Hablamos con el músico que, además de armar una carrera junto a diversos artistas y de llevar adelante su proyecto propio, forma parte desde hace un tiempo de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, la banda que acompaña la aventura en solitario del Indio Solari.

Por Pablo Díaz Marenghi y Matías Roveta

Fotos y videos por Alejandro Míguez

Desde su crianza en la Patagonia hasta su posterior mudanza a Buenos Aires, Gaspar Benegas siempre estuvo, por herencia familiar, rodeado de música. Desde muy chico vislumbró una carrera profesional y llegó a acumular experiencias de todo tipo: desde acompañar a Juanes en alguna gira hasta grabar con Alfredo Casero y luego con Las Manos de Filippi, banda que integró durante más de siete años. Por su amistad con Baltasar Comotto, con quien zapaba durante horas en la adolescencia y jugaba a construir bases rockeras a dos guitarras, Benegas (El Bolsón, 1978) desembarcó en el horizonte de un peso pesado del rock argentino, el Indio Solari, quien al comienzo de su aventura solista necesitaba otro violero para darle más cuerpo al sonido de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado durante los shows de presentación de El tesoro de los inocentes (2004). “Baltasar me contó que había grabado en el disco, me lo pasó para que lo escuchara y me dijo que me había recomendado: ‘Vas a ver que la música te va a gustar, es muy para vos, sos la persona indicada'”, recuerda.

En 2015 le llegó el turno de encabezar su propio proyecto: fundó La Mono junto a Ramiro López Naguil en batería y Lucas Argomedo en bajo. El formato es el de un power trío rockero, con tintes bluseros y reggae, pero con mucha influencia del grunge y del rock alternativo norteamericano al estilo de Audioslave, palpable en el modo de procesar sus guitarras y en los efectos alla Tom Morello. En 2016 lanzaron Experimento, su primer disco, en donde Benegas por primera vez tuvo que ponerse en el lugar de letrista y cantante, con la dificultad que ello implica. “Experimento lo hicimos sin muchas pretensiones, nació de juntarse a tocar y ver que rápidamente surgían canciones que nos parecían que estaban buenas”, dice, mientras se acomoda en su sala de ensayo en el interior del Microestadio Malvinas Argentinas. En diálogo con ArteZeta analiza sus comienzos, el presente de su banda (con segundo disco ya en camino) y da algunas pistas acerca del otro gran proyecto que lo involucra: El ruiseñor, el amor y la muerte, el nuevo disco del Indio Solari y Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado.

AZ: Venís de una familia con una tradición musical muy importante: sos hijo de María José Cantilo y sobrino de Miguel Cantilo (de Pedro y Pablo). ¿Cómo fueron tus inicios en la música?

Gaspar Benegas: Me crié en El Bolsón, pero cuando vine a Capital Federal ya fue en compañía de mi madre, que vino acá para dedicarse a la música al cien por ciento. Todo lo que viví desde bastante chico tuvo que ver con la música, como por ejemplo ensayos, grabaciones o recitales, y era algo que me gustaba mucho, lo disfrutaba. Me interesaba participar y no me quería perder de ninguna tocada de ningún músico. El estar rodeado de muy buenos artistas a esa edad me habilitó a tener el acceso al lenguaje de la música: todo aquello con lo que te vinculás de chico lo aprendés de otra manera. Entonces ya desde esa edad sabía que quería ser músico y estudiaba todo el tiempo, me dedicaba full time. Más adelante, más o menos a los catorce, tuve una primera banda con la que grabamos un disco: grabamos en un estudio grande y con producción, con inversión, pero el disco finalmente no salió nunca y quedó trabado. Fue medio frustrante y empecé a trabajar de otras cosas; la música, por supuesto, seguía estando presente, pero quizá empecé a hacerlo medio de hobby. Hasta ese momento, alrededor de los dieciséis, creía que ya tenía la vida garantizada con la música. Después me di cuenta de que no era así. Fue evidente para mí en ese momento que no era tan fácil como pensaba, que no alcanzaba con tocar bien o armar un buen proyecto, sino que había un montón de factores que influían para que vos pudieras hacer una carrera musical. En ese momento, la música pasó a ser algo que me daba satisfacción personal, pero mientras tanto laburaba de otras cosas, más allá de que siempre seguía estudiando y buscando mejorar.

