El escritor japonés trabaja la sensibilidad de lo masculino en una serie de historias, mientras espera su nominación al premio Nobel.

Por Joel Vargas

Había una vez una bestia pop que rompía rankings y no le daban el premio Nobel.  En Suecia no le hacían justicia por ser muy “popular” y ser el número uno de los bestsellers, aunque tenía una obra que trascendía los círculos pequeños de snobs creadores de tendencias. Una prosa que interpelaba a casi todo ser humano en la faz de la tierra.  En un futuro lejano, cuando se revise la historia de la literatura universal contemporánea, estas líneas podrían estar dedicadas a Haruki Murakami, injustamente castigado en reiteradas ocasiones por los bienpensantes. ¿Su crimen? Al parecer, gustarle a muchas personas. Algunos lo acusan de ser demasiado occidentalista, que flasheó demasiado con lo anglosajón y traicionó la cultura nipona.  Blasfemos, el que esté libre de la cultura yanqui que arroje la primera Coca Cola.

En su nuevo libro, Hombres sin Mujeres, Murakami desmenuza la sensibilidad de lo masculino. Los hombres también sufren, lloran y son despedazados por la coerción de la sociedad posmoderna. Siete historias plagadas de miedo, angustia, desesperación, derrotas. Una relación paternal entre un actor desesperado en entender el fantasma de su esposa  y su joven chofer adicta al tabaco, un peculiar triangulo amoroso donde el lenguaje es el principal protagonista, las reincidencias amorosas de un cirujano plástico y sus amantes ocasionales, la adicción de un hikikomori (recluido social) por las historias de una ¿fabuladora? Sherezade, la segunda y trunca oportunidad de un barman divorciado, una reversión intrincada de la metamorfosis de Kafka, una llamada telefónica que parte la noche en dos. Un lindo coctel de sentimientos, donde la soledad parece ser una enfermedad terminal, despiadada.

Para beneplácito de los lectores hispanoparlantes la edición de Tusquets nos trae un bonus track que no está en la japonesa, “Samsa Enamorado”, que fue publicado en la antología Koishikute: Ten Selected Love Stories en el año 2013. Una decisión atinada y criteriosa, no desentona en el compendio de relatos.

Es inevitable no encontrar ciertos guiños ya reiterativos en la obra de Murakami, The Beatles y Franz Kafka, pero hay otros como la referencia evidente a las Mil y una noches en “Sherezade” y aun más implícitos, en el cuento que le da título a la antología parece ser un homenaje a Roberto Bolaño y más específicamente a su libro Llamadas Telefónicas. Tributos a la cultura universal.

Que la prosa del japonés es ATP no quiere decir que sea llana ya que la magia reside en la simpleza para contar las historias, cada palabra está elegida con exactitud. No podría ser otra, cada letra, cada silaba es parte de un plan superior, una historia totalizadora donde cada partecita juega un papel fundamental. Un engranaje ajustadísimo, una maquina de narrar.//z