Young” y “When You’re Gone”) y rockabillys furiosos (“Tallahassee Lassie”). Y como sucede desde hace algunos años en los discos de la banda, los mejores momentos suelen llegar de la mano de Richards: su versión del clásico de Nashville, “We Had It All”, te deja sin palabras.

Es muy difícil mejorar un disco perfecto como Some Girls. La reedición sólo confirma que la banda estaba atravesando un momento increíble, con un esplendor creativo que los impulsó a transitar la década siguiente con confianza. Sin Some Girls probablemente los Stones no serían recordados como tales: rodeados de mujeres y tocando el Rock and roll con más energía y lujurioso que alguna vez escuchaste. ¿Acaso hay alguna otra manera de recordarlos?//z