Idles: amor como acto de resistencia
Por Gerónimo Kener

Analizamos el último disco de Idles, un emblema del punk que decidió explorar nuevos rumbos en un álbum ecléctico e imperfecto.


A Idles le molesta la etiqueta punk, aunque sea el sonido más cercano, al menos hasta Ultra Mono (2020). El grupo decidió un cambio de rumbo a partir de Crawler (2022) donde la introspección de Joe Talbot es más explícita que nunca. Se alejan de la canción directa por guitarras chillonas y elementos industriales. En 2024 llegó TANGK, quinto álbum de estudio, donde hay un nuevo giro: el amor en todas sus formas y sonidos. 

El quinteto de Bristol lleva quince años haciendo música. Son parte fundamental dentro del nuevo movimiento de bandas británicas. Para Talbot, las experiencias personales y la política tienen una relación directa. Idles intenta una deconstrucción de la masculinidad. Entenderse a uno mismo es importante, así como ponerse en el lugar de los demás. En Brutalism (2017) y Joy As Act Of Resistance (2018) hay ideas sobre la toxicidad del hombre, aprender sobre las vivencias de la mujer, las consecuencias del Brexit y hasta la amistad con un amigo inmigrante ante la mirada racista. Hay una intención de no ocultar la vulnerabilidad, las palabras son importantes y vienen desde un lugar completamente visceral. 

El sonido es agresivo: guitarras directas, un bajo predominante, una batería que lleva el ritmo a la perfección y la voz de Talbot llena de rabia y con el característico acento inglés. Crawler es un cambio de timón, principalmente para su cantante que decide escribir sobre sus problemas con las drogas. Es un álbum catártico que además funciona para liberarse de las etiquetas. Uno tiene que estar dispuesto a entrar al universo frío y oscuro desde el inicio en “MTT 420 RR”, donde Joe baja las revoluciones de su temperamento vocal y casi que susurra, para después explotar en una de las mejores canciones de toda su carrera como “Car Crash”, donde son una máquina dispuesta a llevarse todo por delante. 

Idles necesita desafíos para sobrevivir y TANGK es la confirmación de ello. Las primeras líneas de Massive Attack -grupo que también nació en Bristol-  en “Teardrop” son: Amor, el amor es un verbo/El amor es una palabra que hace”. Talbot utiliza estas líneas como mantra para los 40 minutos del álbum.  

“IDEA 01” funciona como una introducción. Mark Bowen -guitarrista- en este caso lleva el ritmo con un piano que se mete en la cabeza de un Joe con voz suave. La rabia es reemplazada por una melancolía cercana a una banda como Radiohead. La comparación es obvia, teniendo en cuenta que el productor es Nigel Godrich, herramienta vital para el sonido de los liderados por Thom Yorke. “Estas son las cosas que perdiste en el fuego”, sostiene en el final. 

“Gift Horse” devuelve el bajo predominante de Adam Devonshire y el ritmo de Jon Beavis en la batería. Guarda similitudes con la estructura de “When The Light Comes On” del disco anterior, pero con un groove bailable a la manera de Idles. Talbot utiliza parte del rango vocal que conocemos pero un poco más contenido. Su forma de liberarse es en las palabras y el amor hacia su hija, aunque sostiene un poco de rabia en la línea: “Fuck the king/ he ain’t the king/ she’ s the king”. En “POP POP POP” se acercan a las atmósferas del Trip Hop con un beat acelerado, que se impregna junto a “Love Is The Thing”, una frase que se va a repetir a lo largo del álbum. 

En “Roy” mantienen lo lúgubre de Crawler hasta que la guitarra y la voz de Joe van hacia un crescendo melódico en el estribillo, que podría ser su “The House Of The Rising Sun”, más precisamente a la versión de The Animals. “A Gospel” regresa al piano de “Idea 01” de una forma más íntima, aunque se convierte en una pieza monótona, que le quita eficacia a la construcción del álbum. “Dancer” es pareja de “Gift Horse”, con el ingrediente especial de tener a James Murphy y Nancy Whang de LCD Soundsystem. Sin dudas, es el hit del disco, la canción que es el alma del grupo: la diversión y sostén de un momento. 

“Grace” es otro punto alto del trabajo. La temática de Talbot se hace literal en su voz sensible, los sentimientos se hacen palpables. El beat incita al baile, pero contrario a la efusividad de la canción anterior, es un baile con abrazos suaves y lentos. 

 “Hell and Oates” nos trae al Idles rabioso de otros años, con la intención de jugar en los parámetros actuales. En “Jungle”, Joe cuenta una historia sobre estar perdido, una de tantas veces. Su voz recita palabras impregnadas de dolor, en líneas como: “Smashed glass on the floor/ All strewn like bird song seed”. Al igual que en “Roy” o “Grace”, la estructura repetitiva favorece a su versatilidad como cantante, es el centro de la atención. 

“Gratitude” contiene un bajo sombrío y el sonido de un hi hat robotizado, que se acerca nuevamente a la oscuridad de “Crawler”. “Monolith” es el cierre del viaje, sonidos cercanos a una banda sonora de una película, los créditos aparecen y el arco del personaje tiene su fin. Hay una vibración constante en los oídos que contrasta con la hipnótica suavidad de Joe. Cuando la canción hace silencio, hay tiempo para una sorpresa más: la aparición de un saxo breve y sútil. 

Tangk fue un desafío para Idles como banda pero también es una prueba para su público. No se sienten punks, Talbot se encargó de aclararlo en todas las entrevistas. Para él, la noción de ser subversivo en el arte, va mucho más allá del punk. Desde el discurso y también la práctica, este disco tiene las verdaderas influencias que los formaron como artistas: hip hop, trip hop, dance, pop y un poco de punk, solo un poco. Nigel Godrich está acostumbrado a lidiar con artistas inquietos, trabajos como In Rainbows junto a Radiohead es un gran ejemplo, una simple escucha no hará justicia a cada detalle propuesto.

Aquellos que estaban esperando nuevas canciones directas al mentón, saldrán decepcionados. Los músicos pasan por etapas, a veces, definitorias. Tal vez, no haya golpes al mentón, sino gestos de sorpresa ante un álbum ecléctico e imperfecto. Son una banda trabajando su potencial. Todavía puede haber más amor. Es un mantra que llegó para quedarse. //∆z