Caja Negra publicó Future Days, el krautrock y la construcción de la Alemania moderna, libro que analiza la historia de uno de los movimientos musicales más originales y radicales de los años setenta.

 Por Juan Alberto Crasci

Días del futuro pasado

La situación económica y cultural de Alemania Occidental luego de la Segunda Guerra era desesperante. El Plan Marshall impulsó la reconstrucción del país pero a un costo muy alto: se apegaron a la forma de vida norteamericana y adquirieron esas costumbres para alejarse del pesado fantasma del nazismo, que los dejó humillados y avergonzados ante el mundo. Estaba de moda la música Schlager –pop ligero y pegadizo con letras poco exigentes– y comenzaban a entrar los grandes monstruos como Coca-Cola al territorio. En medio de esa realidad, la juventud alemana comenzó a reconstruir de cero su cultura: colectivismo, hippismo, psicodelia, apropiación del free jazz y de la música académica y minimalista fueron las bases de esa reconstrucción que comenzó a gestarse a principios de los años 60 y explotó al finalizar la década.

El fenómeno en formación fue llamado “Krautrock”, aunque ninguno de los músicos de las bandas que abrieron el camino para esa construcción cultural se sentía identificado con el término ni con el trabajo aglutinante de ser parte de un movimiento. Como todo nombre o rótulo, siempre viene impuesto desde afuera, generalmente por detractores que pretenden ridiculizar a esas expresiones artísticas en surgimiento. Kraut –repollo en alemán– era el nombre dado a los soldados teutones en la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Al adjuntar el término a la palabra rock se pretendía etiquetar esta nueva forma musical ajena a la insular –británica, con el rock progresivo en auge– o norteamericana. Estas bandas ni siquiera se sentían parte del rock, ni tampoco reverenciaban la producción musical americana o inglesa. El trabajo de  Kraftwerk, Can, Neu! y Popol Vuh, por nombrar algunas de las bandas, bebía de otras aguas sin enrolarse en ninguna corriente en particular. Bien disímiles son los trabajos de Kraftwerk a los de Can, por ejemplo. Los une la experimentación, la tabula rasa: el comenzar de cero, pero difícil sería equipararlos en cuanto a sonido, estética o filosofía.

krautrock stubbs

Stubbs hace un análisis pormenorizado, capítulo tras capítulo, de cada una de las bandas que dejaron su huella en la escena, y de la influencia de las distintas ciudades alemanas en el sonido de las mismas. El periodista da cuentas de las bandas que aportó cada ciudad al movimiento y de las particularidades de cada una de ellas con respecto al ambiente y al clima que las cobijaba. No era lo mismo vivir en Dusseldorf o en Colonia que en Hamburgo o Berlín. Incluso las ciudades más próximas entre sí mantenían sus diferencias culturales muy marcadas, desde la arquitectura hasta las costumbres.

Por las páginas del libro pasan las historias de Amon Düül, Can, Kraftwerk, Neu!, Cluster, Harmonia, Popol Vuh –es importante destacar su colaboración en los filmes de Werner Herzog–, Ash Ra Tempel y Tangerine Dream, entre otras, con testimonios de algunos de los músicos de las bandas. El libro propone un recorrido, en algo menos de 500 páginas, por el vasto universo de este disímil movimiento: conviven la música cósmica (Kosmische Musik), el ritmo motorik, el antiimperialismo, el dadaísmo, el minimalismo, la primitiva electrónica y los ambientes sintetizados, todo junto, en ebullición, en Alemania, y con poco reconocimiento internacional.

Una de las hipótesis que plantea el libro para ese poco reconocimiento es que el Krautrock llegó a su pico de popularidad luego de su desaparición como movimiento sólido, es decir, con la mayoría de sus bandas fuera de actividad. Además, este reconocimiento se dio, sobre todo, fuera de Alemania. Stubbs dice que una de las grandes ayudas que recibió el Krautrock para su difusión en todo el mundo, fue la visita de Brian Eno y de David Bowie a tierras alemanas, desde donde el Duque Blanco lanzó su famosa Trilogía de Berlín, compuesta por los discos Low, Heroes y Lodger, para los que se valió de los más diversos elementos presentes en las bandas de la movida kraut.

Los fines de los setenta coincidieron con el comienzo del reconocimiento del Krautrock por parte de músicos de todo el mundo. Un abanico de bandas muy disímiles, que va desde Sonic Youth, Einstürzende Neubauten, U2 o Coldplay reverencia la escena. El movimiento sirvió de inspiración para el surgimiento del sonido postpunk, techno, y ambient, lo que da una perspectiva del variado alcance que tuvo el krautrock, siendo, quizás, el único movimiento no anglosajón que ha sido absorbido y utilizado para la creación de nuevas y diversas formas musicales a lo largo de todo el mundo.//∆z