AZ: ¿Y cuándo empezaste a tomarte la música como un trabajo?

GB: Más o menos a los veinte. Yo ya era padre y había tenido muchos trabajos distintos. En un punto, decidí trabajar de músico porque siempre terminaba renunciando a todos los demás laburos (risas). Surgía una fecha o un ensayo y no podía hacer todo. Decidí dedicarme a lo que me gustaba y apostar todo a eso. Empecé a tocar con muchísimas bandas.

AZ: ¿Cuál fue la primera banda en la que te sentiste un músico profesional?

GB: Mi primer trabajo importante fue con Alfredo Casero. En realidad, a los veintiuno toqué en un casino durante unos meses. Era un trabajo difícil porque el músico en ese tipo de aéreas es siempre el último eslabón. Es como cuando tocás en casamientos, era algo bastante sufrido. La gente no te presta atención, el mozo te maltrata, no es una vida musical glamorosa (risas). Una vez, por ejemplo, estábamos tocando en un evento y los dueños del lugar nos pararon porque no querían que cantáramos en castellano: “Cortá acá, andate. Te pagamos y andate”.

AZ: ¿Con Alfredo Casero estuviste en la época de “Shima Uta”?

GB: Sí, con él estuve en tres bandas distintas. Primero, cuando presentó ese disco (Casaerius, de 2001), que era un álbum que sonaba mucho y ahí participé de una gira muy larga por todo el país. Ese fue mi primer gran trabajo profesional. Después me convocó para otro show con otra banda, para tocar en teatros, y luego ya no me llamó más. A partir de ahí me salieron muchos trabajos con bandas con las que había que aprenderse el repertorio de un día para otro y acompañar a algunos artistas internacionales, como por ejemplo Juanes. Son artistas que vienen a hacer giras promocionales y tocan con músicos del lugar. Tuve la suerte de tener esa experiencia, porque siempre se puede aprender algo de tocar con ellos. Poder llevar eso adelante no es para cualquiera, y ver cómo lo llevan ellos siempre te deja algún aprendizaje. A los veintiséis años me llamó el Indio y creí que ya había tocado el cielo con las manos.

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AZ: ¿Tu ingreso a Los Fundamentalistas tuvo que ver con tu amistad con Baltasar Comotto o en realidad el Indio te venía siguiendo?

GB: Sí, fue por el lado de Baltasar, que había entrado a la banda del Indio gracias a Eduardo Herrera, el sonidista de Los Redondos. Estaban grabando el primer disco (El tesoro de los inocentes, de 2004) y en un momento Eduardo lo llevó a Baltasar para grabar las guitarras. Eduardo y Hernán Aramberri son las personas que el Indio convocó después de Los Redondos para trabajar con él y armar el disco, cuando todavía no estaba la banda. Julio Sáez grabó muchas guitarras para ese primer álbum y estaba también Marcelo Torres como bajista. Edu lo terminó convocando a Baltasar y finalmente Baltasar me recomendó  cuando estaban armando los shows para tocar en vivo porque iban a necesitar dos guitarras. El disco tenía como siete violas por tema (risas). Entonces, mínimo había que tener dos guitarristas y ahí fue cuando entré yo. Baltasar me contó que había grabado en el disco, me lo pasó para que lo escuchara y me dijo que me había recomendado: “Vas a ver que la música te va a gustar, es muy para vos, sos la persona indicada. Te recomendé y te van a llamar”.

 AZ: ¿Y cómo se terminó dando todo?

GB: Pasaron varios meses y no me llamaron. Entonces lo terminé llamando yo a Baltasar y le pregunté qué pasaba. Me contó que estaban probando a otros violeros y fue un poco una desilusión, porque yo ya estaba sacando fiado todo (risas). Estaba muy ilusionado. Un día, cuando menos me lo esperaba, me llamó Hernán Aramberri y me dijo que tenía que estar al día siguiente en Luzbola para tocar dos canciones. Estuvo buenísimo, porque llegué y lo conocí al Indio: de entrada te amedrenta un poco, pero es una persona muy cálida. Ni bien toqué en las canciones, le gustó lo que pasaba y dijo que estaba buenísimo. Entonces seguí yendo todos los días.

