Con Loud Like Love, Placebo demuestra que aún puede mezclar guitarras, sintetizadores y pianos en un sonido profundo y bien trabajado, y que sus músicos no pueden (o no quieren) abandonar la adolescencia.

Por Agustín Argento

Tras la disolución de Nirvana y el salto a la madurez de Radiohead, el trío londinense tomaba la bandera de la identificación teenanger con la aparición de Black Market Music (2000). Letras depresivas que apuntaban melosamente al amor abarcaban de forma correcta y precisa las desilusiones de los jóvenes. Su música, además, por aquella época viraba de las simples baladas a una composición que incluía tecnologías de sintetizadores, samplers y una variedad de pedales para guitarra y bajo no muy fácil de encontrar en otros grupos.

Desde aquella placa, sinceramente, este cronista le perdió el rastro hasta que llegó a sus oídos el último álbum de la banda. Musicalmente, Placebo ha continuado en una senda ascendente. Las melodías son de una calidad difícil de igualar. Las canciones, pegadizas en su mayoría, no repiten viejas fórmulas de composición sino que, muy por el contrario, intentan ser un hit en sí mismo; a la vez que cada una de ellas complementa a las otras nueve que la acompañan a lo largo de los casi 50 minutos de duración del LP.

Loud Like Love es un disco para escuchar con auriculares. La potencia de su música, a diferencia de los trabajos de Thom Yorke o Depeche Mode, permite poder ser disfrutado en la calle sin que el ruido de los autos y colectivos interrumpan el noise y las sutilezas de teclados. En esto debió haber tenido gran influencia el joven productor Adam Noble, quien debutó con esta placa como director de producción. De todas formas, la trayectoria de Noble incluye la asistencia en discos de Paul McCartney, Coldplay y Muse. Banda, esta última, con notables similitudes a la crítica en cuestión.

Ahora bien, si uno no le da importancia a las letras o, por suerte, no sabe inglés, el disco puede ser gozado en su totalidad. Pero si se presta atención, la experiencia puede ser desagradable. Frases como My computer thinks I’m gay (“mi computadora piensa que soy gay”) o Take me home to make love (“llevame a casa para hacer el amor”) arruinan un poco la calidad que una banda debería presentar en su séptimo disco. Sobre todo en “Bosco”, una melancólica pieza de piano que cuenta con la indefendible frase When I get drunk you take me home and keep me safe (“Cuando me emborracho me llevás a casa y me mentenés a salvo”).

La voz de Brian Molko cada vez se asemeja más a la de Mike Stipe, el ex líder de la desaparecida REM. Si bien el cantante de Placebo siempre tuvo una semejanza con Stipe, la cadencia y la melodía que utiliza en Loud Like Love llevan al extremo ese parecido, al borde de confundir a uno con otro.

El disco, seguramente, será disfrutado por los fanáticos que nunca le perdieron el paso al trío conformado por Molko, Stefan Olsal (gruitarra, bajo y coros) y Steve Forrest (batería, percusión y coros), pero difícilmente pueda captar la atención de quienes hayan superado la adolescencia y busquen en los grupos musicales letras más acordes al crecimiento del hombre. Es como si los integrantes de Placebo estuvieran anclados en el colegio secundario. O, siguiendo la misma teoría, disfrutaran de permanecer en su eterna adolescencia.//z

[youtube]http://youtu.be/pi_AJxsdOKo[/youtube]