Con motivo del registro de su nuevo disco en vivo, Peligrosos Gorriones tocó el sábado en el Teatro Vorterix y repasó sus clásicos e incluso aquellos que no lo son tanto, para alegría de los viejos y nuevos fans. Un nuevo vuelo sobre el manicomio gris.
Por Claudio Kobelt
Fotos de Nadia Guzmán
Aún falta tiempo para el arranque y en el teatro Vorterix ya no entra un alfiler. El lleno es total, y ese dicho común de púbico de todas las edades aquí se evidencia cierto al ver adultos, jóvenes y adolescentes mezclados entre la audiencia, incluyendo madres y padres con sus hijos como acompañantes. La voz multitudinaria de la espera es un murmullo gigantesco e inentendible que todo lo llena. Un pelotón de fotógrafos se alinea tras la valla poniendo en la mira el rojo telón aún cerrado, esperando poder capturar lo que hay detrás. Las miradas están fijas en esa pesada pared de tela roja que separa el presente de lo que vendrá. El humo artificial se filtra bajo la cortina, la música ambiente se detiene, los aplausos y los silbidos recrudecen ansiosos de comienzo. Los primeros acordes de guitarra, unas líneas de bajo, la luz que cambia, los gritos nerviosos pidiendo que comience de una vez. Y finalmente la espera llega a su fin: el telón se abre dejando ver a Guillermo Coda en guitarra, Francisco Bochatón en bajo, Martín “Cuervo” Karakachoff en sintetizadores y, allá en el fondo, Rodrigo Velázquez en batería, es decir formación completa y original de Los Peligrosos Gorriones, una nueva fecha para este regreso con gloria.
Con motivo de registrar un nuevo álbum y dvd en vivo, Peligrosos vuelve al Vorterix para brindar un show cargado de clásicos y algunas sorpresas, y el tema elegido para abrir la noche anuncia una gran velada por delante. “Manicomio Gris”, tema incluido en su segundo disco Fuga (1995), y clásico indiscutido no solo del grupo sino de todo el rock nacional, pone a saltar a todos los presentes de ya desde el arranque. A poco de comenzar, la guitarra de Coda deja de sonar, y por más que este pruebe y los plomos comprueben cada cable sigue sin escucharse, por lo que el resto del grupo sigue dicha canción sin él, logrando un profundo romance entre el bajo y los syntes, con esos sonidos enredados en una danza oscura y peligrosa, logrando por accidente un bellísima versión. El público corea enfervorizado, creando una marea emotiva de voces unidas en el recuerdo vivo de una canción irrepetible, justo como este momento. Llegando ya al final de la canción, Coda grita “¡Volvió!”, y hace sonar fuertemente la guitarra sumándose a la última estrofa con un ataque sonoro letal, como una hermosa venganza al silencio previo. El primer tema termina entre aplausos y gritos y los primeros sonidos del teclado ya delatan lo que sigue, la arrolladora “Trampa”, a la que le pegan “El Sol de Jaf” y “La Mordida”. El grupo suena demoledor, infalible, dando cada disparo en el centro del blanco, demostrando un poder y una energía más viva que nunca. Bochatón y Coda se miran, se chocan, se sonríen, parecen divertirse genuinamente, felices de lo que generan en la audiencia y de esos vínculos inalterables, innegables: el que existe entre ellos tantos años después, y el de la banda con el público. El de antes, el nuevo, el que los vio en los noventa, el que creció con el mito, el que los descubre hoy, todo por la magia perpetua de la música, un arte sin extinción.