AZ: En Los Fundamentalistas desarrollás funciones solistas a la hora de tocar grandes solos, pero también te desenvolvés muy bien al llevar el ritmo, armar bases, tocar riffs o crear texturas. ¿Cómo podrías definir tu estilo como guitarrista?

GB: En cuanto al sonido quizá haya alguna característica que sea mía, algo propio. Pero, en general, trato de ponerme al servicio de la música que estoy tocando y de la canción que esté haciendo en ese momento. En el caso del Indio puede ser que haya una presencia marcada del sonido de mi guitarra, pero en realidad tiene que ver mucho con el gusto del Indio y cómo él va filtrando lo que le gusta o no le gusta de lo que hacemos los violeros. Entonces por ahí todo termina representando más al Indio que a mí. Pero está buenísimo, porque creo que se lucen más las guitarras mías en los discos de él que en cualquier otro álbum que pueda hacer yo, y tiene que ver con que a él le gustan mucho las guitarras y a mí no tanto. Pasa un poco eso. Los discos de Baltasar tampoco se centran en grandes solos. Mucha gente lo va a ver a él y está esperando escuchar  solos pero su búsqueda quizá pasa por hacer buenas canciones y no tanto por ser un gran virtuoso. Creo que un poco a mí me pasa lo mismo. Trato de que la guitarra por ahí suene como un teclado o buscar alguna textura donde predomine el bajo, por ejemplo. Tengo mis guitarristas que me influenciaron y que son bastante locos y atípicos. Me gustaría llegar a eso: tratar de encontrar cosas nuevas en la guitarra, algo que es muy difícil porque ya está todo hecho y no hay mucho para inventar.

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AZ: ¿Cuáles son esos guitarristas particulares que te influenciaron?

GB: A mí siempre me gustó mucho el de Living Colour, Vernon Reid, que está todo el tiempo como en una búsqueda eterna de sonidos con toda la tecnología que exista disponible en el escenario. También me gusta Tom Morello, que por ahí usa cuatro pedales y genera unos efectos especiales impresionantes. O Jeff Beck, a quien le ponés una guitarra eléctrica enchufada directo a un equipo y siempre va a sonar como un marciano, porque toca todo el tiempo con la palanca y con el pulgar: apenas lo escuchás lo reconocés porque tiene un montón de yeites muy propios de él. Reeves Gabrels, que es un violero que tocó con Bowie, también me gusta mucho, es un gran guitarrista. Creo que por ahí mi sonido se parece más al de él, en el caso de algunos sonidos procesados y con mucho sustain.

AZ: Una de las mejores cualidades de Los Fundamentalistas es el rol protagónico que tienen las dos guitarras: vos y Baltasar reparten funciones rítmicas y solistas al mismo tiempo, no hay una sola guitarra líder. ¿Cómo trabajan eso en el estudio?

GB: Por empezar, nosotros siempre trabajamos así porque es más divertido. Desde chicos, cuando tocábamos juntos, lo que jugábamos a hacer era que uno hacía la base y el otro el solo, y después cambiábamos de roles. Era toda la tarde buscando hacer eso. Nos juntábamos con Baltasar a probar esa manera de tocar. Si hubiéramos probado con roles fijos o estáticos no habría funcionado. De todas maneras, tampoco fue una decisión nuestra sino que fue una idea del Indio: él no quería tener una primera guitarra, sino que quería tener dos violeros que la rompieran, que sobresalieran cada uno en su momento. Está bueno, porque es más dinámico y le da una característica propia a Los Fundamentalistas.

AZ: En cuanto a ese trabajo puntual en el estudio, ¿él te convoca y te pide ciertos sonidos específicos o en realidad te da total libertad para tocar el solo que quieras y luego ir filtrando lo que más le va gustando?

 GB: El trabajo en el estudio es una experiencia muy linda, no hay un método ni nada. Lo que sucede es que cada canción tiene su historia y su forma de trabajo. Hay días que por ahí yo llego con una idea y la propongo, y me dicen “no, nada que ver”, y entonces sacamos el sonido en el momento. Hay cosas que a veces hago en forma espontánea, sin pensar mucho y que están buenísimas, pero que después son medio irreproducibles. Todo tiene que ver siempre con el hecho de estar todo el tiempo probando y jugando, estar horas en el estudio buscando sonidos y tocando melodías. A nivel melódico el Indio tiene una gran facilidad y es siempre genial cómo él resuelve las melodías. Por ahí vos tocás un solo y él te guía mucho, te ayuda a resolver la composición de los solos. Por eso es que digo que, cuando yo escucho esas violas en sus discos, representan mucho más a él, porque son melodías que salen de él en muchos casos.

