Death From Above 1979 liquida una década de silencio en The Physical World, donde reviven su particular sonido y algo más, y se redimen con lo justo.

Por Santiago Farrell

En tiempos en los que rockear parece haber devenido en commodity de bandas con décadas de aportes o un cliché posmoderno, Death From Above 1979 constituye una saludable excepción. Cuando apareció con el enérgico y bizarro You’re A Woman, I’m A Machine (2004), el punk maniático con rastros de noise y de dance por igual del dúo canadiense sonaba fresco y vital, lo que les granjeó un reconocimiento casi inmediato de crítica y pública. El problema es que también fueron rockeros sus dramas: se separaron en 2006, se juntaron hace tres años y después de un laberinto proustiano de idas y vueltas sale ¡una década después! el sucesor del debut. Un poco mucho, la verdad.

Pero nada que no pueda perdonárseles, sin embargo, porque el tan mentado regreso, llamado The Physical World, pulveriza cualquier espera.El mensaje es simple: DFA 1979 está vivita y coleando, y no perdió ni un ápice del poder de fuego revelado en You’re a Woman… Y lo dejan bien clarito de entrada con “Cheap Talk”, distopía fabril donde una especie de sirena de alarma da paso al machaque de tractor del bajista Jesse F. Keeler y el baterista y cantante Sebastien Grainger. Es el primero de numerosos ejemplos en un álbum vertiginoso y áspero, con potencial para hacer sangrar tímpanos, aun a riesgo de sonar medio plano por momentos.

En este esquema resulta esencial la formación atípica sin guitarra, una de las tantas particularidades de la banda. No hace falta nada más gracias a la enorme flexibilidad de Keeler, que manda su bajo al frente con riffs tan violentos como bizarros, una combinación ganadora de distorsión, zambullidas salvajes y groove, complementada por el hiperactivo Grainger y el típico dúo punk de sus voces. Así, se genera una bola de sonido brutal y maciza, bien rítmica, como la que rueda por las cargas de caballería de “Right On, Frankenstein!” y “Government Trash”, capaz de hacer retroceder a los talibanes.

Pero el verdadero logro de The Physical World es retorcer la ecuación al aprovechar la ductilidad del dúo para escaparle a los axiomas punk. Así, en “Virgins” se dan el lujo de ganarle a Queens of the Stone Age en su propio juego con un riff devastador, y “Crystal Ball” y la genial “Trainwreck 1979” combinan impulsos dance con rabia distorsionada. Pero las palmas se las lleva la indescriptible “White Is Red”, donde Keeler monta una especie de balada disco con un rasgueo casi jazzero y la destruye haciendo sonar su instrumento como una descarga eléctrica en el estribillo, mientras Grangier pela su mejor imitación de Brandon Flowers con un toque de Springsteen. Hey, por algo dije “indescriptible”.

Esta clase de tangentes es más que necesaria porque evita que caigan en la monotonía noise, riesgo inevitable dadas las características estilísticas e instrumentales de la banda. No siempre lo logran. El machaque furioso termina haciéndose un tanto repetitivo promediando la segunda mitad del disco, y tracks como “Gemini”, “Government Trash” o “Nothin’ Left” suenan un tanto intercambiables. Los desvíos son también casi todo lo que separa a The Physical World de sonar como una copia exacta de su antecesor, sensación que igualmente merodea buena parte de los temas más al palo. Por suerte, DFA también compensa en parte trabajando la dinámica, como en las codas de “Right On…” y del tema que da título al disco, para el que Keefer se guarda una línea bachiana mientras todo a su alrededor se derrite. Cada detalle cuenta, y llegan con lo justo.

Una década de inactividad (como banda: cada uno hizo lo suyo en múltiples proyectos solistas, de los cuales no hay ni rastro en este disco) y la sombra de You’re a Woman… le juegan en contra a The Physical World, que suena más familiar de lo deseable, pero de todas formas el álbum cumple con su acometido inicial. Death From Above podrá no haber innovado mucho, pero se muestra intacta, e incluso delinea un par de puntas con las que trabajar un futuro. Ah, y rockea, lo que no es poco decir. Primero lo primero.//z

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