Luego de cinco años de proyectos solistas y paralelos, los músicos de The Strokes se reunieron en distintos estudios durante dos años y grabaron Angles, su mejor disco desde Is This It (2001).
Por Matías Roveta
The Strokes eligió el título para su nuevo disco de estudio -el cuarto de su discografía y el primero en cincos años- que mejor define cómo fue su proceso de grabación: Angles (Ángulos, en español). Y esto porque, por primera vez en la historia del grupo, el álbum en cuestión resultó del aporte creativo de todos los miembros de la banda. La responsabilidad artística y creativa ya no recae exclusivamente sobre los hombros de su cantante, Julian Casablancas; las canciones surgieron del trabajo grupal. El título -según ellos mismos- nació a partir del sonido de estos nuevos diez tracks, que proviene de cinco personas (ángulos) distintas.
La larga espera tuvo su premio al final del camino: Angles es el mejor disco que los Strokes grabaron desde su debut. Porque esta banda salvó al rock, eso ya lo sabemos. Con su enorme disco debut – Is This It (2001)- desataron la era del rock revival y nos volvieron a hacer poner el ojo en los 60´ y los 70´, una época gloriosa de donde todo viene y hacia donde siempre se vuelve. Con un puñado de temazos garageros y un groove irresistible, patearon el tablero de la industria musical y conmovieron todo. Pero ahora decidieron no quedarse con eso, y en Angles desafían todo horizonte y barrera estilística a la que se los pueda vincular.
Aunque no debería extrañarnos que los Strokes den rienda suelta a la experimentación. Siempre mamaron de la escuela de Nueva York: ese rock de vanguardia que inaguraron los Velvet Underground en el 67´. Julian Casablancas siempre dijo que su disco favorito de la banda de Lou Reed es Loaded (1970), quizás el más expansivo y experimental de su carrera y, en ese sentido, Angles es el disco más dinámico y profundo de los Strokes. En él hay una búsqueda por incluir una mayor variedad de estilos al sonido guitarrero y fresco de la banda, cualidad lograda también a partir de esa composición democrática y plural que tuvo el disco. En las canciones recorren y juegan con varios sonidos y estilos: hay desde guitarras garageras y texturas new wave, hasta climas de post punk, sintetizadores y bossa nova.
El álbum abre con “Machu Picchu” y los cruces de guitarra de Nick Valensi y Albert Hammond Jr., sobre la base de un reggae que remite a la new wave británica de fines de los 70´. “Two Kinds of Happiness” tiene un pulso post punk, y un clima ochentoso y británico que recuerda a The Cars. Aquí Casablancas construye una melodía sobre coros etéreos, donde canta a lo Jarvis Cocker, con un registro extraño para él, y donde dispara “Dejá subir tu alma bien alto”. “You’re So Right” es caótica y desordenada, con acordes pesados de guitarra y con Casablancas emulando a Thom Yorke, con una voz claustrofóbica e indescifrable (como en tantas canciones de Radiohead).
Pero claro que no se olvidan de sus raíces, y de golpe arremeten con un temazo garagero para recordarte qué banda estabas escuchando. “Under Cover of Darkness” tiene como principal fuente de atracción a las guitarras, y es genial porque tiene todos los signos característicos del sonido típico de los Strokes: riffs agudos y nerviosos que reeditan la épica de clásicos como “Soma” o “Someday”, la voz desgarrada de Julian Casablancas –a quien David Fricke definió acertadamente como “ese crooner de voz áspera”-, y un estribillo mortal con doble gancho. En “Gratisfaction”, Valensi y Hammond Jr. despliegan esos clásicos machaques garageros con sus guitarras, y en “Taken for a Fool”, los punteos de guitarra entrelazados con el fraseo de notas graves del bajo de Nikolai Fraiture son lo mejor de la canción. Allí, Julian Casablancas da muestras de madurez en su letra, ya alejado del mujeriego y engreído trasnochado newyorkino de Is This It (2001), cuando dice: “Yo ya no necesito a nadie más conmigo en este momento. Lunes y martes son mi fín de semana”, y las guitarras de Valensi y Hammond Jr. simulan el sonido de los sintetizadores, algo que ya habían iniciando en Room on Fire (2003).
Pero también hay sintetizadores reales: “Games” está influenciada por el pop de sintetizadores de los 80´, y retoma la línea del trabajo solista de Julian Casablancas con su disco Phrazes for the Young (2009). “Metabolism” sigue esa misma línea de synthpop, pero sonando más diabólica. “Call me Back” es una suave melodía de bossa nova que, aunque suene extrañísimo para una banda como The Strokes, puede entenderse a partir de la presencia de Fabrizio Moretti: un baterista de formación rockera, pero que nació en Rio de Janeiro. Los acordes de bossa vuelven a estar presentes en el cierre del álbum, con “Life is Simple in the Moonlight”, donde Casablancas ofrece una de sus mejores letras, cuando parece estar hablando de una novia y de su país al mismo tiempo.
Los ángulos que traza Angles no son rectos, no son fáciles de hallar. The Strokes, a diez años de la revolución que generaron, le sigue buscando la vuelta a su sonido.
Az Recomienda: “Machu Picchu” y “Undercover of Darkness” .