AZ: Más allá incluso hasta del parecido físico que vos tenés con Tom Morello,  en Experimento (2016) hay al menos dos canciones que remiten a su estilo, “Autodestrucción” y “De tu mano”, que tienen esos típicos solos deformes con notas agudas y futuristas.

GB: Sí, seguro. No está mal que las influencias aparezcan. Yo creo que Skay tiene el sonido más personal que escuché en un violero en Argentina, pero si lo ves a él también tiene el look parecido al de otro guitarrista y algunos yeites o sonidos que pueden remitir a otros violeros de otras épocas. Eso es algo que no lo podés evitar: te crías escuchando a alguien y, cuando salís a tocar, te vestís como él y tocás parecido. No es que te querés apropiar de la estética, sino que la identificación es muy grande.

AZ: ¿Y Skay fue una influencia para vos?

GB: Al principio lo tuve como referente y después en una época dejé de escuchar a Los Redondos. Cuando empecé a tocar la guitarra arranqué tocando rock y temas de Chuck Berry: Skay tiene algunas cosas de Berry, algunas cosas rockeras, y saqué muchos solos y temas de los Redondos. Además, en El Bolsón era la música de fondo de todos los boliches, de todas las fiestas, así que lo escuché mucho y siempre lo tuve como un referente. A él, a Kubero Díaz y al Gringui Herrera, pero principalmente a Kubero y a Skay, que encima se parecen un poquito y tocaban juntos. Tienen un toque así como muy único y especial, le sacan a la guitarra un audio increíble y conocen mucho de música. Skay tiene su magia, como la melodía de guitarra, que es como una voz. Siempre hace esos solos armados que son re melódicos, no todos tienen esa capacidad de cantar así con la guitarra.

AZ: En La Mono tuviste que asumir además la función de compositor y cantante al frente de un power trío. ¿Cómo fue la experiencia de esa ampliación de tareas?

GB: Se me está complicando un poco ahora (risas). Experimento lo hicimos sin muchas pretensiones, nació de juntarse a tocar y ver que rápidamente surgían canciones que nos parecían que estaban buenas, pero no cantábamos. Entonces, decidimos grabar todo y ver después cómo resolver el tema de las voces. Pensamos en la posibilidad de cantar poco, porque ya sentíamos que la música instrumental nos gustaba. Nos metimos en el estudio y yo tenía claro que, en el proceso de ir grabando y estar metido en las canciones, se me iban a ir ocurriendo las letras. Así fue como hicimos el disco. Cuando lo teníamos terminado, lo subimos para que estuviera disponible y lo pudiera escuchar la gente, y vimos que tuvo buena respuesta, que gustó. Entonces, al año siguiente lo fabricamos y lo empezamos a tocar. Ahora, por supuesto, las cosas son diferentes porque siempre el segundo disco tiene que ser mejor y hay presión.

AZ: Siempre se dice que el primer disco es más fácil de hacer porque se cuenta con todo el tiempo del mundo, pero que eso justamente cambia cuando se encara el segundo álbum.

 GB: Claro, es difícil esa situación: la idea de “tenemos que salir en 2018 con un disco nuevo”. La verdad es que en el verano no pudimos dedicarle mucho tiempo como sí habíamos podido hacer con Experimento, cuando estuvimos un verano todos al pedo (risas). Esta vez, estuvimos todas las vacaciones algo cruzados, con un par de fechas importantes con la banda. Entonces, cuando te juntás, lo que hacés es ensayar para un show y eso no te permite componer. Es difícil, tenés que tener mucho tiempo disponible y en esta banda los músicos no viven de este grupo sino que trabajamos en otros proyectos: cuando mirás la agenda nuestra, no coincidimos ningún día (risas). Pero siempre fue así y queremos llevar las cosas adelante de ese modo. En el caso de Lucas (Argomedo), por ejemplo, que toca con (Lisandro) Aristimuño, está buenísimo que él pueda estar ahí compartiendo eso con un artista importante. Buscamos cuidar eso, esa suerte que tenemos. Es como cuando a mí me llama el Indio: todo lo demás va a parar al freezer hasta nuevo aviso, incluyendo La Mono o lo que sea. La banda tiene sus tiempos también por eso, y a mí me cuesta un poco a veces poder encontrar el espacio para meterme en el estudio con los chicos, obligarme a eso. Cuando estás ahí, grabando en el estudio, es cuando empiezan a surgir las ideas, las letras. Nunca me pasa de estar en mi casa y decir “hoy estoy particularmente inspirado, voy a escribir una lírica que hable de este tema puntual”, sino que las letras me salen con la música, que me inspira algo triste, algo alegre o algo gracioso en función de cada caso particular. Siempre lo que habla primero es la música y después trato de ponerle las palabras, pero en todos los casos tratando de no arruinar los sonidos.

