A los alérgicos al spoiler, les advertimos: no lean esta nota. Al resto, los invitamos a compartir lo que dejaron los tres primeros capítulos de la temporada final de la serie de HBO. 

Por Pablo Díaz Marenghi

Capítulo 1: el fin del principio

Y llegó el día. El #upc (último primer capítulo) de una de las series más exitosas de todos los tiempos. Y, además, la evaluación no radica solo en términos comerciales. Además de gozar de una excelente salud taquillera a lo largo de sus ocho temporadas, Game of Thrones se consolidó como uno de los grandes relatos contemporáneos. Pasó a engrosar la biblioteca de los folletines audiovisuales del siglo XX y XXI junto con Lost, The Wire, The Sopranos, Breaking Bad, Mad Men y tantas otras series que, más allá de su género o estilo, dan en cierta fibra impredecible al tocar tópicos universales: la traición, la tragedia, la pasión, la intriga, el deseo, el poder, la religión, la familia y la superación.

En esta primera entrega se observaron varias cosas. Algunos acusaron a la serie de volverse demasiado fan service con ciertos guiños al espectador avezado (el chiste sobre el personaje incinerado de Ed Sheeran, Cersei y los elefantes, guiños en espejo al capítulo uno de la primera temporada). Otros, más bien, prestan atención a lo que la serie fue sembrando. Como de costumbre, el capítulo fue de presentación, de recordar en qué andaba cada uno de los personajes de Westeros y alrededores. Ya que cada vez se fueron desplegando más tramas y subtramas. Sin embargo, esta temporada, donde ya se vislumbra un final, va aunando cada vez más hilos: lo más importante parecería ser el futuro de la humanidad en torno al avance de los white walkers y a lo que pasará con el trono de hierro.

Pese a la “tensa calma” general, hubo algunas revelaciones importantes: el hediondo Theon logró rescatar a su hermana Yara de las garras de su tío, el inefable Euron Grejoy. Este último logró (al fin) coger con Cersei. Llegó el ejército de la Golden Company a KingsLanding (aunque sin elefantes), John se enteró de quiénes eran sus verdaderos padres, Jamie Lannister llegó a Winterfell y Daenerys profundizó su amorío con John (paseo en dragones incluido, algo que, quizás, fue demasiado edulcorado).

Preguntas que se desprenden de este episodio: Sansa no está nada contenta con la llegada de Danny y con la genuflexión de su hermano. “Te fuiste rey de norte y volviste como lacayo”, le dice, palabras más o menos, a su hermano. Se respira mucha desconfianza pese a que el objetivo común parecería ser vencer, como sea, a los white walkers. ¿Se respira incertidumbre y traición? A Sam no le gustó nada enterarse de que Danny quemó a su padre y hermano, pese a que se llevaba pésimo con ellos. ¿Pasará algo con eso? ¿Será el detonante que llevará a ver a Danny como una “reina loca” que prende fuego a sus adversarios tal como lo haría en el pasado su padre Aeris, el “rey loco”? Por ahora muchas preguntas y pocas respuestas.

Capítulo 2: para hacer el amor en los parques helados

Amor. Sin dudas es la palabra que sintetiza esta segunda entrega de la temporada final de GOT. Amor incondicional del espectador fanatizado con una de las mejores series, la que le gustaría que nunca termine. El amor intenso entre John y Dany que vislumbra un horizonte (al menos) problemático. El amor entre Jamie, el “Matarreyes”, y la nueva “Sir Brienne of Tarth” que bautiza el capítulo (nada menos). El amor entre Lady Sansa y Theon (¿se ha formado una pareja?). El amor entre Missandey y Gusano Gris. El amor entre los derrotados miembros de la extinta Guardia de la Noche, que va camino a su prueba de fuego. El amor máximo (sin dudas y, para algunos, habrá sido algo inesperado) entre Arya y Gendry Baratheon. El herrero y la asesina de los mil rostros tuvieron su noche de pasión en los albores de la batalla definitiva por el futuro de la humanidad.

Todo, absolutamente todo, transcurre en Winterfell en este capítulo. Hubo sutilezas varias. Como en el diálogo entre Dany y Sansa respecto a John Snow y el futuro del norte. Los que buscaban emociones fuertes quizás se hayan quedado algo desabridos. Sin embargo, hubo momentos interesantes en cuanto a lo dramático. Los hombres y mujeres bebiendo, con Tyrion como anfitrión, en la antesala a una muerte más que probable. El coraje de Sam Tarly. Diálogos sutiles.

