Dos años después de un EP homónimo producido por Pablo de Caro (Mataplantas, Cosmo), Los Hermanos McKenzie demuestran en su disco debut Siamés todo su potencial, con canciones de tenor orquestal e influencias que van del swing al pop de los sesenta.

Por Emmanuel Patrone

El sueño fraternal (el de los hermanos Cecilia y Nacho Czornogas) ampliado a proyecto musical en forma de quinteto. Esa podría ser una tímida primera aproximación a los Hermanos McKenzie para aquellos que hasta este momento ignoraban la existencia del conjunto. Para más información, hay que mencionar sin falta el EP aparecido en diciembre de 2009, producido por Pablo de Caro (ex Mataplantas, actual Cosmo) en el que los hermanitos, batuta en mano, enseñaban al mundo en cinco canciones sus modestas intenciones: canciones grises, algunas teñidas con un aire de circo caído en ruinas, en los que los vientos (saxos, clarinetes, trompetas, bombardino) tomaban un protagonismo especial y la voz de Cecilia se deshacía entre lamentos y alguna que otra imaginería oscura digna de un cuento infantil.

Casi dos años después, llega la hora de Siamés. El título no es arbitrario, un mero capricho, avisan los mismos hermanos. Y uno, escuchando el disco de extremo a extremo, se puede dar cuenta de ello. El álbum debut de los McKenzie, es realmente un fenómeno en el que dos seres comparten un mismo cuerpo y un mismo rostro, o mejor dicho, una misma estructura. No estamos diciendo que sea un disco bipolar, pero sí que hay cierto maridaje entre aspectos aparentemente disímiles. Hay tanto momentos de euforia (el vals para carruseles “Dos bailarinas”) como desazón. Otros, en los que  uno se suma a bailar un vals apacible y al instante siguiente está inmóvil, hechizado por melodías que asemejan transitar en cámara lenta (“Amigo”). Instantes más eléctricos, instantes más desenchufados; espíritu ingenuo y de fantasía entrelazado con sensaciones más turbulentas y terrenales. Aún así, el disco se mantiene firme, sin arranques de esquizofrenia desmedida.

Entre influencias variadas (pop de los 60’s y de los 70’s, swing, etc.), se vislumbran las canciones, que ganan terreno a partir de una producción (a cargo de Juan Stewart) que permite que en Siamés hayan cientos de detalles sonoros ricos sin llegar a la saturación y que incluso llega a magnificar todo el potencial del grupo escuchado en el EP. Y ahí están, por ejemplo, los coros del Mentette Adrián Rivoira en “Baile Fantasmal”, sonando como un espectro encerrado en la casa de los espejos de un parque de diversiones abandonado; el rhodes sutil de Stewart en el highlight “Inútil” (“No me digas que soy tonta, ya lo sé” canta en el estribillo Cecilia Czorn… perdón, McKenzie y dan ganas de darle un abrazo); o esos dos intervalos misteriosos que son “A un paso de ellos” y “Honolulú”.

Los Hermanos McKenzie, con su disco debut, se reservan un lugarcito en el cada vez más profuso universo del pop orquestal del indie nacional; un lugarcito que se merecen con un disco debut disfrutable, de canciones que evocan un sonido lejano del pasado pero a la vez anclado en el presente y que son ideales para sintonizar en uno de esos días otoñales en los que el mejor plan es quedarse en casa mirando por la ventana a las hojas amarronadas caer de los árboles.

AZ recomienda: “Baile fantasmal”, “Inútil”, “Dos bailarinas”, “Gua gua gua”.

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