AZ: En Experimento hay reminiscencias a bandas como Soundgarden, Alice in Chains o Audioslave. ¿El grunge y el rock alternativo norteamericano fueron la escuela en la que te formaste?

GB: Sí, esas son mis influencias y un poco el tipo de banda que yo quería armar. Eran las ideas que tenía en torno a imaginarme cómo sería un grupo mío. Siempre me identifiqué más con Nirvana que con, por ejemplo, Nine Inch Nails o bandas que en ese momento estaban de moda y usaban muchas máquinas, pantallas o parafernalia. Yo siempre quise hacer algo más rockero y simple, tocar sin metrónomo, sin pistas, sin máquinas, sin teclados. Con respecto a las influencias de esa época, es un poco una cuestión generacional, porque cuando uno más se copa escuchando músic, es cuando es adolescente. Ya cuando sos viejo como yo escuchás para curiosear lo que pasa ahora o volvés siempre a los Beatles, por ejemplo. Es como que hay tanta música que no sabés qué elegir.

AZ: Justamente se nota cierta versatilidad en la música de La Mono: “Semidiós” tiene un poco de reggae y “Prófugo” parece un blues hecho por Black Sabbath.

GB: Yo trabajo haciendo música y la verdad es que me gusta todo. Toqué cumbia, reggae, cualquier estilo. Hay varios géneros que considero que los podría tocar bien: creo que podría tocar en una banda de funk con Maceo Parker y no se daría cuenta nadie, funcionaría (risas). La música feliz no me gusta tanto, pero la música muy oscura, tampoco. Entonces hago una música que está un poco un el medio, muy blanda para los heavys y muy pesada para los pop (risas). Lo que también creo que sucede es que los estilos un poco convergen. Hay varias cosas que nos gustan a todos y es como que se juntan. La base rítmica que tenemos en La Mono toca muy bien el reggae, más allá de que nunca hicimos un tema exclusivamente reggae. Tenemos en “Semidiós” una especie de pasadita por el género. Es algo que ellos escucharon mucho y lo saben tocar muy bien. Ahora para este segundo disco estamos queriendo meter algún tema completo, porque siempre cuando arrancamos las pruebas de sonido nos ponemos a tocar dub y le ponemos delay, cámara al tambor y nos colgamos once minutos con eso hasta que el sonidista nos pregunta “chicos, ¿esto cuándo lo grabamos?”. Así que vamos a ver si podemos armar toda una canción a partir de esas zapadas así medio dub. Hay una banda de Nueva York que se llama Dub Trio, que mezcla dub con heavy metal, y a mí me parece una genialidad; es una banda instrumental, que a veces toca con Mike Patton y tiene unos climas increíbles. Cuando arrancamos con La Mono, en un principio quizá sí había una cosa así medio nerd de querer hacer música instrumental complicada pero después nos aburrimos un poco. Sentí que tampoco éramos tan virtuosos como poder hacer una música tan osada. Entendimos que, por ahí, cantando transmitíamos más, desde otros lugares. Tal vez los temas son más simples y comunicamos más con las letras y las melodías.

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AZ: La canción que abre el disco es “La clase santa”, que tiene una atmósfera amenazante y opresiva, y una letra llena de misterio. ¿Cómo surgió ese tema?