Envuelto en una luz azul y niebla blanca, un enfermizo riff de bajo inicia “Tesoro”, y emociona sentir a ese público bravío cantar eso de “inválido voy” a poco más de veinte años de su creación. Le sigue “Agua Acróbata”, cuya ejecución en vivo es como oír desatarse una tormenta, con la voz de Bochatón estallando clara como el trueno en la noche. “Me Extingo” agita el pogo, llenando el aire de cuerpos volando como jóvenes ángeles de remeras negras, acariciando la gloria efímera y eterna en las alas del mosh. “¡Dale Bocha!”, “¡Vamos Coda!” “¡Dale Cuervo!” se escucha todo el tiempo entre tema y tema como la hinchada alienta y festeja a sus jugadores. Pasan también “Esos Pies”, “Un ardiente beso”, “Sacacorchos” y “Viento Castelar”, donde Bochatón se permite jugar con el público haciéndolos cantar eso de “Condición Vapor / Condición Solar”. Luego llega la gran sorpresa de la noche, la luz se vuelve roja y entre tinieblas bordo y desde un costado del escenario asoma Richard Coleman, guitarrista invitado de lujo para “Siempre Acampa” y “Escafandra”, aportando y creando junto a Coda unos climas eléctricos espaciales. Es decir que en este mismo momento sobre el escenario están juntos Coleman y Bochatón, Los Peligrosos Gorriones y Fricción, dos de los principales responsables y pioneros en la poesía y sonidos oscuros de los ochenta y noventa. Brillante y celebrada conjunción.
“Estamos grabando un disco” dice Bochatón, y la multitud lo aplaude agradecida de la posibilidad de un nuevo registro gorrión. “Esto es una caricia, gracias” responde sonriendo Coda al aplauso general. Pasan, entre otras, “Cachavacha” y “Esto!”, el tema que incluyeron hace un par de años en el compilado de la peluquería Roho, un hard rock puro pero con el desenfreno habitual en los Gorriones y la clásica poética bochatoniana. Suena también “La Florería”, canción nueva que estará incluida en su próxima placa y que ya anda rotando por las redes a modo de adelanto. “Penumbras” y “Una Dosis” van dando forma al cierre en ese post punk rabioso y maldito que Peligrosos bien supo crear. “ Estamos terminando, amigos” dice Bochatón, a lo que Coda replica “y hay Gorriones para rato”, generando otro aplauso espontáneo en la audiencia. “Nos vamos con este tema que es todo un símbolo, un significado bipolar” anuncia El Bocha para luego atacar con “Continuo Susto”. Y así se despiden, dejan los instrumentos y se van del escenario, pero claro, no se irían así nomás.
El cántico del público pidiendo el regreso es inmenso y se potencia en las palmas rojas de aplausos. El llamado parece funcionar pues a los pocos minutos Los Gorriones están de nuevo sobre el escenario para tocar “Por Tres Monedas”, emotivo y despiadado bolero incluido en Antiflash (1998). “Hay que hacer Manicomio de nuevo, loco” anuncia Bochatón, en clara referencia a los problemas de sonido del principio, y es así como vuelve a sonar “Manicomio Gris”, esta vez con Coda en todo su esplendor, y es entonces cuando queda claro el rol inmenso e irremplazable de dicho guitarrista en el grupo, pues esta canción a plena capacidad es otra, con otra piel y otra voz. Le sigue “El Mimo”, y , quizás uno de sus temas más conocidos fuera de sus fans, el gran final con “El Bicho Reactor”, generando el baile más descomunal. Guillermo, Francisco, Martin y Rodrigo se juntan y se unen en un abrazo ni bien terminan. Sonríen felices por lo logrado, se inclinan ante el público y las cámaras en un clásico saludo, para luego dejar el escenario. El telón se cierra y el público se queda algunos instantes aplaudiendo. Es que el regreso de Peligrosos Gorriones no es algo menor para el rock nacional. Han vuelto con una energía inesperada y sonando mejor que nunca. Ojalá podamos volver a verlos pronto en vivo, y podamos agradecerles esto que nos dieron esta noche y durante tantos años de educación musical, eso mismo que nos desea el baterista antes de terminar y que ellos contribuyeron a forjar en su público de ayer, hoy y siempre: “Buena vida” para Uds. también.