La tercera edición del Festival de Cine Polaco de Buenos trajo siete películas y tres documentales que presentan una gran variedad temática con la impronta de esa gran tradición cinematográfica de Europa del Este.

Por Agustín Argento

Los Dioses

En un país en el que el ateísmo y la censura comunista se entremezcla con la devoción religiosa, un cardiólogo no puede recibir demasiado apoyo. El joven doctor Zbigniew Eugeniusz Religa está empecinado por realizar el primer transplante de corazón en la Polonia del comunismo. Política, creencias y desfachatez que por momentos se acerca a Hollywood se entrecruzar en esta gran historia dirigida por Lukas Palkowsky y protagonizada por un genial Tomas Kot. “¿Cómo se le ocurre manosear el corazón de la gente?”o “¿El corazón de mi hijo va a vivir en otra persona?” son frases que actores de reparto le tiran como estiletazos a Religa, quien sólo encuentra apoyo económico en un oscuro miembro del Partido, que, ya en 1985, se encontraba al borde del colapso (el apoyo científico va de la mano de doctores jóvenes que estudiaron en Occidente).

El ritmo y la tensión durante las dos horas y cuarto de la película son manejados con precisión quirúrjica, haciendo de esta biopic una verdadera obra de arte que ganó el máximo galardon del prestigioso Festival de Cine de Varsovia y que ha tenido estrenos mundiales. El director de fotografía, Piotr Soboyisnky, también se lleva otro de los aplausos al apostar, de forma acertada, por colores nítidos y lavados, jugando con el contraste en escenarios oscuros. Los silensios, los gritos, los llantos y los abrazos se encadenan de una forma tan natural que uno no puede no dejarse llevar por las emociones. Nada de esta película está librado al azar, ni siquiera los rock and rolles estadounidenses que bailan para festejar, dejando un alo del fracazo comunista en las postrimerías de su caída. Otra lectura política más acabada podría ser: la caída de la Unión Soviética trajo, de la mano de Zbignieiw Religa, la victoria de la vida.

Body

Los traumas de una adolescente y las peleas con su padre pueden ser tomadas desde múltiples perspectivas. La soledad y el dolor de una madre que perdió a su hijo de dos años, también. Body, cuya dirección a cargo de Malgorzata Szumowska ganó el Oso de Plata en Berlín este año, narra la historia de una bulímica que es internada en un neuropsiquiátrico por un padre que, tras la muerte de su esposa, no puede hacerse cargo y se entierra en su trabajo de médico forence. En la clínica, la joven conoce a una psiquiatra, quien además de las terapias se ofrece como medium para contactar a los muertos.

El drama, de la mano de relaciones partidas a la mitad, aflora llegando a desencuentros casi absurdos en los que la angustia por la crisis familiar y la pena hacia la solitaria psiquiatria no dan lugar a otros sentimientos, hasta llegar a un final que para nada se presagia y en el que las tres partes en discorida parecieran encontrar la ansiada y abandonada paz. Para algunos, la metafísica es un engaño; para otros, la salvación. De una u otra forma, termina ayudando a la vida humana.

Ciudad 44

La última escena de Ciudad 44 muestra a una Varsovia destruida en un 85% por los bombardeos nazis de agosto, septiembre y octubre de 1944, una imagen que se fusiona con otra de la reconstruida y moderna capital polaca de estos días. La epopeya de la posguerra siempre tuvo como mira al tesón alemán, pero siempre dejó de lado al resto de los países europeos que también tuvieron que levanterse desde los escombros.

El director Jan Komasa pasa por todas las historias que el cine contó para culminar con un final que, por su ambigüedad, puede ser tomado como abierto, cerrado, feliz o trágico. Eso queda a gusto del espectador. Lo que no queda a criterio de los críticos es el gran manejo de las historias que Komasa mezcla en esta moderna película bélica, donde la sangre y la muerte se tratan con completa naturalidad. Un joven que se enamora de dos milicianas; una de ellas que abandona la milicia para salir a salvo con su amado; el amado que se escapa de ella para liberar a Polonia y vengar a su madre y hermano, ejecutados a sangre fría por un nazi; la otra miliciana que se deja morir; la crueldad de los nazis y el patriotismo polaco; y etc. Hay efectos especiales, stop motion, y una fotografía especular, a cargo de Marian Prokop. Una joya actual del cine bélico.

Al Norte de Calabria

En este filme, el documentalista, director de fotografía y docente de la afamanda Wajda School, Marcin Sauter, llevó adelante un experimento fascinante que termina fascinando: hizo actuar a todo un pueblo. “Yo quería mostrar la alegría de una comunidad”, dijo Sauter y, para ello, investigó y visitó decenas de poblados polacos hasta que escogio uno. La excusa es una festividad anual, para la cual los ciudadanos preparan números musicales, de teatro, de cine y, en medio de ello, buscan a sus parejas para pasar ese rato. Sin importar la edad, todos, más o menos hacen lo mismo.

Sauter, quien para esta oportunidad no perdió el humor, distribuyó actores por el pueblo para que intervinieran y dirigieran a los aldeanos. Así, termino dándole forma a un documetal ficcionado de tan sólo una hora de duración y en el que la ansiedad de los lugareños por la celebración traspasa la pantalla y hace que uno, como televidente, comparta esa misma felicidad.//z