GB: Esa canción es del bajista, Lucas Argomedo, más allá de que la música medio que siempre la terminamos haciendo entre los tres. El riff, que es imposible de tocar, es de Lucas, y cuando lo trajo le dije: “¿Qué es, un ejercicio? Me va a agarrar tendinitis” (risas). Yo lo empecé a tocar e hice una melodía y una letra, y él después me planteó otra melodía y otra letra. Era algo que estaba buenísimo pero que era imposible cantar y tocar al mismo tiempo, me estaba matando. Lo pude grabar y después tuve que practicar mucho para que me saliera en vivo, porque ya de por sí era difícil tocar el riff de guitarra, pero cantar sobre eso era todavía más complicado. Lucas escribe muy bien y yo quisiera que todas las letras las escribiera él, pero lo que pasa es que es medio haragán, entonces no puedo estar corriéndolo para ver qué día le viene la inspiración (risas).

AZ: La canción “No-líder” tal vez podría emparentarse con tu paso por Las Manos de Filippi: tiene una letra que parece crítica del sistema político y habla de un líder que baila. ¿Creés que el rock puede ser un espacio de resistencia en donde se incluyan este tipo de mensajes críticos hacia el poder de turno?

GB: En realidad, no tiene tanto que ver con la actualidad. La canción surgió porque estaba leyendo libros de ciencia ficción, algunos escritores anarquistas y siempre caía en la crítica a los líderes. Pero en la secuencia que habla de eso yo me imaginaba otro mundo, con clones, drones y una cosa futurista. De todos modos se aplica a una realidad y está bueno. La Mono tampoco es una banda muy politizada ni nada. Ese tema es un poco épico y la música me sugería esa cuestión paranoica de querer escaparse de una manga de psicópatas que sigue a un líder. No sé si es la mejor letra del disco, creo que “La clase santa” está mucho mejor escrita.

AZ: Las Manos es una banda con posturas muy marcadas a partir de las letras escritas por Hernán “Cabra” de Vega. ¿Se daba una buena convivencia en la intimidad del grupo o podían surgir algunas diferencias?

GB: Me parece que ninguna de las letras del Cabra era muy definitiva ni tiraba ninguna posta, sino que eran una expresión de él y siempre tenían alguna ironía o abrían el debate: invitaban a que uno pudiera decir “opino distinto”. Nunca se me ocurrió decirle “si vas a cantar eso, yo no toco”, pero alguna vez sé que sí se cuestionaron algunas letras y hubo diferencias ideológicas en la banda. Yo confiaba bastante en la persona que es El Cabra, pensaba que también se podía equivocar y él lo sabía, así qué en ese sentido estaba buena la banda: existía la libertad de que cualquiera pudiera aportar un tema, una letra. Lo que sucedía es que nadie se animaba, porque estaba como letrista al Cabra, que es un genio. Entonces meter una letra ahí es complicado. Pienso que me tocó estar con dos letristas muy buenos, como el Indio y Cabra de Vega, que no tienen nada que ver el uno con el otro pero que ambos tienen su principal arma en la escritura de letras. Eso te da también cierta presión, pero supongo que te puede servir de aprendizaje por el hecho de haber escuchado y prestado atención a los buenos textos que escriben. Estoy viendo qué cover de Las Manos voy a hacer alguna vez porque siempre me piden alguno.

AZ: La ciencia ficción está presente también en “Marea virtual”, en donde  hablas de la dependencia de las personas hacia los dispositivos electrónicos y de las relaciones virtuales, problemas que no son tan fantásticos sino más bien actuales.

GB: Si, es el Black Mirror de cada día. Me surgían imágenes y hasta una especie de videoclip mientras hacía la letra. Me imaginaba una suerte de hacker encerrado en el Apocalipsis, rodeado de letras estilo Commodore 64. Una especie de hacker con bajos recursos (risas).

AZ: Están grabando el disco nuevo de La Mono. ¿El álbum va en sintonía con el primero o están probando algo nuevo?

GB: Queremos mejorar el sonido. El primero fue muy hogareño, muy amateur, porque grabamos en una sala de ensayo. Ahora me gustaría grabar en, no sé, el mejor estudio del mundo. Porque quiero que se refleje el crecimiento y la mejoría de la banda, después de haber tocado todas estas fechas. También que se note una evolución en la tocada y en las voces. En el primer disco, por ejemplo, Lucas no canta, y en este quiero que sí lo haga porque él estuvo haciendo los coros en vivo de todos los shows y supongo que algo debe haber aprendido (risas). Ninguno es cantante, en realidad. Hicimos la banda para darnos el gusto de no tener cantante, porque los gustos hay que dárselos en vida.

