En “Elefante Blanco”, el director Pablo Trapero retrata la labor de los curas tercermundistas en las villas en una clara alusión a la obra del Padre Carlos Mugica. Un intento de reflejar desde adentro, la realidad de los habitantes de los barrios de emergencia.

Por Pablo Diaz Marenghi

Se conoce como “Elefante Blanco” a un edificio ubicado en Villa Lugano, a metros de Ciudad Oculta, pensado para convertirse en el hospital más grande de Latinoamérica. Falta de inversión, golpes militares y quizás también por obra del destino, aquel gigante de cemento se convirtió en un refugio dentro de la villa. Un jardín de infantes, un merendero, y un comedor popular funcionan en aquel espacio, que aún posee infinidad de habitaciones abandonadas. Sobre ese escenario se monta la última obra de Trapero.

Ricardo Darín encarna a Julián, un sacerdote que trabaja dentro de la villa y dirige proyectos de vivienda y ayuda humanitaria. Martina Gusmán, en el rol de una trabajadora social, y Jérémie Reine, como un sacerdote belga, complementan las obras. Sus historias personales se mezclan con las urgencias del barrio, envueltas en una propuesta propia del “Nuevo Cine Argentino”.

El director eligió la obra de los curas tercermundistas para mostrar la realidad de las villas ya que “Quería mostrar este trabajo de los curas que es muy poco conocido. Hay parte de ellos que usan la estructura de la Iglesia para hacer más cómodamente su trabajo social y otros que ven en el mismo una manera diferente de evangelizar. Esa es un poco una de las contradicciones que se muestran en la película”.

Hoy es el estreno en la Argentina. Los ojos estarán puestos en una obra que pretende ser una radiografía del olvido. Cientos de historias que rodean al “Elefante”, pero que pueden trasladarse a múltiples espacios. Tanto a las villas de Mugica, como al barrio más cercano.