Ojos brillosos. Emoción desparramada por todas partes. El segundo capítulo de GOT quizás no tuvo escenas de acción despampanantes (justamente eso se verá en el capítulo 3, que prometía ser 80 minutos de sangre, muerte, fuego y destrucción). Pero sirvió para dejar todo preparado y servido en la mesa para la última cena.

Hay algunas cosas que hacen ruido: es demasiado evidente el foco puesto en Tyrion en torno a la desconfianza. ¿Intentan confundir al espectador y engañarlo para que crea que Tyrion realmente podría traicionar a Dany en favor de su familia? ¿Él, que asesinó a su padre y que siempre fue ninguneado? ¿El menos Lannister de los Lannister defendería a la familia y traicionaría a toda la gente que lo salvó de la muerte? Si es así no suena a un plot twist inteligente. Suena a algo bastante inverosímil y poco construido. Ojalá que no ocurra. Después, las dudas entre John y Danny. ¿Qué pasará con ellos ahora que la reina de los dragones, la rompe cadenas, la que no se quema y bla bla bla sabe que no es la heredera legítima del trono de hierro? ¿Importa, acaso, eso cuando el aliento de los white walkers sopla sus nucas? ¿Quedará algo en pie? Otra cosa que molesta es que el desenlace se vuelve algo predecible. Capítulo 3: gran batalla por los humanos. Capítulos 4 a 6: la batalla por el trono de hierro, con Cersei (que en este capítulo no apareció ni un segundo en ninguna escena) como la protagonista destacada. Veremos qué otra sorpresa tienen preparada Weiss y Benioff,, que siempre suelen guardarse algún as bajo la manga (¿Bronn por donde andará en su cabalgata rumbo al norte para asesinar a los hermanitos Lannister? ¿Sería realmente capaz de traicionarlos por dinero?). Por lo pronto, en el capítulo siguiente el reguero de muerte estuvo garantizado. Ah, y larga vida a todos y cada uno de los comic relief de Tormund (si parte, lo extrañaremos).

Capítulo 3: La larga noche de Arya Stark

“¿Qué le decimos al Dios de la Muerte? No hoy”. La menor de los Stark, la pequeña, la chica de los mil rostros, se consagró. Metió el gol con la mano en el último minuto del segundo tiempo suplementario. Cuando todo parecía perdido para los humanos, todo dio un giro ¿inesperado? cuando Arya sorprendió al Night King clavándole la daga de acero valyrio en la boca de su estómago, acabando con él y todo su ejército. Sin dudas, el capítulo que acaba de pasar dará que hablar mucho (de hecho ya hay cientos de teorías y análisis circulando en la web). Sin embargo, una cosa es evidente: es una de las producciones televisivas más impresionantes de todos los tiempos. Por su puesta en escena, su impresionante música pero, sobre todo, por el gran trabajo en la dirección que generó una asfixia insoportable, densa como la peor de las pesadillas, y sin perder jamás un vuelo artístico/poético en cuanto a lo visual. Y todavía faltan tres capítulos.

En cuanto a la dirección, de la mano del director de padres argentinos Miguel Sapochnik se logró, a partir de planos confusos y oscuros (demasiado para el humor general del público: en algunas escenas de batalla no se veía absolutamente nada, lo que generó memes al respecto), un clima de sordidez en batalla que se nutrió de un trabajo magistral en edición y mezcla sonora (todo el sonido se vuelve envolvente para evidenciar el miedo al fuego que tiene The Hound, por ejemplo) y la música a cargo de Ramin Djawadi, que resaltó cada escena de tensión o nerviosismo. Por momentos el fin de la humanidad parecía inminente y los arreglos de cuerdas y piano sobre el final presagiaban la tragedia definitiva.

Algunos dijeron que el final fue demasiado feliz para una serie como GOT. Que el bando de los vivos perdió pocas piezas claves. Sin embargo, fueron bajas relevantes: tanto Jorah Mormont como Theon Greyjoy son personajes relevantes para la trama que dejaron su vida por la causa de manera épica, coronando el ciclo de sus argumentos de manera trágica y heroica. Ambas muertes tuvieron diversos objetivos: lo de Jorah sirvió para evidenciar (todavía más) su amor incondicional por Dany, defendiéndola literalmente hasta la muerte. Lo de Theon fue su redención definitiva, ganándose el perdón de Brann y de todo Winterfell.  Dicen los David (Weiss y Benioff), guionistas y creadores de la serie: “Game of thrones es una historia de redención”. Parecería ser cierto.

