Smoke Sellers, la esperanza de la escena independiente cordobesa presenta Music don’t leave me alone with my head: un puñado de diez canciones con las que salen a desafiar un ámbito tan hostil como fértil.

Por Luciano De Giorgio

Entre quienes confían su tacto musical al irremediable lugar común de la comparación, se escucha refunfuñar al nuevo oyente del rock. Arrinconado en una esquina de su cuarto, procurando mantenerse lejos de la luz de la obsecuencia, defiende la bandera de la experimentación y reniega del provechoso pasado. Por suerte, del otro lado del cuarto están los Smoke Sellers, mirándolo a los ojos y burlándose con sobrada ironía de aquella tirana advertencia de que sólo los oídos entrenados sobrevivirán a las garras de los nuevos estafadores. “Está todo inventado”. Y es que, a la despreocupada y constante exposición de influencias sitas entre el pop psicodélico de los sesenta y el glam de principios de los setenta, la banda aporta su cuota de originalidad en Music don’t leave me alone with my head. Un título que pareciera plasmar la permeabilidad sonora de sus integrantes quienes, después de todo, se declaran “melómanos incurables”.

Editado por ATMC Records, su tercer álbum –primero  en formato físico- mantiene la premisa de la producción propia sin que esto implique desperdicio alguno a la hora de colocarse los auriculares. El álbum suena suficientemente prolijo en lo auditivo a la vez que volátil en su interpretación. Tras un breve epílogo dejan en claro cuáles serán las reglas del juego en “Paper, Rock, Scissor”con una armoniosa línea de bajo que inevitablemente nos recuerda a “Moby Octopad” de Yo La Tengo seguida del estribillo que le da título al tema y despabila a quien todavía no les haya prestado su total atención. Los amantes del virtuosismo sabrán disfrutar de “Indian Runner”,1:55 minutos de hipnosis en los que los músicos, provistos de cuatro años de fogueo en los escenarios, dan rienda libre a su costado más cercano al proto metal ¿Demasiado rápida? Es algo relativo cuando sólo dos temas superan los tres minutos de duración.

Llegando a la mitad del disco, los Sellers deciden prescindir de la electricidad en la mayor parte de “Cocaine Eyes”:una ficha country que dejan caer en el tablero casi como por descuido, pero que lograría hacer mover la patita hasta desempolvar las botas del mismísimo Henry Fonda en su papel de Frank en “Once upon a time in the West” (1968). “Kill your father and be a man” le pone un moño a este breve pero ascendente pasaje icónico entre spaghetti western y glam (¿quién diría, no?).

Chalo Sellers, cantante, guitarrista y principal compositor, complementa con la voz de Alejandro Jodorowsky (uno de los tantos fragmentos sonoros a lo largo del álbum) la idea de una búsqueda del inconsciente derribando las capas de la neurosis social. El tema se desvanece en la frase “busqué muchas cosas imposibles” repitiéndose una y otra vez como un autorreferencial manifiesto de la autogestión de los cuatro integrantes de la banda, quienes no sólo financian sus producciones sino que también hacen sus propios videos cuando no están grabando o buscando nuevas fechas. O algo aparentemente tan imposible como abrirse paso en un circuito tan variado como históricamente subestimado a la vez.

El grupo parece haber encontrado la solución a ello en temas como “Happy and Sad”. Un tanto bipolar, su riff se esconde de manera inteligente tras una fachada beat pop para todos y todas, lista a erguirse frente a los espectadores del próximo festival de la primavera hasta llegar a la creciente y voluminosa base instrumental final, sesgada por el mejor registro vocal de la obra. Un desahogo que en vivo hará las delicias de los más fervorosos asistentes. Una línea parecida, pero con válida mención aparte, es la que sigue la agradable “Capricorn”. Algo suave, algo fresca. El cierre oportuno para culminar el suficientemente ambicioso nuevo trabajo de un proyecto que, lejos de rellenar con humo nuestras expectativas, nos da una bocanada de aire fresco.//z

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