Gustavo Álvarez Núñez: "¿Cómo hacemos para no convertirnos en el monstruo que detestamos?"
Pauta 2021

En Éramos tan modernos, GAN recorre cinco décadas del rock nacional: un ensayo sobre su identidad, sus conflictos, sus rupturas y la costumbre argentina de decir no.

Por Leonardo Sabatella Foto de Francisca Fernández Etcheto

El comportamiento anfibio de Gustavo Álvarez Núñez lo hace entrar y salir de los lugares, las disciplinas y los roles con movimientos naturales, inevitables. Crítico de rock y músico de rock (quien no haya escuchado Spleen y Tierra baldía, ahora es cuando), escritor, poeta, periodista, biógrafo (su libro rojo sobre Melero es ideal para leer en una sola dosis). GAN, esa sigla que se convirtió en su ícono, ha escrito en Éramos tan modernos (La Carretilla Roja, 2020) una guía de viaje tan personal como cultural, tan propia como generacional, sobre el rock como un “hecho social” en el sentido más pleno: forma de ver, pensar, actuar y sentir. Hoja de ruta desde la prehistoria del rock argentino, Éramos tan modernos recupera —y repara— la idea del rock como modo de habitar el mundo y las malas costumbres de decir no.

ArteZeta: Una de las características que más me sorprendió y más me gustó del libro es que no hacés un análisis musical, o que no es solo musical, de letra y música, sino que trabajas en un campo ampliado. Dejás claro que el rock no es solo un sonido sino también sus movimientos, sus circuitos, los encuentros, los sellos, las tomas de posición, los conciertos, los diálogos con las épocas. ¿Cómo fue, en ese sentido, organizar el abordaje del libro?

Gustavo Álvarez Núñez: Sí, qué bueno que remarcás algo fundamental a la hora de diseccionar una experiencia como el rock: que es algo más que música. Para muchos con educación sentimental rockera tal vez haya sido más más importante hacer puerta que entrar a un show. Se aprendía más entre esos amigos particulares de ese momento particular que entrando. Como que después todo podía ser distinto y mejor. El rock es rock si está atravesado por diferentes búsquedas, no todo empieza y termina en la música. Es más, la música es la Itaca del poeta griego Kavafis, el camino donde se desandan las diferentes inquietudes que atraviesan al rock.

Ahora bien, este Éramos tan modernos es un monstruo nuevo. Hubo una versión original que se iba a editar en 2006 y que terminó cajoneada. Mauro Quesada, el editor de La Carretilla Roja, me llamó una tarde preguntándome si tenía un libro de rock porque estaba pensando lanzar un catálogo al respecto. En principio, le dije que no hasta que me acordé del libro fallido. Se lo mandé pero ya bastante cercenado: todo el material sobre cómo habíamos llegado a la tragedia de Cromañón la utilicé en un libro en conjunto para Musimundo, Ayer nomás, de 2006. Y, además, no tenía sentido hoy en día ahondar en algo que ya había escrito sus peores páginas. Entonces, me ocupé de darle lugar a ciertas cuestiones anómalas y disonantes dentro de la historia Billiken del rock argentino.

AZ: Leyendo el libro puede pensarse que la segunda generación tuvo que preguntarse “¿Cómo seguir? ¿Qué hacer ahora?”. ¿Podemos identificar algunas vanguardias post-primera generación?

GAN: Supongo que la vanguardia misma fue que hayan existido desde Manal y Vox Dei a Tanguito y Almendra-Pescado-Color Humano-Aquelarre. ¿Miguel Abuelo y su psicodelia poco pastoral no es increíble y surreal? ¿El primer Pappo´s Blues no es una ametralladora en éxtasis? Y, también, esa segunda camada tenía mucha información sobre lo que se había hecho, no nació de un repollo. ¿Fue una cruzada generacional? Tal vez. Pero también fue una nueva forma de interactuar con el mercado. Y apropiarse de herramientas nuevas para hacerlas dialogar con su presente.

AZ: ¿El rock argentino es un rock de individuos, de personas, más de que de bandas, movimientos o escena? En tu libro hacés especial foco en los nombres propios.

GAN: No lo había pensado, puede ser. Igual, esos individuos muchas veces son como un Aleph, ¿no? Contienen varios mundos en sí mismos, involucran y exploran ciertas intensidades y ciertos continentes que aún no han sido descubiertos. En particular, busqué en lo fragmentario un modo de contener esa lava que proyecta una obra en singular. Al abarcar lo puntual creo que dimensiono lo colectivo.

AZ: Hacia el final del documental Synth Britannia se preguntan cómo fue que después de la electrónica de los ‘80 terminamos otra vez en un rock de bajo, batería y guitarra, cómo fue que después de New Order volvimos a Nirvana u Oasis. ¿Crees que hubo un correlato a nivel local?

GAN: Lo interesante en un país como el nuestro, insular pero rico en desfachatez, es cómo el rock se transformó en una cultura particular con sus búsquedas y convicciones. Tal vez la irrupción en los años ‘90 del rock más barrial y artesanal, o el más rudimentario y populista, o el cruce con músicas con las que el rock aquí no había articulado vínculo alguno, desde la cumbia al candombe y la salsa, acercaron no sólo a nuevos públicos sino también a nuevos intérpretes que reescribieron la historia. Y surgieron quizá también como reacción a los ‘80 y su modernidad, su cosmopolitismo. Un fenómeno como los Redondos, inexplicable fuera de nuestras fronteras, habla a las claras de una electricidad que cuajaba muy bien en rechazo del menemato, en ese repudio a la autoridad, a la familia, a las instituciones. Y tantos sus imágenes como sus alegorías y el carácter fervoroso y químico de su sonido constituían un espejismo que nada tenía de espejismo.

AZ: Hay algo que me gustó mucho que es esa frase de Los abuelos de la nada que tomás como subtítulo: “costumbres argentinas de decir no”. ¿En cierto sentido el libro es una historia negativa del rock argentino?

GAN: Me interesaba y mucho el aspecto disidente de ciertos momentos y actores del rock argentino. Si Tanguito se negaba a grabar “La balsa” porque era un hit, es que tal vez estaba convencido de que eso no era cosa de ellos. Como que en esa negación había algo que observar y en la que bucear: algo más que una actitud, algo más que un berrinche. ¿Cómo interactuar con el mercado? ¿Cómo ser distintos a esos que aborrecemos y por los cuales realizamos este tipo de canciones? Si las canciones nacen de una mirada cargada de malestar con el mundo y sus mandatos, ¿cómo hacemos para no convertirnos en el monstruo que detestamos? Nietzsche decía que quien lucha contra monstruos debe asegurarse de que en el proceso no se convierta en un monstruo. Esa es la gran tensión que atraviesa la experiencia rockera.

AZ: Por el propio proyecto y recorte, el libro deja afuera lo que sucedió después de los 2000. ¿Crees que con la reivindicación del pop y el uso de la electrónica hubo algunos movimientos disruptivos en la escena, un nuevo momento de esa historia que rastreas? Pienso en Leo García, Entre Ríos, Adicta, San Martin Vampire, Victorial Mil, pero también Bochatón o el mismo Melero o Juana la loca. O los proyectos de Manza Esaín, Rosario Bléfari.

GAN: Sí, y sumaría también a Suárez y Juana Molina. Es un reproche que me llegó de varios lados. Y tengo una sola razón: que habrá una segunda temporada. (Risas) Melero, por lo pronto, está incluido en su gran momento al desaprovechar la oportunidad de pegarla luego de esa reunión increíble con Gustavo Cerati y un Colores santos imbatible.//∆z

Pauta 2021