En su cuarta visita a la Argentina, Morrissey pagó con creces la deuda que tenía con el público sudamericano. Dos noches inolvidables en el Teatro Opera y el Luna Park, donde la música rebalsó su condición de arte para convertirse en el eco de un legado anti sistema que el inglés viene proclamando hace más de tres décadas.
Por Estefania Lestanquet
El sabor del reencuentro
La postergación de la gira sudamericana que el cantante tenía planeada para el segundo semestre del 2013 dejó corazones rotos por doquier. Intoxicaciones, problemas de salud, histeria eterna y otras explicaciones vagas intentaban justificar lo que para mucho de nosotros era la peor noticia del mundo. Dos años después, el jopo más famoso de Manchester se embarcó en una gira mundial que tenía un destino, esta vez, impostergable: Argentina. Casualidad o no, pero la canción elegida para abrir ambos shows en nuestro país fue “Suedehead”, melodía que faltó en su último GEBA, que lo consagró como una estrella solista y que, es de público conocimiento, repite como un mantra la frase “I’m so sorry”.
Una noche en el Opera
Nada más y nada menos que treinta minutos duraron las entradas de este show a la venta. La ansiedad del reencuentro, la poca cantidad de butacas y la posibilidad de tener “tan cerca” a un hombre tan inalcanzable como lo es Morrissey, fueron los motivos de éste arrebato. Es por ello que cada una de las 2.500 almas que colmaron el recinto ya se sentían especiales. Minutos después iban a entender porqué.
Tras un buen tramo de videos, que iban desde los Ramones hasta Tina Turner, el ex The Smiths se presentó ante su gente. “Suedehead”, “Alma Matters” y “Speedway” (versión spanglish), comenzaron con el delirio hasta llegar a “Ganglord”, que trajo consigo un vídeo sobre la represión policial alrededor del mundo. Allí empezó una oda crítica a la sociedad actual que, con diferentes matices, sería protagonista de ambas noches. Tras ello, comenzaron a sonar las canciones de World Peace Is None of Your Business, último disco del músico y causa fundamental de su visita.
Morrissey se veía bien, alegre, simpático, más delgado y rozagante. Tal fue su buen humor que en dos oportunidades pudo vérselo tironeando con los guardias para permitirles el acceso a sus brazos a dos pequeños que lloraban desde la primera fila,o algo así ya que con el primer acorde las butacas del opera sólo fueron parte del decorado. La lista siguió, su lucha vegana hizo eco en “The bullfighter dies” y la infaltable “Meat is murder”, con el correspondiente vídeo letal sobre la industria carnívora. Al final, “Let me kiss you”, canción que desencadena en una camisa que los fans tironean hasta finalizar el recital, y “The Queen is dead” para terminar, ¿Podría ser de otra forma?
“Morrissey, Morrissey, Morrissey…”
El calor era más fuerte en Buenos Aires y las caras largas en el centro porteño arrastraban la melancolía del “cambio”. Por otro lado, la ansiedad por el segundo show de Morrissey era exactamente igual entre los privilegiados que lo habían saludado la noche anterior como en los que hoy sí tenían su revancha. Con una espera mucho menor a la del Opera -sólo media hora de retraso- los parlantes del Luna Park comenzaron a arder. La lista fue similar pero la primera sorpresa de la noche se iba a dar en la tercer canción: “This charming man”. Porque el amor por Morrissey es totalmente proporcional al de los Smiths al oír los primeros acordes de esta autobiografía camaleónica, poco le importó al público los más de 30 grados de calor para amontonarse en la valla.
Esta vez, la lista de 23 temas tuvo sólo cuatro canciones de su último álbum y permitió más el hit. “You have killed me”, otra perla para el jueves. Ningún artista mejor que Moz podría habernos acompañado en la época que acontece: él se quejaba de su realeza y el público argentino de su flamante presidente. “Tienen un nuevo presidente, ¿Les gusta?”. El abucheo masivo no se hizo esperar y fue silenciado con “Mama lay softly on the riverbed” pero esto no quedó ahí. “Me quedé pensando en que si no les gusta, tampoco deben haberles gustado los otros, porque están todos cortados por la misma tijera. ¡Mierda, mierda, mierda! ¡No más presidentes, no más primeros ministros!”, sentenció el músico desde sus más utópicos sueños anárquicos. “I’m throwing my hands around Paris” fue otro guiño a los problemas de la sociedad actual.
Entre drama, desamor y crítica social, Moz se dio lugar a satirizar con su ego y entonó el estribillo de “Morrissey”, canción en la que Leo García contaba la historia de una supuesta infidelidad que tenía al astro inglés como banda de sonido. Pero ésta no es la única biografía donde las composiciones del ex Smiths repercuten. Morrissey nos ha acompañado a muchos durante lo largo de nuestras vidas.
El fin había llegado y esta vez no había esperanzas de verlo la noche siguiente. Su camisa desgarrada entre el público, la imagen gigante de la reina haciendo fuck you y una frase que elegimos creer por encima del cliché: “Argentina, los amo más que a la vida”. Un arsenal de fanáticos sumidos a su máximo Dios, aunque éste los incite en descreer en cualquier tipo de autoridad terrenal o divina.//∆z