Historietas: las ocho más amadas del 2022
Por Gabriel Reymann

Durante el año pasado se editaron varios comics nacionales para destacar. A continuación, un seleccionado de los ocho mejores.


Dusko Doble Función (Maten al Mensajero) – Pablo Vigo 

Triple función, en realidad, compuesta de dos historias de varias páginas y otra de una sola página que, por distintos carriles, llegan al mismo destino: los pequeños rayes y chifles de la vida cotidiana, sin grandes estallidos ni estridencias. La primera, Lamia, con un tono un poco más distendido, pone énfasis en la elipsis y el fuera de cámara; la segunda, Un dibujo, explota al máximo la relación historia-intensidad; y la tercera, Ella, se apoya mucho más en el texto para exhibir una lenta pero firme espiral de desintegración. El planteo narrativo es lujoso y el visual se regodea en la atención a la expresividad y el lenguaje gestual, por lo cual solo queda agregar que se trata de un muy buen punto de partida para adentrarse en el mundo historietístico de Vigo. 

Yilé (Historieteca) – Matias Muzzillo

La novela gráfica del tucumano Matias Muzzillo ofrece un menú de varios ingredientes atractivos. Entre ellos, un tono y algunas premisas interesantes: mezcla de policial/terror/leyendas autóctonas en la Argentina de 2001 (y luego de 2010) al borde de la disolución social ya conocida, pero con el elemento fantástico potenciándolo todo. Pero, también, una protagonista (y algún secundario) sólidamente construida, diálogos logrados, algo de comentario social aplicable tanto a nuestro pasado como a nuestro presente, un dibujo dinámico y potente y una paleta cromática muy personal. Aun con todos esos logros, la cuestión puede seguir mejorando, así que habrá que prestar atención tanto al autor como a (posibles) futuras entregas de la saga.


Mancha (Loco Rabia) – Damián Fraticelli y Maximiliano Amici

Damián Fraticelli (guión) y Maximiliano Amici (dibujos) parecen una sola persona en la realización de Mancha. El estilo visual (algo de grabado, bastante de Charles Burns y el imaginario grotesco de Junji Ito) ocupa el mismo territorio del estilo conceptual de la historia (el terror bizarro de Ito y el kitsch lyncheano de Burns) en un comic de tono fuerte: su tema, básicamente, es la crueldad hacia y de los niños. Todo esto, afortunadamente, suele esquivar la solemnidad y el impacto por el impacto mismo.

 

Transitamos la ciudad como fantasmas (Deriva Editorial) – Athos Pastore

No es tanto el qué sino el cómo: el argumento que recorre las treinta y seis páginas de Transitamos la ciudad como fantasmas se ciñe a la presentación de un freak y su errar por el mundo virtual. Lo llamativo es el entramado narrativo (montaje entre texto e imagen y transiciones de viñetas a otras) y la presentación visual de Pastore, que se sirve de dibujo a mano alzada, collages y, a tono con la resolución de la historia, abstracciones visuales pesadillescas que harían sonrojar a Ricard Castells.

 

Cosecha verde + El Iguana (Loco Rabia) – Carlos Trillo y Cacho Mandrafina

Cruel querer convertir a los fieles en un espacio de caracteres tan corto sobre las bondades de este clasicazo descatalogado hace años (al que Loco Rabia sumó su se(pre)cuela, que cuenta el pasado del temible culata), pero acá un posible intento: Cosecha Verde aborda un esquema de policial trágico (la bogartesca estampa de Reynoso, como para empezar), pero su ubicación espacial (un país tropical imaginario bajo el yugo de una dictadura, con su respectiva resistencia armada), así como la reflexión acerca de la pugna entre los mitos/narraciones populares y las construcciones comunicacionales del poder, le dan otro espesor. Todo eso sin mencionar el apabullante trabajo estético y narrativo de Mandrafina. El Iguana, que también merodea sobre el tema de lo simbólico, pero desde otro ángulo y con un tono algo menos opresivo, acompaña más que bien. Pero la posta está en Cosecha Verde.

 

El hipnotizador (Hotel de las Ideas) – Pablo de Santis y Juan Sáenz Valiente 

Otra recuperación de un tótem fundamental de la historieta argentina, que permanecía descatalogado. Arenas, el (anti)carismático protagonista, funciona como vuelta de tuerca para el género detectivesco: por medio de la hipnosis investiga y resuelve casos inusuales, mientras trata de desanudar el suyo propio (no poder conciliar el sueño y otros asuntos provenientes del pasado). Esta mezcla de estructura episódica (los casos, todos ellos de perfecto disfrute leídos individualmente), más el gran esquema referido al sino de Arenas, decanta en un mecanismo de relojería perfecto. Parte no menor del funcionamiento de ese mecanismo es mérito de Sáenz Valiente, cuyos personajes respiran y sus locaciones llevan la pátina de los años a cuestas.

 

El reino de este mundo (Maten al Mensajero) – Rodrigo Terranova

Regreso triunfal del autor de La divina oquedad tras unos años fuera del mundillo del comic. Ante un exceso de oferta de historias autobiográficas con escaso trabajo y vuelo detrás, El reino de este mundo recuerda que no hay temas sino tratamientos remanidos. El libro versa sobre diálogos y (des)encuentros, sea entre la gente (quienes nos forman y a quienes formamos), entre los lugares con las comunidades que los habitan o entre los pliegues del tiempo con lo que se puede poner en perspectiva y lo que no la tendrá jamás. Son tópicos tratados de una manera rica y gambeteadora de sensiblería alguna, articulados con una narrativa inteligente y sin olvidar ese dibujo áspero y cálido al mismo tiempo. Uno de los dos mejores comics argentinos lanzados en 2022.

 

Turba (Hotel de las Ideas) – Lauri Fernández

La mejor historieta argentina editada en 2022 fue sin dudas Turba – Memorias de Malvinas, un comic-investigación sobre los cuarenta años del suceso bélico. Con toques muy puntuales y específicos de ficcionalización y/o trastienda personal de la investigación que realizó Fernández, Turba es un mosaico de diez capítulos sobre las diversas aristas de uno de los episodios más dolorosos de la memoria reciente argentina: incluye desde ya los testimonios de los excombatientes (no solo argentinos sino también británicos) y se expande a los equipos de antropología forense, a los familiares y el contexto social de cada país en 1982, entre otros. El diálogo con la época también alcanza a la coyuntura argentino/mundial durante la realización de la obra (2017-2020 aproximadamente). Apuntalado por un trabajo visual de gran belleza y realizado en acuarelas, el producto final (de alto octanaje emotivo sin caer en chauvinismos o golpes bajos) resulta de lectura obligatoria, tanto por criterio estrictamente estético como de valor testimonial.  //∆z.