Hermanos Gutiérrez: un viaje por el desierto
Por Carlos Noro /// Fotos: Sebastián de la Cruz

El dúo Suizo Ecuatoriano debutó en Argentina con dos shows que mostraron su amor por la música latinoamérica y los spaghetti western


Seguramente su apariciones en los Tiny Desk Concert, en los eventos de la radio KEXP de Seattle o la producción de Dan Auerbach de los Black Keys hayan ayudado a los Hermanos Gutiérrez a agotar un Teatro Vorterix y a tener muy interesante convocatoria como banda soporte de Los Espíritus. Estos, junto a su productora y sello Alto Valle, fueron los responsables de su llegada al país. Una propuesta sonora que va más allá de la accesibilidad del pop.

Los Hermanos Gutiérrez son Alejandro Gutiérrez en guitarra y lap steel y Estevan Gutiérrez en guitarra y percusión. Nacidos en Suiza pero con madre Ecuatoriana, tienen cinco discos casi ciento por ciento instrumentales. Solo una canción “El camino de mi alma” que fue interpretada durante el set instrumentalmente,  tiene un breve recitado (“Yo sé que tú lo dudas/ Que yo te quiera tanto/ Si quieres me abro el pecho/ Y te entrego el corazón”)  que sirve para sintetizar el ánimo melancólico y evocativo que tiene la música de Los Hermanos en donde la evidente fascinación por la música folclórica latinoamericana (“Latinoamérica es un lugar que imaginamos a pesar de que no vivimos allí” han dicho en varias notas) se entremezcla con una inconfundible atmósfera que remite a las bandas sonoras de Ennio Morricone. Incluso el nombre de su último disco, El bueno y el malo (2022), alude a aquel spaghetti western dirigido por Sergio Leone, construyendo sus propios paisajes desérticos.

“Rain God” fue el inicio de un show que hizo de la simpleza su adjetivo más potente. Con Estevan y Alejandro tocando sus guitarras sentados sobre una tarima proponiendo, como único decorado, un logo con su nombre de estética mexicana de fondo. Luego de presentarse mutuamente Estevan tomó la palabra, algo que sucedería a lo largo del show, generando una especie de storytelling relacionado a las canciones  y a su experiencia con nuestro país. “Mis recuerdos de chico relacionados con Argentina tienen que ver con un cuaderno que tenía de Mafalda donde ella y Felipe me fascinaban” dijo para continuar “también el fútbol de Maradona y una milonga que fue la primer canción de la que me enamoré” agradeciendo al público por haber venido y definiendo a sus canciones como una “Celebración del amor, de la amistad y de la música”. “El bueno y el malo” fue la canción que continuó con una sonoridad donde no fue difícil imaginarse en el salvaje oeste en medio de un duelo de dos vaqueros bajo un sol abrasador.

Más tarde “Recuerdos e Hijos del Sol” fueron presentadas como un medley dedicado “al amor por México”. En cada caso la ejecución de los hermanos fue impecable, con un sonido orgánico y repartiéndose la protagoniso utilizando la guitarra lap steel en el caso de Alejandro y las guitarras y las congas en el caso de Estevan. Sin ningún tipo de egoísmo entre sí, construyeron momentos de una belleza y melancolía emotivos en “El Camino de mi alma” que no necesitó de la estrofa recitada para tener el impacto seguramente aprendido de los años de escucha de milongas porteñas y de las canciones más dramáticas del cancionero latinoamericano.

Una ovación con el clásico “Ole, Ole Gutierrez” sorprendió en varios momentos del show al dúo que comentó que es la primera vez que “corean su nombre de esa manera en vivo”; en seguida “Agua roja”, “Railroad Vista y “Western Bronco” fueron las elegidas para un medley definido por ellos mismos como “nuestro lugar favorito, el desierto” construyendo uno de los momentos más hermosos del show, invitando simbólicamente a cerrar los ojos e imaginarse recorriendo amaneceres, atardeceres y anocheceres por las áridas llanuras de Latinoamérica.

Luego “Venganza” y “El jardín” fueron presentadas como “las dos primeras canciones que hicimos como hermanos” y mostraron su habilidad para ir construyendo pacientemente la cadencia de sus canciones utilizando solamente un sutil beat percusivo que en la mayoría de los temas funcionó como una manera de sumar groove a las melodías y solos de guitarra. “Mi amor” y “Amor profundo” otro medley pero esta vez dedicado a “La familia y en especial a nuestro querido Ecuador” volvió a incluir la presencia de los bongo, interpretado en algunos momentos de la canción por Estevan, dándole una atmósfera psicodélica y tropical a la canción.

Luego “Thunderbird” y “Tres Hermanos” (la primera dedicada a la diseñadora Paula Duró que hizo el poster para Argentina y la segunda compuesta junto Dan Auerbach de los Black Keys y grabada en Nashville) fueron dos momentos donde Estevan utilizó el recurso de grabar en vivo su propia guitarra para lanzar un loop que amplificó el sonido generando una sutil pared sonora. Este recurso, utilizado en varios momentos del show, encontró una perfección admirable, necesaria para que las canciones tengan la cadencia y la sutileza justas. En especial la segunda, una de las más bailables del catálogo del dúo fue uno de los momentos donde el público se dejó absorber por el vaivén de las melodías sin ningún prurito más que el de dejarse atravesar por las canciones.

“La tristeza es una inspiración para nosotros”, dijo Estevan para una sugerente versión de “Los Chicos Tristes” en otro de los momentos donde la guitarra Lap Steel aportó una sonoridad nostalgiosa como en varios momentos del set. “El desierto”, última canción antes de los bises fue una verdadera belleza donde el oxímoron de melancolía alegre, una especie de adjetivo que sirve para definir algunas canciones de los suizos-ecuatoriano fue protagonista. En ella, así como también en las dos últimas canciones después de los bises “Esperanza” y “El Sol Avenue”, la idea de que “la vida es un camino difícil pero hay que tratar de sortearla con esperanza y alegría” acompañó el final de un show que dejó una hermosa sensación a los presentes.

A lo largo de más de una hora de show, que podría haberse extendido algunos minutos para prolongar el viaje, los Hermanos Gutiérrez llevaron a los presentes a través de un hermoso recorrido por paisajes telúricos, recordados e imaginados. La música tiene el poder de decir lo que las palabras no pueden e invitar a encontrar los propios sentidos. Ellos lo saben y tal vez ese sea el fuerte de su propuesta. Bien por ellos. //∆z