La tercera fecha del Ciclo Laptra fue una fiesta con fuego sagrado. Mapa de Bits, Tom y la Bestia Bebé y 107 Faunos amenizaron la velada con canciones que brindan por la amistad.
Por Claudio Kobelt
Fotos de Matt Knoblauch
El frio curtía la carne de los transeúntes, y el viento helado parecía penetrar hasta los huesos la noche del jueves pasado. Un clima impensado para el calor agobiante y la excitación que se viviría unos instantes después en el Espacio Cultural Matienzo, donde se celebraría la tercera edición del Ciclo Laptra.
La velada prometía, de eso no había dudas. Tres de los artistas mas renombrados del sello platense estarían juntos en la misma noche y no era cuestión de perdérselo. Todo comenzaría con Mapa de Bits, banda que este año volvió a las bateas con su excelente EP: Ingreso triunfal a Tobruk. Con las hermosas canciones de dicho disco y las de su primer producción, Barra Brava, los Mapa deslumbraron con su pasión por la melancolía y estribillos para cantar a viva voz, generando el primer pogo de la noche. “Kgb”, una de las canciones de su nuevo álbum fue quizás de la mas coreadas por el publico, y no es para menos, una canción perfecta para no dejar pasar.
No mucho tiempo después, y con el Matienzo a capacidad plena, arrancó La Bestia Bebé, grupo que no deja de sorprender show a show. Con su sonido bestial ya consolidado, con un excelente trabajo de guitarras de Tom Quintans y el “Topo” Topino, y una base de bajo y batería que la rompe, la Bestia arrasa a su paso con un arsenal de canciones y melodías irresistibles. El show empezó con su versión, algo mas acelerada esta vez, de “El amor ya va a llegar”, excelente cover de esa gran canción de Daniel Johnston, y los covers no terminarían ahí: “Ahora imagino cosas”, de Santiago Motorizado, y “Vinilos Rayados” de El Niño Elefante terminaron de declarar formalmente esa noche como una fiesta de/por/para las canciones. Y si no me creen, que mejor que recordar los invitados que subieron a cantar con La Bestia: Reno en “Muero por ser el nuevo héroe de esos idiotas”, Lucas Jaubet de Hojas Secas en “Yo lo quiero mucho a ese muchacho”, nuevo gran hitazo de la banda, y Ronni Crispo, amigo del grupo, para entonar “Patrullas del terror”, el tema mas celebrado sin dudas. Es un placer verlos tocar a estos pibes, realmente disfrutan la música, se apasionan en cada nota, en cada riff, en cada canción, eso se transmite y la hinchada lo agradece. Se baila, se poguea y se canta cada letra como si fuera la ultima, hay una pasión y un amor en esas tonadas que no queda más que sentirlas. Y si la celebración de la BB tiene algo de futbolero, que mejor que cerrar cantando “Jugadores la concha de su madre…” Mientras esperamos el nuevo disco de la Bestia Bebe, mi voto para banda del año, ya lo tienen asegurado.
No entraba una persona más y la cerveza corría apagando el calor de los cuerpos. El infierno estaba encantador esa noche, y entonces llegó el fuego: 107 Faunos arrancó con “El Imán de lo nuevo”, “John Henry” y “El Tigre de las facultades”, uno tras otro, y el pogo y la marea desatada por el mismo fue avasallador. Se sabe, cada recital Fauno es una celebración, un evento único de energía, amistad y poder, donde las canciones gobiernan y solo resta dejarse llevar. Pocas palabras mediaron entre los Faunos y su público, no había tiempo, había que seguir cantando y saltando hasta el fin del mundo. A donde mirará, la gente sonreía, cantaba y/o bailaba, la fiesta era innegable, una celebración energética. Y si en el mosh veíamos volar a Pipe Quintans de Go-Neko! o a Pantro de El Mató a un Policía Motorizado, no nos asombraba, otra vez esa palabra: fiesta de las canciones, de la amistad, de la comunidad Laptra, artistas y público, todo.
Y si bien hubiéramos deseado que no terminara nunca, la noche llego a su fin. Los cuerpos exhaustos, bañados en sudor y satisfacción abandonaban lentamente el recinto, y para los que allí nos quedamos, la música de los Wachiturros y otros referentes de la cumbia explotando desde los parlantes nos desorientó un poco, más en la pista mucho de los artistas que esa noche habían emocionado a las huestes sónicas ahora “tiraban altos pasos”. Y entonces lo recordamos. Eso era una fiesta, una celebración. Un evento donde celebrar la amistad por y para la música. Afuera, el frio nos volvería a abrazar, pero ahora no nos importaba, teníamos el abrigo de una noche inolvidable.