Mientras el radar aún se mantenía al rojo vivo por el éxito de Stranger Things y la segunda temporada de Narcos, por debajo de la puerta se metía Haters Back Off, la inusual comedia original de Netflix que se burla del fenómeno de los Youtubers. Millienials, críticas encontradas y mucho labial rojo.
Por Iván Piroso Soler
Roman Atwood es un joven de 33 años realmente exitoso. Su video haciéndole una broma a su novia en su primer aniversario (en el que, vale decir, hay una situación de violencia por demás nefasto) tiene 85 millones de reproducciones. El año pasado facturó la nada despreciable cifra de 7 millones de dólares limpios. Está lejos del primer puesto que hizo Forbes sobre los youtubers que más dinero hicieron en 2016 con sus videos, ocupado por el gamer sueco PiwDiePie, habiendo facturado 15 millones de dólares. Bajo estas estrellas duermen jóvenes de todo el mundo, que anhelan hacerse millonarios a partir de la en apariencia simplicidad que supone grabarse haciendo morisquetas frente a un celular o laptop. Esto es lo que notó Colleen Ballinger a través de la piel de Miranda Sings, la protagonista de esta producción original de Netflix.
Con su labial rojo desgarrador, Miranda enfrenta a la cámara. La letra de “Defying Gravity”, el éxito de la obra de Broadway Wicked, sale borrosamente de su garganta y es captada por una cámara digital dirigida por su tío Jim. Miranda no duda en absolutamente ninguna nota que, confía, será uno de los tantos tickets hacia el éxito. Al terminar la performance, su director creativo sube el video a YouTube y, pacientemente, juntos esperarán el éxito. Alrededor de esto girará la trama de Haters Back Off, esa creación que tiene vida mucho antes del mes de octubre de 2016 en el que se estrenó en Netflix. La historia de Miranda (y con ella el trasfondo tejido por su tío Jim, su muy normal hermana Emily y su hipocondríaca madre Bethany) empieza en 2008 de la mano de la comediante Coleen Ballinger. Entusiasmada por el micromundo de los comentarios de YouTube, decidió crear con nada más que una cámara de laptop el personaje de Miranda Sings, una aspirante a cantante que hace todo lo que no hay que hacer a la hora de calmar a esas fieras millenials llamadas haters.
A primera vista, la forma en la que Ballinger lleva adelante los primeros momentos de la serie puede ser desconcertante. Con un tono inusualmente alto para el formato cómico tradicional, la serie gira en torno a la composición revulsivamente egocéntrica de la que dota a Miranda. Esto se acentúa a partir de la sumisión de su madre, interpretada por Angela Kinsey (The Office) y su hermana Emily. Aún así, es coherente con el mundo que construye su tío Jim (Steve Little, quizá lo quienes recuerden de la serie Reno 911, corriendo desnudo por el desierto en varias ocasiones) a sus pies, obsesionado con cumplir su sueño de ser director teatral y así escapar de la tienda de peces en la que trabaja; y con el que también colabora el joven Patrick -Erik Stocklin-, un vecino enamorado de la chillona cantante.
Esta amalgama de personajes fue por demás disruptiva en el imaginario de la crítica. Las bajas calificaciones con las que fue recibida en Rotten Tomatoes (42/100) o IMDB (6,7/10) contradicen el segundo lugar entre las series digitales con mejor debut en el año, podio compartido con Luke Cage, serie también surgida de Netflix. Esto probablemente tenga mucho que ver con el trabajo fino que los guionistas (y productores, entre quienes se encuentra la propia Colleen) hicieron al construir con precisión relojera todos los puntos sensibles de una generación que se mira primero a la pantalla y luego al espejo. Miranda no es otra que los millones de jóvenes del Estados Unidos profundo, alejados del glamour neoyorkino o hollywoodense. Quizá raro para el resto del país (y, sobre todo, del resto de América), es común que en estas regiones muchos adolescentes sean criados enteramente en sus hogares, recibiendo educación solamente de sus padres y, muchas veces, pastores. Es así como, en lugar de crecer rodeados de referencias culturales a partir de lecturas y trato con terceros, sus mayores influencias son jóvenes compartiendo sus videos en plataformas online. Ballinger, creadora de este personaje, entendió eso y dio en la tecla. Hoy en día viaja alrededor del mundo compartiendo las peripecias de esta joven incomprendida y, a través de un doble dispositivo, se burla de los youtubers y de los haters que los alimentan. No es raro que este fenómeno haya creado un síndrome de autoestima por demás baja a los millones de chicos que no ganan esos millones de dólares de sus ídolos.
Durante los diez episodios de la primera temporada vemos a Miranda siguiendo las indicaciones de su tío Jim para ingresar en el mundo del éxito y la fama. En el camino se encontrará con el escepticismo de su hermana Emily, las penas de su madre Bethany y la ayuda incondicional de su vecino Patrick. Pero además encontrará las trabas del infierno grande que le presenta su pequeño pueblo. Exageradamente contenida por su hermética familia, Miranda se enfrenta a un mundo que no comprende y que tampoco le interesa comprender. Lejos de temer la ausencia de pantallas, los haters muchas veces se potencian cuando tienen enfrente algo que no comprenden.//∆z