Humo del Cairo presentó de manera oficial su EP2 Imaginario en un Niceto Club repleto. Mucha distorsión y tiempo para canciones históricas.
Por Pablo Díaz Marenghi
Fotos de Sebastián Michia
La noche del sábado arremetía como una de las más frías dentro de una semana de calor apabullante. Al llegar a Niceto Club, algunos bebían una cerveza y otros curioseaban en la mesa donde vendían discos y remeras. La multitud se apretujaba algo ansiosa en la previa a la presentación oficial de Imaginario, el segundo EP lanzado a finales del 2014 por Humo del Cairo (HDC). Este trío, a fuerza de prepotencia de trabajo, viene ocupando un lugar preponderante dentro de la escena independiente y colocándose como un referente dentro del stoner local; género que nació en el desierto californiano de Palm Desert de la mano de Kyuss y encarnó en diferentes partes del mundo, incluso en Ramos Mejía de donde los HDC son oriundos. Melodías pesadas, tímbricas densas y pulsos valvulares -con gran preponderancia del bajo- conforman la sonoridad clásica de un género que fusiona rock psicodélico con hardrock y heavy metal. Luego de un show a puro stoner zeppelineano con Las Diferencias llegó el turno de los tres anfitriones de la noche. La constelación Cairo se hizo visible en el cosmos.
El comienzo, con “Sepia” de EP1 Preludio, marcaba a base de distorsión y acordes valvulares la noche que se vendría. Punteos virtuosos y la voz penetrante de Juan Manuel Díaz vociferándole al público, Federico Castrogiovanni en batería imponiéndose a pura potencia y el bajo de Gustavo Bianchi que encaja como la pieza de rompecabezas restante en la estructura Cairo. Un entramado de arreglos, sonoridades y pulsiones desérticas que incendiaban al público prendido fuego en un mosh sin retorno. Preludio sonó de principio a fin -con puntos fuertes en “N. Tesla” y “En Nubia”- como antesala de Imaginario, el protagonista de la noche. La obra conceptual que el trío materializó en Eps, esta oda a lo desértico, a lo arábigo y a los viajeros errantes, cobraba cuerpo propio ante el público y se erigía como un enorme Golem de pies macizos y mirada calcinante.
Un track de casi veinte minutos. Así fue lanzado Imaginario (2014) en Bandcamp y así fue tocado en vivo en su presentación oficial. “Sos la misma canción que alguna vez huyó de aquí” lanza Díaz en una frase que ya es coreada como un hit. Los pulsos de bajo -densos, bien stoner- derriban muros, explotan en la inmensidad; cautivan al público provocando que éstos muevan sus cabezas como una horda de hardcore punks febriles. Vitorean, cantan, en un gesto tribal de homenaje a la banda. El trío complace a sus huestes. “Alumbra”, “Emir” y “Mar de Aral” componen un sonido onírico que ya es marca registrada del grupo: stoner lindante a lo psicodélico, un viaje por melodías pesadas de bajo/guitarra para atravesar lo desconocido. Los punteos finales de “Mar de Aral” son delicados, como el sonido de la marea que choca contra las rocas de un mar perdido. Tres músicos con la potencia de cientos.
Luego, llega el turno de complacer a los fanáticos. Aquellos que siguen a la banda desde sus comienzos, allá por 2004, también tuvieron su recompensa en este show. Sonaron clásicos de sus discos anteriores –Humo del Cairo (2007) y Volumen 2 (2011)- y el pogo embravecido cerca del escenario no se hizo esperar. Los espectadores se agolpaban como leones hambrientos, hacinados hace días en busca de un trozo de carne fresca. En la parte trasera de Niceto todo era más expectante, más contemplativo. “Nimbo”, con un riff de guitarra hipnótico que recuerda a lo mejor de Los Natas, dio comienzo a esta segunda parte del setlist con un Díaz fraseando de una manera cuasi blusera y exprimiendo su guitarra hasta la última nota. “Y aunque para mí los días sean eternos/ y para vos solo un recreo/ estamos a tiempo” cantaba Díaz en “A tiempo” y su viola marcaba la cancha junto con la batería de Castrogiovanni al palo. Distorsión rabiosa en “Fuegos de San Antonio” -muy QOTSA- y un tanque sonoro en “Panorama”, que aplastó con su artillería valvular a todos los presentes fueron los platos fuertes promediando el concierto.
El trío también incluyó gran parte de Volumen 2: “El Alba (parte A) y (parte B)” una elegía al viajero errante y al sonido del metal clásico, “Indios” con su distorsión rutera bien Palm Desert y “Parte del león” con una base furibunda de bajo/batería fueron algunos de los puntos más intensos que se coronaron con un cierre a pura potencia a cargo de “Espada de sal”.
Los HDC se despiden. Su público, satisfecho luego de engullir su tajada de stoner valvular en estado puro, parte sin rumbo. Algunos se cruzan al Lado B de Niceto en donde seguía la fiesta (tocarían Narcoiris y Buffalo). Como supo decir Sebastián Rodríguez Mora, periodista de este medio, en una crónica: “Humo Del Cairo apuesta decididamente a la eficiencia de la distorsión, que sacrifica los sagrados lemas del obsesivo-progresivo setentoso, donde todo debe sonar en su lugar, en su tiempo”. Desde Ramos Mejía sin escalas, el trió demostró -una vez más- que no hace falta viajar hasta Palm Desert o desempolvar un viejo CD de Los Natas para escuchar buen stoner. Este género crece cada día más e invita al viaje con la distorsión como pasaje de ida. Las canciones, despedazadas por mil partes, se reconstruyen en los tímpanos carcomidos de cada uno de los que se dejaron abrazar por la constelación Cairo.//∆z