Párrafo aparte para las mujeres que fueron determinantes en este capítulo: Melisandre, la bruja roja, tuvo su regreso triunfal y su despedida, la cual no escatimó el misterio. Prometió que volvería para morir en Winterfell al amanecer de la batalla final y lo cumplió. Encendió la chispa de la esperanza con sus hechizos piromantes que rinden culto al Dios de la Luz. Y, retomando un diálogo de la ¡temporada tres!, le reveló a Arya la profecía que la involucraba, generando que ella se diera cuenta de lo que tenía que hacer: acabar con el Night King. Lyana Mormont también se inmoló por la defensa de la humanidad, cargándose a un gigante zombie en una de las escenas más shockeantes del episodio que remitió a la parábola de David contra Goliath. Y por último ella, la pequeña gran heroína, Arya, con la cual los creadores de la serie despistaron a todos sus espectadores una vez más. En el Inside the episode afirman que hace más de tres años sabían que ella sería la que acabara con el Night King. En la temporada tres, con el diálogo de Melisandre, adelantaron algo. Luego con todas las escenas en donde se muestra la daga de acero valyrio que sería el arma con la que acabaría con el líder de los White Walkers. Finalmente, solo resta reflexionar un poco acerca del camino recorrido por la menor de los Stark: ¿para qué era, si no, tanto entrenamiento, tanta reflexión mística, tanto compromiso con la lucha y respeto por el Dios de la Muerte? Finalmente todo existió en función de ese salto hacia la victoria final, ese cambio de manos que sorprendió hasta al mismo villano definitivo y esa estocada que fue justo en el mismo lugar donde los Niños del Bosque le habían clavado un trozo de vidriagón para darle vida, haciéndolo estallar en pedacitos.

“No explicaron nada sobre los White Walkers. Al final, eran los peores villanos. Sólo caminaban y mataban porque sí”, se quejaron algunos youtubers expertos en reseñar series de moda. Podría pensarse, también, que esto no es un error sino, más bien, un acierto de los realizadores. Vale recordar el cuento “Los Asesinos” (1956), de Ernest Hemingway, en donde el lector no sabe más que lo siguiente: hay dos tipos que quieren matar a un tercero. Es decir: lo importante allí no es el qué (¿por qué lo quieren matar? ¿quién es este boxeador al que se la tienen jurada?) sino el cómo, la tensión que construye el relato, las elucubraciones al respecto y las suposiciones. Todo es metadiscursivo. Nada es definitivo ni evidente. Todo es relativo. Algo similar ocurrió en Game of Thrones con los White Walkers. Uno sólo sabía que eran el mal. La encarnación de la muerte, siguiendo los dichos del Cuervo de Tres Ojos, Brann Stark. El ejemplo opuesto sería lo hecho por George Lucas en sus precuelas de Star Wars, donde le dio una explicación física/química a “La Fuerza”. Si había una entidad mágica, simbólica y metafísica potente en dicha saga, esa sin duda era “La Fuerza”. Algo que trascendía a todos los cuerpos y espíritus de los seres vivientes y les brindaba una conexión intensa con todo lo vivo, algo que los Jedi lograban desarrollar. No era necesario explicar nada más. Justamemente la fuerza y el atractivo del concepto radicaba en dicho misterio. Lucas arruina todo inventando los midiclorianos, una especie de microorganismos que, según su teoría, existen en todo ser viviente y que si una persona reúne una cantidad elevada de dichos bichitos es capaz de tener una gran habilidad en la fuerza (como fue el caso de Anakin Skywalker, al que le hacen un test de midiclorianos como a quien le miden los glóbulos blancos en sangre). Esto comprueba que, a veces, la explicación mata al significado. La interpretación, en ocasiones, captura y aprisiona tanto el sentido de un texto que lo anula. Afortunadamente, esto no ocurrió con los White Walkers y aún hoy, con su líder muerto, es posible seguir y seguir elucubrando, pensando, teorizando, soñando, fantaseando. Al menos, hasta que lancen alguna precuela que (ojalá) no destruya este misterio con sobre-explicaciones innecesarias. //∆z