El humorista gráfico de Página 12 y Barcelona busca transgredir sus propios límites con su nueva obra teatral, Levadura bailable.
Por Agustín Argento
Gustavo Sala se muestra como un ser tranquilo y respetuoso. Extiende la mano para saludar, mira a los ojos y espera que el cronista lo guíe para el reportaje. Porta una mochila enorme y, si uno se deja llevar por su sobria apariencia, no pareciera ser uno de los cómicos más destacados del humor gráfico. Aunque esta apreciación no deja de ser un prejuicio. Su voz monocorde no pierde ni un ápice del filo que suele reflejar en Página 12 y la revista Barcelona y que tiempo atrás se lució en Fierro, Orsai y en Rolling Stone.
Pese a esta extensa carrera, Sala también tiene otra pequeña trayectoria sobre las tablas, disciplina en la que protagonizó junto a Pablo Vasco, “Afeintándose en Alemania”, mientras que con el uruguayo Ignacio Alcuri hizo lo propio en “Sonido bragueta”. En noviembre realizó una “prueba piloto” de su flamante obra “Levadura bailable”, la cual está presentando durante este mes en El Tano Cabrón, los jueves a las 21, aunque con la intención de reproducirla en marzo y abril.
En esta oportunidad, su coequiper es Pelu Romero, bajista de Los Barenboim y productor musical, quien actúa como un “complemento” del dibujante sobre el escenario, en el rol de músico que dispara secuencias e imágenes, “en un formato de show de rock que se mezcla con otros lenguajes como la historieta o el monólogo, como si fuera una ensalada punk donde hay personajes y dibujos que se entremezclan”, dijo Sala en una entrevista con ArteZeta.
“El origen era una parodia a un recital de rock -explicó-. La parte musical, tanto la letra como la música, va a estar improvisada. Siempre estamos al límite de que todo se vaya al carajo. Entre medio de esas canciones que unifican el espectáculo hay momentos de humor en formato monólogo, con personajes que entran y salen. Hay momentos de historieta en vivo, que se emparentan con lo que hago en las ediciones impresas”.
ArteZeta: Uno imagina que este espectáculo estará rodeado por el humor…
Gustavo Sala: Por más que quiera, es muy difícil que no aparezca siempre el humor en lo que hago. Es una especie de sistema defensivo inconsciente. Cada vez que quise ponerme más serio en historieta fracasé, porque aparecía el humor y me quedaba a mitad de camino. Ese humor salvaje y punk lo puedo aprovechar por el hecho de hacerlo en vivo.
AZ: ¿Acá también vas a jugar con los límites que tanto te caracterizan?
GS: Sí, por supuesto, aunque, de hecho, los voy a saltar por momentos. El humor que me interesa hacer tiene que generar incomodidad y hasta cierta maldad. Por supuesto que no es lo mismo estar frente a un tablero de dibujo que con gente que te mira a los ojos. Los dibujantes tenemos cierta impunidad, para subirse a un escenario hay que tener otro tipo de inconsciencia. Yo voy a jugar a ser algo, porque no soy ni actor ni músico ni director.
AZ: Hacés hincapié en la maldad…
GS: El humor que me interesa a mí es con la maldad puesta en el facho, en el poderoso y en el garca. Ahí queda explícita cierta ideología. A mí me gusta que tenga un poco de esa incomodidad, tratando de dar vuelta el foco. Si querés criticar a un pedófilo, haces un personaje que sea eso, lo cual también trae malentendidos. Cada tanto aparece la pregunta sobre los límites del humor y si hay temas que no se pueden tocar, sobre todo cuando hay incidentes. Pero claramente se puede hacer humor con todo. Después aparecen los límites de cada uno, pero estos no pueden estar de antemano impuestos.
AZ: Teniendo en cuenta esos límites con los jugás, ¿Te autocensuraste alguna vez?
GS: Yo creo que alguna vez me autocensuré. En un punto siempre hasta el más canchero se ha puesto un límite. Pero es un error, de última siempre está el editor que te devolverá el trabajo. Si uno empieza a preguntarse, es un error, yo no lo hago, aunque a veces me pregunto y reflexiono sobre mi trabajo. Eso sí me interesa, pero sobre todo en no repertirme y en ser novedoso y justamente eso es lo que está en el espectáculo: lo imprevisto y la improvisación.
AZ: En el espectáculo parodias a un recital de rock, ¿Te considerás un poco músico o actor?
GS: Todo el tiempo estoy aprendiendo sobre la marcha algunas cuestiones actorales, pero no soy actor ni músico. Sobre el escenario se genera una mezcla de pánico con excitación y placer. Me considero un músico frustrado por mi imposibilidad de tocar instrumento alguno. Sí me gusta hacer canciones desde lo cantado, eso sí lo puedo desarrollar, aunque no sé si eso es ser músico.
AZ: Con el espectáculo también ponés a prueba algo extraño para un dibujante, que es la inmediatez en la reacción del público.
GS: Lo bueno de dibujar para una revista o un diario es que tenés absoluta libertad de horarios y lugares para poder trabajar, siempre y cuando se cumpla con la entrega. Eso, al mismo tiempo, puede ser embolante porque es una situación un tanto solitaria. Estar en el escenario con un músico te pone unas reglas para pelar otra cosa y eso juega a favor, aunque existe el límite entre ser un copado y ser un estúpido.
AZ: Volviendo a la censura, ¿Cómo vez la libertad en los medios con este nuevo gobierno respecto del anterior, al que algunos acusaban de intolerante?
GS: Yo te puedo hablar desde mi trabajo en Página 12 y Barcelona, no de lo que sucede en Clarín o La Nación. Teniendo en cuenta esto, siento claramente que hoy hay más presión que en los años anteriores. Antes siempre hice lo que quise. Incluso, para mi propia sorpresa, salieron publicadas cosas que pensé que me las iban a devolver. Yo trabajo con mi propio criterio, pero con el antecedente del fallo judicial contra la Revista Barcelona y su contratapa de Cecilia Pando se siente algo parecido a la censura.
AZ: ¿Eso impacta en tu día a día laboral?
GS: No debería. Vos mandás lo que se te ocurre, no es todo tan calculado. Hago tiras semanales todo el tiempo y hay que generar material, así que estás constantemente generando. Obviamente no me va a importar si tengo que tocar un tema extremo. Prefiero que el editor lo devuelva a no mandarlo yo por las dudas. Creo que en estos tiempos de una derecha global hay que ser más extremo todavía e irse más al carajo. Hay que redoblar la apuesta.//∆z