Llega a los cines comerciales “La Araña Vampiro”, una de las películas más comentadas del último BAFICI. Un film que desde sus primeras imágenes se manifiesta como una propuesta diferente a las habituales.

Por Pablo Díaz Marenghi

No se trata de un cuento del macabro Edgar Allan Poe. Tampoco es el inicio de una repetitiva saga de terror hollywoodense. “La Araña Vampiro”, dirigida por Gabriel Medina (“Los Paranoicos”) y protagonizada por Martín Piroyansky, Alejandro Awada, Jorge Sesán y Ailin Salas, llega oficialmente este jueves a los cines argentinos luego de su presentación en el BAFICI 2012.

Luego de su aclamada Opera Prima Los Paranóicos, Medina regresa con una historia profunda. Se centra en la vida de un joven llamado Jerónimo (Piroyansky) que sufre ataques de pánico y de ansiedad productos de una vida urbana y “tecnologizada” y que lo han conformado como un ser retraído al extremo. Su padre, Antonio (Awada), decide realizar un viaje hacia el interior para de esta forma, en palabras del director: “ese chico del cybermundo, parido desde la cultura del materialismo y del consumismo, enfrente a la naturaleza”.

El conflicto surge cuando Jerónimo es picado por una araña de nombre homónimo al film. Aquí es cuando la película rompe su eje. En primer término los médicos descartan que sea algo grave y lo “despachan” con algunos medicamentos. Sin embargo, los síntomas no desaparecen. Es más, empeoran. Unos baqueanos le revelan la clave al protagonista: “O recibís la picadura de una araña similar, o te morís”.

Se abre así un viaje iniciático, donde Jerónimo -con la compañía de un guía brutal y malhumorado encarnado por Sesán- intentará no sólo hallar a la araña, sino también superar sus conflictos internos. Medina describe que el personaje de Piroyanski “le tiene miedo a su padre, a la naturaleza, se refugia en un videojuego, se refugia en un auto, aparece una araña que lo pica y se empieza a morir, y la cura que encuentra es que lo vuelva a picar otra araña porque gente del lugar le dice eso. Pero el padre no le cree, los médicos tampoco, las instituciones no le creen, y termina confiando en los que sí le creen”.

El director confiesa que este film surgió de una búsqueda, a partir de un viaje que realizó él mismo a La Cumbrecita, Córdoba. Allí pasaba sus vacaciones de la infancia. “Habían sido muchas vacaciones leyendo Huckleberry Finn y Tom Sawyer, pero después de la adolescencia dejé de ir. Y hace un tiempo volví con mi mujer e hicimos una caminata por la montaña. De pronto, en el bosque, enfrentando un árbol, empecé a sentir que estaba realmente rodeado de materia viva. Había un silencio increíble, y me dije: acá está el punto de partida de la película”.

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