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AZ: En Experimento, el uso de sampleos de discursos o de gente dialogando, ¿fue un poco motivado por este hecho de que ninguno es realmente cantante y así poder reforzar lo comunicativo?

GB: En realidad esas son partes musicales que creía que no estaban buenas para cantar pero que tampoco se la bancaban tanto como instrumentales porque eran muy largas. Son cosas que metí cuando el disco ya estaba todo grabado. Era como que escuchaba espacios y no sabía con qué rellenarlos: no quería meter melodías de guitarra, entonces usé audios sacados de Youtube. Podemos decir, también, que estaba de moda el dubstep, que tenía mucho de eso, audios de Youtube. Los audios tienen una característica y es que son audios horribles: los ponés y te transportan a Youtube, un audio espantoso, todo saturado, comprimido.

AZ: ¿Qué buscabas? ¿Audios de películas, alguna cosa específica?

GB: En “Animal”, por ejemplo, hay un diálogo que habla del instinto animal. Es de una señora que tenía un mono al que cuidaba como a un bebé, lo tenía como si fuese su hijo, y un día el mono enloqueció y le arrancó la cara a una amiga de ella porque se puso celoso, entonces vino la policía y lo mató. Está la charla real de esa señora, es muy morboso. No sé si legalmente se puede utilizar eso, pero son entrevistas en las que se escuchan las llamadas reales cuando esta persona se comunica con la policía. No es de una película ni nada, son las llamadas reales en donde esta señora le está contando a la policía que el mono se le retobó y pide que manden a alguien con una pistola para matarlo. Es impresionante.

AZ: Te interesa también la producción y la ingeniería de sonido. ¿Te gustaría más adelante incursionar un poco más en ese mundo?

GB: Sí, es algo que hago, pero también creo que tengo que aprender mucho todavía. Me gusta trabajar en equipo con ingenieros pero, por ejemplo, en el primer disco de La Mono hice todo yo: lo grabé, fui ingeniero de grabación, de mezcla y de máster. Es algo un poco que hacía por falta de recursos. Pero ahora que ya sé que el segundo disco está en proceso quiero meterle más producción y armar un equipo de trabajo para mejorar en ese aspecto, tenemos el plan de que el disco suene a un nivel internacional. De todas maneras, hay un punto en el cual no me gusta tanto esa búsqueda: cuando todas las bandas suenan igual, me parece algo aburrido. Muchas bandas dicen “cómo suena el disco de este grupo, quiero a ese productor”, y entonces van a buscar a ese productor y generalmente se graba siempre con los mismos equipos, en el mismo estudio, con el mismo ingeniero: termina sonando igual a otro proyecto y, al final, no sé si tiene tanta personalidad eso. Así que en este disco nuevo queremos que suene todo muy bien, pero también vamos a ir en una búsqueda de algo no estándar. Estamos definiendo cómo hacerlo e intentaremos lanzarlo a mitad de año.

AZ: ¿Ya tienen canciones nuevas?

GB: Sí, tenemos un montón de canciones y algunas letras. Tenemos, además, varios estudios en vista para ir a hacer, por lo menos, las baterías, que siempre suele ser lo más crítico en una grabación. Lo que pasa, generalmente, es que las bandas en este país no tienen presupuesto: entonces, se graba la batería en un estudio grande porque necesitas muchos micrófonos, pero se registra todo rápido porque el estudio sale caro. Se hace un plan de grabar las baterías en pocos días y yo no estoy muy de acuerdo con eso. Por eso yo termino grabando en mi propia sala, porque no se puede tocar corriendo, tratando de meter todo apurado: si la batería te va a tomar dos semanas, que te tome dos semanas. Prefiero grabar a la antigua, pero el problema de grabar así es que necesitás bastante presupuesto: muchos días, 400 horas en un estudio grande.

AZ: Toda la banda junta sonando al mismo tiempo.

