El ex The Smiths, en su primera visita al país, brindó un show memorable, en el que recordó viejos clásicos de su época junto a Morrissey y presentó su aclamado disco debut, The Messenger.
Por Agustín Argento
Fotos de Matías Casal
Las principales dudas que surgían cuando Johnny Marr sacó su primer álbum giraban entorno a si él podría aceptar la labor de frontman, teniendo en cuenta que su rol siempre fue el de acompañar, con grandes composiciones, a los verdaderos cabeza de banda. Matt Johnnson en The The o a Bernard Sumner en Electronic son sólo unos ejemplos. Ni qué hablar de su etapa junto a Morrissey. La noche del 3 de abril, en Niceto, Marr evacuó todas estas disyuntivas.
“¿Escucharon mi disco? Seguro que no. Pero no importa, espero que disfruten del show”, dijo, entre risas, el guitarrista a una audiencia que sí había escuchado The Messenger. Pese a esta simulación de reniego al pasado, Johnny hizo disfrutar al público de seis de los clásicos de The Smiths, como una manera de decir: “Estos temas también son míos. Yo los compuse y acá les traigo la versión original”. El comentario, fabricado en la imaginación del cronista, puede ser validado por los 105 minutos de concierto.
“Stop Me If You Think You Hear This One Before” fue el segundo tema del repertorio que abrió con la primera canción de su álbum: “The Right Thing Right”. Repleto el lugar con remeras de los Smiths y Morrissey, el espíritu del grupo de Manchester, creador de un sonido calificado más tarde como brit pop, sobrevoló toda la noche. Sin caer en la demagogia, Marr regaló a la gente los memorables acordes de “How Soon Is Now?” (dedicada a los “viejos amigos y a los nuevos también”), “Panic”, “Bigmouth Strikes Again”, “Please, Please, Please, Get Me What I Want”, canciones que llevaron al cierre, a puro salto y emoción, con “There Is A Light That Never Goes Out”.
El dominio de la guitarra, pese a la fractura de muñeca que sufrió tres semanas atrás, es casi envidiable. Marr no para un segundo de mover la viola. Se la pone arriba de la cabeza; la zarandea para su derecha e izquierda; y se la muestra al público. Camina, en los momentos que no canta, por todo el escenario, intercalando sonrisas a sus músicos con provocadoras miradas al público. En todo ese proceso, el sonido de la clásica Fender Jaguar no se corta un segundo; como si estuviera sonando un disco de fondo todo el tiempo. Pero, claro está, esto no sucedía.
A la hora y veinte de concierto, los músicos se retiraron. (Una particularidad: Marr entró y salió del escenario, siempre, con la viola colgada, sin ayuda de los plomos). Se estimaba que el recital terminaría allí, por una cuestión tanto de repertorio como de tiempo; pero no fue así. El cuarteto volvió para meter seis canciones más, entre las que estuvieron “Generate! Generate!”, “Getting Away With It” (de Electronic) y “I Fought The Law”, el clásico de The Crickets, popularizado por The Clash.
El punto flojo, tal vez, es la voz. No porque sea mala, sino, porque por falta de vocalización le cuesta mantener las notas. Además, en los temas de The Smiths,se le escapa, casi por accidente, la interpretación que Morrissey de le daba. Pero esto, realmente, no es un perjuicio para la performance del ex miembro de Modest Mouse. Por el contrario, puede ser el desafío a sortear, para, así, llegar a coronarse no sólo como el referente de un estilo de música, sino, también, como el exponente de una época que mira hacia el pasado, pero decidido a avanzar hacia su propio futuro.