El nuevo espectáculo de los creadores de La Organización Negra y De la Guarda deslumbra con acrobacias de alto impacto y una fiesta alocada pero termina orbitando muy cerca del resto de los eventos masivos contemporáneos.
En medio de los bosques de Palermo, en la esquina de Julio A. Noble y Figueroa Alcorta, algo está pasando. Luces rosas, algunas estroboscópicas, entrecortan la oscuridad e iluminan a los presentes. Suena “Party Rock Anthem”, canción bolichera de moda durante fines de la primera década de los dos mil, y una DJ pincha sus bandejas mientras agita sus manos arengando a su público. La asistencia es variopinta, con un alto porcentaje de niños. Algunos gritan o aúllan mientras otros tantos se sacan selfies y beben tragos. A escasos metros, un pequeño bar provee de cocktails a quien guste. No, no se trata de otro after office o de una rave ATP. Es la antesala de Aven, el nuevo espectáculo de Fuerza Bruta que propone, en palabras de su creador, el histórico Diqui James, “el show más feliz del mundo”.
“La palabra Aven no tiene un significado concreto. Es abstracta, inventada: una mezcla de aventura y paraíso. Buscamos ser libres, recrear elementos y efectos de la naturaleza”, se explica en la gacetilla oficial y eso está presente en esta experiencia que ya alcanzó las 200 funciones, con casi la totalidad de las presentaciones con entradas agotadas durante las vacaciones de invierno. A esto se sumó la participación de la bailarina, actriz y subcampeona del reality show Gran Hermano Julieta Poggio. El espectáculo, de 65 minutos de duración, retoma aspectos del espíritu del grupo –que surge con La Organización Negra y sus intervenciones en Cemento durante los ochenta, prosiguió con De la guarda en 1992 y renació en 2003 ya con el nombre actual– aunque introduce algunas variantes.
De nuevo se requiere la participación activa de los asistentes, quienes se desplazan a lo largo y ancho de esta sala llamada Sin Piso creada para tal fin donde también funciona, por ejemplo, la fiesta Bresh. Aquí hay acrobacias de alto impacto, bailarines que corren y saltan sobre cintas transportadoras, se cuelgan dentro de tubos que propulsan viento o se desplazan dentro de una ballena inflable gigantesca. Se cuelgan de cabeza, se mueven dentro de cubos de acrílico transparentes llenos de agua o bailan entremezclados con público.
Una constante: la arenga y el pedido de clamor, aplausos, grito y quilombo a la audiencia que, en general, reaccionaba al pedido con fervor. La música es, más bien, un acompañamiento a este jolgorio frenético.
“El desafío fue hacer un espectáculo con la potencia de Fuerza Bruta, con su demostración física y donde su característica festiva esté presente constantemente generando una sensación de disfrute desde el comienzo y que eso crezca a medida que se desarrolla el espectáculo, hasta el final, donde te podés quedar en la sala bailando y tomando algo”, le contó James a la agencia Télam.
Esto diferencia esta nueva propuesta de anteriores, como Wayra, en donde había una narrativa más presente. Redondea aún más la idea: “Acá cada uno se hace la película que quiere, este es un vuelo delirante, es: vení, disfrutalo e imaginate lo que quieras”. Esto se observa en la puesta en escena y la performance de sus integrantes quienes combinan destrezas en la danza y la acrobacia de alto calibre.
A la vez, esta impronta roza un límite peligroso: el confundir lo realizado en Fuerza Bruta con otra suerte de eventos masivos, más bien, predispuestos para la selfie en tiempos líquidos y post verdades, como muestras inmersivas, instalaciones coloridas en jardines públicos, conciertos internacionales con juegos lumínicos interactivos o fiestas electrónicas donde se lanzan coloridos polvos holi.
Esto pone en jaque la esencia que reposa en las raíces de sus hacedores, aquella que se manifestó, por ejemplo, en Uorc, espectáculo mítico que planteó una suerte de distopía cyberpunk que apuntaba a deconstruir las relaciones laborales con una performance super cruda y el director Ezequiel Ábalos supo inmortalizar en una película filmada en la discoteca de Chabán en 1988.
Algunos asistentes ya advierten como algo cambió en esta entrega. Un usuario comenta en el Instagram oficial @fuerzabrutaok : “Aven es una conjunción de incongruencias vacías sin cohesión, sin impacto, sin sorpresas, sin alma. Una seguidilla de puestas que no generan nada, alimentada con una música que nada tiene que ver con lo que se está viendo (…) Me retiré con la más absoluta tristeza de saber que Fuerza Bruta no existe más”.
Con la confirmación de nuevas funciones, se ratifica el éxito que viene obteniendo esta nueva propuesta de esta compañía teatral fuera de lo común, que ya se ha presentado, entre otras ciudades, en Lisboa, Londres, Madrid, Barcelona y Nueva York y ha tenido a su cargo en 2010 la organización de los desfiles conmemorativos del Bicentenario.
Resta saber si Aven será recordado como el show más feliz del mundo sin dejar atrás el adn que definió a este grupo como algo más que un conjunto de acróbatas efusivos o se confundirá entre tantas propuestas contemporáneas, tamizadas de pop y colores pasteles, predispuestas para la selfie del momento. //∆z
- Una primera versión de este texto se publicó en Revista Ñ el 4/08/23
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