GB: Sí, con todas las máquinas y todo a disposición para que vos hagas tu disco ahí. Ahora eso es más difícil porque hay que hacerlo muy acotado. Se va tres días a grabar la batería y, si algo queda mal, no importa, después se edita. Pero eso no me gusta, yo quiero que quede la toma sin edición, de principio a fin, y que todo esté tocado con onda. Sé que los músicos que tocan en esta banda pueden grabar de esa manera. Para que no haya edición, que no haya afinación ni ninguna trampa. Así más fácil después ir a tocar en vivo y que suene igual.

AZ: Volviendo al tema Indio, otro disco que también está muy avanzado es El ruiseñor, el amor y la muerte, del que hace un tiempo se dio a conocer el arte de tapa y los nombres de las canciones. ¿Qué podés comentar sobre esa grabación?

GB: Fui a grabar varias veces, en distintos momentos, se trabajó bastante. Sé que la parte de la banda ya está terminada. Cuando se llega a ese momento suelo tener acceso a escuchar y ver cómo quedó todo. Pero, a partir de ahí, me desconecto un poco y me quedo esperando a que salga el disco. Recién ahí es cuando conozco un poco más la lírica y el producto final, qué es lo que quedó grabado. Porque, a la hora de mezclar, también se mutean cosas a veces. Mucho de la producción es decidir que algo que grabaste y está buenísimo lo tenés que mutear igual. Estoy muy ansioso por escuchar qué es lo que quedó. Pero no se cuando va a salir, ni sé si ya está terminado. Sé que el Indio siempre se toma su tiempo para mezclar, así que estamos a la espera.

AZ: Y de lo que tuviste acceso a escuchar, ¿qué sonidos o qué particularidades creés que puede llegar a tener este disco en relación a los anteriores?

GB: Creo que tiene algunas cosas muy novedosas en la forma de componer del Indio, como una nueva forma de componer armonías. En general el Indio trabajaba los temas en un solo tono y mucho las texturas de la música, y, por ahí, ahora hay canciones más canciones, progresiones armónicas muy bien hechas. Eso creo que va a ser una diferencia en el disco. Creo estos temas tienen como una característica más cancionera.

AZ: ¿Con menos texturas?

GB: No, las texturas están, pero hay cambios armónicos, hay armonías lindas y no hay tanta tensión en la música como por ahí él utilizaba en su primer disco o en los últimos de Los Redondos.

AZ: Y de tu aporte puntual, ¿qué podrías destacar?

GB: Las guitarras acústicas, que toqué muchas. Las defendí a muerte. Ese fue mi aporte principal. Ojalá que queden, aunque quizá no queda ninguna, vamos a ver.

AZ: El Indio hizo pública su enfermedad y su estado de salud. ¿Vos cómo lo viste a él en el día a día de trabajo en el estudio?

GB: Lo vi muy concentrado en su trabajo. Haciendo un montón de cosas como el libro, el disco o el cómic. En ese sentido, lo vi muy metido, trabajando en muchos proyectos y con mucha energía. Y es admirable, más allá de que también lo vi un poco dolido por no poder tocar. Es difícil, es como para un futbolista no poder jugar más al fútbol o un boxeador que se tiene que retirar. Bajarte del escenario no debe ser nada gracioso. En ese sentido lo noté bastante dolido pero lo vi metido, haciendo mil cosas artísticas. En un punto, lo que siempre más placer le dio a él es ese trabajo de hacer discos, nunca fue de tocar todo el tiempo.

AZ: Hace poco su manager dijo que el Indio no iba a tocar más en vivo y él mismo al día siguiente sacó un comunicado. ¿Cómo tomaste la noticia?

GB: Cuando lo vi el año pasado era imposible que saliera a tocar en ese momento. Pero lo vi bien, él estaba como para salir al escenario y yo tenía esperanzas. Cuando el manager dijo eso fue bastante triste. Pero al final no quedó claro, porque el Indio dijo que la declaración del manager había sido prematura y sin su consentimiento, pero no dijo que la información fuera falsa. Así qué no sé, no tengo ni idea. Es algo que nunca se sabe tampoco, cuándo va a tocar o si me vuelve a convocar a mí: siempre termina un show y se acaba todo. Después suele pasar un año y te convocan para otro show. Pero nunca se sabe si va a tocar o si no va a tocar, es un misterio. Ahora la tiene bastante difícil para salir en vivo, pero por supuesto yo quiero que vuelva a tocar. //∆z